Déjenlos jugar
Music of the Spheres es el disco con el que Coldplay parece haber encontrado una suerte de piedra filosofal que le permite mostrarse rejuvenecido, a tono con las exigencias de la época, pero a la vez consustanciado con su propia ambición artística.
Es cierto que la banda liderada por Chris Martin venía de Everyday
Life, por lejos su álbum menos vendido, y no dudó en asociarse con el productor sueco Max Martin para contrarrestar ese magro resultado. Pero la alianza con uno de los mayores creadores de hits de las últimas tres décadas resultó en algo más que un trabajo efectivo y efectista.
Indudablemente, hay mucha tela para cortar en relación a Music of
the Spheres y su sentido del oportunismo. Temas con nombres de emojis, un estreno de videoclip que involucró en vivo y en directo a un astronauta desde la Estación Espacial Internacional o la sola presencia de fenómenos pop como BTS o Selena Gomez hacen pensar en la habilidad de la banda en términos de ubicuidad y de olfato.
Sin embargo, ahí están también
Coloratura, una sinfonía poprockera de 10 minutos que gozó de una inusitada promoción televisiva; o la preciosa pieza titulada con un corazón, que incluye a Jacob Collier y al dúo We Are KING. Ambos son dos de los mayores momentos de un disco que parece renovarse canción tras canción, y que hasta se anima a jugar con un registro rockero inédito para la banda (People of
The Pride).
Para quienes todavía piensen que Coldplay es el grupo de Martin, otra razón más para darle una oportunidad a Music of the Spheres es la impecable presencia del guitarrista Jonny Buckland, el bajista Guy Berryman y el baterista Will Champion. Junto al cantante y pianista, forman una sociedad creativa y musical que, a 25 años de sus primeros pasos, parece más sólida que nunca.
Miradas opuestas a “Music of the Spheres”, el nuevo disco de Coldplay