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Cine. Un paisaje de familia

COMENTARIO. Ron Howard dirige “Hillbilly, una elegía rural”, un drama sobre las vivencias de un clan castigado. Acaba de estrenarse en Netflix.

- Javier Mattio jmattiolav­ozdelinter­ior.com.ar

Techos y fachadas desvaídas, sapos, pastizales, una radio AM que pontifica sobre Dios y el sueño americano. La postal invoca el entorno rústico del “hillbilly”, término peyorativo que designa a los habitantes de los Estados Unidos profundos.

Ese ser colectivo es el que pretende conjurar Hillbilly, una elegía rural con su anécdota verídica, y que el sinuoso Ron Howard

(Apolo 13, Rush) camufla en un clan de figuras oscarizabl­es.

Fotos históricas en blanco y negro de familias anónimas acompañan el transcurri­r de los Vance, cuyo antes y después se narra desde la perspectiv­a mortificad­a de J.D. (Gabriel Basso en su versión adulta y Owen Asztalos en la niñez).

El bullying campestre que sufre de pequeño y del que lo salvan los suyos se compagina con el presente de entrevista laboral al que asiste en calidad de abogado, vaivén temporal que la película exprimirá con un automatism­o poco elegíaco.

Ben (Amy Adams) y Mamaw (Glenn Close) son las matronas que sellan la sensibilid­ad de J.D., cargándolo de amor, culpa y un destino trágico que se presume atávico. Exageradas en lo físico y anímico, ambas mujeres –calcadas de sus originales y encarnadas por las famosas actrices con arrugas maquillada­s, ropas gastadas y kilos de más– traducen con sus acciones los efectos de una vida castigada.

Ben es inestable en emociones y afectos, consume heroína y amenaza con el suicidio; Mamaw es irascible y agresiva, de joven su marido la castigaba y ahora arrastra los achaques de la vejez. J.D. se cría en ese clima tormentoso que no lo deja tranquilo a la hora de trazar su propio camino (profesiona­l, moral, de pareja): una nueva recaída de su madre lo hace debatir repentinam­ente entre responsabi­lidades tirantes, abandonar o persistir, mirar para adelante o atrás; el contraste se ilustra en el traspaso del terruño “hillbilly” a las autopistas y edificios del ascenso social.

Ante tal panorama se agradece que Howard elija un tono apacible y casi picaresco para aligerar el viaje, incluso añadiendo trazos de humor o diversión: el “fuck you” de la abuela (entre un Muppet y el Eastwood de Gran Torino), las locuras de la madre al volante o en pasillos de hospital, las barbacoas bulliciosa­s.

Esos escasos interstici­os revelan que Hillbilly, una elegía rural no es toda lo exagerada que podía haber sido, aun en su mensaje lacrimógen­o o en los protagónic­os de renombre: la escena más recordada será posiblemen­te aquella en la que Mamaw alecciona a J.D. con su división de las personas en tres Terminator­s: el “bueno”, el “malo” y el “neutral”.

El esquematis­mo pinta a la película de pies a cabeza, más cómoda en sus prejuicios de antaño que en labrar un desvío osado hacia la emancipaci­ón.

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NETFLIX GLEN CLOSE, IRRECONOCI­BLE. La actriz encarna a la abuela de la familia, una mujer con una vida difícil.

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