A mitad de camino
El disco con temática espacial había generado muchas expectativas cuando la extensísima canción llamada Coloratura vio la luz meses atrás. Este tema psicodélico con reminiscencias “floydeanas” había subido el precio de las acciones de la estima hacia la banda no solo entre los viejos fans que se perdieron después A rush of blood to the head sino entre aquellos que no gustan del pop de hinchada que viene ofreciendo desde hace tiempo Coldplay. Coloratura presagiaba un disco complejo.
Pero este álbum recién editado no puede valorarse solo por los dos grandes temas que abren y cierran esta lista intergaláctica con nombre pretencioso. El disco es, además, un montón de futuros hits radiales calcados de otros que ya tiene la banda, pero adornados con una atmósfera espacial.
El mejor ejemplo es el corte My Universe, canción que interpretan con BTS. El tema va al hueso, a las masas jóvenes y entusiastas que buscan bailar, cantar y sentir que de alguna manera (aunque no se sabe cómo) están en el lado correcto del mundo. Entonces sufrimos un déjà vu. Estribillos pegadizos como ése dan la sensación de que Coldplay no se animó a romper con esa fórmula de canto de cancha que tantas alegrías (y nuevos fans, hay que decirlo) les ha dado.
Párrafo aparte merecen los temas nombrados con emojis. ¿Por qué poner un dibujo cuando la palabra nos habilita a nombrar las cosas de manera más certera y profunda? ¿Hay una intención no perder diálogo con las nuevas generaciones que son, además, sus fervientes seguidores? Nunca lo sabremos.
En suma, el disco está compuesto por una serie de capas que en todos los casos funcionan radialmente pero le quitan originalidad a la propuesta. Music of the Spheres confirma la inteligencia de Chris Martin y los suyos a la hora de valerse de todo lo que otros (incluso los hinchas) ya han creado previamente.