Para reír y emocionarse
Hay series o películas que la crítica destroza y que el público ama. Algo así pasa con El baile de las luciérnagas, que tuvo reseñas que fueron de término medio a muy malas, pero que desde su estreno en Netflix el pasado 3 de febrero está entre lo más visto de la plataforma. El motivo por el que comencé a verla fue porque era el regreso de Katherine Heigl a la pantalla con un gran proyecto, luego de marcar gran parte de mi juventud con sus comedias. Mínimo, había que bancarla con un clic. Sobre todo teniendo en cuenta que fue maltratada y dejada de lado por Hollywood por su carácter fuerte y por su inclinación a decir lo que piensa (algo que no parece molestar tanto si se trata de actores varones). Tengo que admitir que el primer capítulo me llevó a pensar como los especialistas que la criticaron, pero decidí seguir adelante. Hubo algo que me hizo permanecer y más tarde me daría cuenta de qué se trataba.
El baile de las luciérnagas es una historia amorosa y emotiva cuyo principal tema es la amistad entre dos amigas a lo largo del tiempo. ¿Cómo no sentirse identificado con algo tan universal como la amistad? Si a eso le sumamos que toca otros tópicos como el divorcio, la maternidad, el amor y el desamor, tiene todo para llegarnos al cuore de una u otra manera. Por supuesto que no son sólo los temas que trata lo que derivó en su popularidad, sino también la manera en que lo hace. Hay cierta cercanía, ingenuidad y a la vez profundidad en la historia y en los personajes. Aunque siempre está al borde de caer en el melodrama y a veces trastabilla, el tono de la ficción es tan encantador y humano que interpela. La capacidad de hacer reír y llorar, tal cual la vida, es el mayor acierto de la serie. Además del placer de reencontrarse con Katherine Heigl, que tan bien se maneja en la comedia y en el drama, y que tiene una colega a la altura de las circunstancias: la actriz Sarah Chalke (adorable en su papel de Kate).