Más allá de las nubes.
Dos días en 4x4 por las sierras cordobesas para hacer cumbre en el cerro Champaquí y recorrer senderos casi desconocidos.
Dos días en 4x4 por las sierras cordobesas para hacer cumbre en el cerro Champaquí y recorrer senderos casi desconocidos cercanos a Tanti.
Vos mirame a mí”, dijo Sebastián, mientras me apuntaba con un dedo, y con el índice y mayor de la otra mano señalaba sus ojos. “No me saqués la vista de encima”, agregó. La situación no era para nada peligrosa, pero sí preocupante para que la Toyota Hilux saliera ilesa: estaba confinada entre dos ajustados paredones de piedra, colgada del chapón protector delantero, con una rueda en el aire, un estribo casi rozando
las rocas del suelo y las puertas a escasos centímetros de raspar contra los costados. Sebastián es López Bernal de apellido, director de Endoterra 4x4, empresa cordobesa organizadora de travesías todo terreno. Y el lugar donde nos encontrábamos era camino a la Cascada de los Pereyra, al oeste de Villa Carlos Paz y de Tanti, pasando San Gerónimo y el desvío a Los Gigantes: una huella inexistente, solo dibujada por el previo paso de su camioneta en esas inmensidades que siempre tienen dueño, pero que ante la majestuosidad del horizonte infinito parecen ser de nadie.
“Necesito que tus maniobras tenga n precisión quir úrgica – c ont i nuó c on ese i n fa l ible acento cordobés capaz de quitarle dramatismo a cualquier situación difícil–. A vos y a tus acompañantes no les va a pasar nada, pero si fallás, lastimás la camioneta. Vas a poner marcha atrás, moverte apenas 5 cm para despegar el chapón, girar toda la dirección a la izquierda y avanzar muy, muy despacio para subirte a una piedra. No tenés margen de error”. Tampoco tenía opciones de bajar para ver lo que me explicaba, porque no había espacio para abrir las puertas ni asomarme por las ventanillas. Él era mis ojos, esa era la técnica y así resultó: la Toyota salió airosa, sin raspones. La cuota de ansiedad a bordo volvió a sus niveles normales y continuamos camino (¡bah!, una forma de decir).
Pista de destrezas
El próximo obstáculo llegó enseguida: un terrible pozo con mucho, muchísimo barro. Hacía más de 12 días que en Córdoba llovía sin parar y el estrés hídrico se notaba en algunas zonas: esta era una de esas. Salvo por un par de pick-ups que salieron invictas, todo el resto cayó en la trampa. El lodo se las tragaba con paragolpe y todo casi hasta la óptica delantera, lo que equivalía a quedar sumergido medio metro en el fango. Bromas mediante, unas fuimos auxiliando a otras hasta que la caravana recompuso su normalidad. “Terapia sin psicólogo”, apuntaron por ahí...
Las cuatro y media de la tarde marcaron el punto de inflexión. Hacía más ocho horas que el desayuno había quedado atrás: indefectiblemente era la hora de la picada, y no de una cualquiera, sino de esas de campo, con todo lo necesario y mucho más. El paisaje y el ruido del silencio apor-
taban los dos ingredientes que la diferenciaban de alguna posible semejanza con un cuento fantástico. Estábamos solos en medio de una acendrada nada misma.
Lentamente, con las luces encendidas fuimos dejando atrás las propias y únicas huellas para recuperar la ruta 28 –de tierra–, que con sus curvas y contracurvas lleva primero a Tanti y luego se transforma en asfalto (RP 38) hasta Villa Carlos Paz: unos 120 km que demandan algo más de 4 horas. Si algo faltaba era que bajara una nube, su espesa niebla nos envolviera, lloviznara de noche, la visibilidad se redujera a escasos metros en resbaladizo camino de precipicio y dos de las camionetas sufrieran desperfectos mecánicos. No lo esperábamos, pero ¡ocu- rrió!, literalmente. Experiencia merecedora de integrar la bitácora de todo buen aventurero.
Hasta el próximo encuentro en la estación de servicio transcurrieron apenas una cena, una noche de reparador sueño y la compra de provisiones. El destino del nuevo día era hacer cumbre en el cerro Champaquí, pero acceder a él de otra forma que no sea a pie está
prohibido. Solo se puede llegar en trekking desde varias localidades según la dificultad pretendida: Villa Alpina (3 días con pernocte en refugios), Las Rabonas (escalada de mediana dificultad) o San Javier son las más frecuentes. Nosotros optamos por otra variante: hacerlo en 4x4 hasta el vecino cerro Los Linderos. El camino también se puede transitar en motos, cuatriciclos y hasta mountain bikes –para quienes se animen a semejante trepada–, pero no en autos bajos por las piedras sueltas y profundas zanjas transversales.
Hoja de ruta
A las 8:30 las camionetas pusieron rumbo sudoeste en sus GPS. El circuito desde Villa Carlos Paz fue por ruta 20 hasta el cruce hacia Falda del Carmen, luego la ruta C45 hasta Alta Gracia, a partir de ahí la RP5 que pasa por Anisacate, Villa Ciudad América, Villa General Belgrano y Santa Rosa de Calamuchita, donde to- mamos el desvío por la ruta 228 a Villa Yacanto de Calamuchita, último punto de reaprovisionamiento, a unos 44 km del cerro Los Linderos. Por si faltó alguna vitualla esencial, más arriba se encuentra el puesto Tres Arboles, último contacto con la civilización, donde también se puede conseguir agua caliente. A partir de ahí comenzamos a transitar dentro y más allá de las nubes.
De la cumbre de Los Linderos a la del Champaquí hay 164 m de desnivel: de 2.720 a 2.884 m. Tras estacionar las camionetas al pie de las antenas de radio que coronan Los Linderos, caminamos unos 45 minutos. La senda trazada por Julio Guzmán –el guía– fue sencilla y con todas las excusas necesarias para que recuperáramos aire sobre estas formaciones de casi 300 millones de años. Cuando nos veía cansados se detenía con algún pretexto y sacaba a relucir con humildad su conocimiento geográfico local. Tenía muy en claro el oficio: en esos minutos de
subrepticia complicidad nos permitía respirar disimuladamente.
Un balcón increíble
Hicimos cumbre en el Champaquí a mitad de la tarde. Desde el mítico techo de Córdoba –considerado la segunda maravilla natural de la provincia (la primera es Laguna Mar Chiquita y bañados del río Dulce)–, si el clima acompaña es posible divisar los espejos de agua de los diques Los Molinos, Cerro Pelado, Embalse y Piedras Moras. En la propia cima, además de monumentos religiosos, un busto del Gral. San Martín y placas conmemorativas de ascensos varios, hay un espejo de agua que en lengua comechingón le da origen al nombre del cerro: Champaquí significa “agua en la cumbre”.
A minutos de efectuar el des- censo, un almuerzo similar al del día anterior coronó –entre cóndores y nubes– el mágico final de dos jornadas de travesía. Restaba una parada en Aldea de los Cerros, la única casa de té ubicada en el camino. Como suelen decir: solo se vive una vez, pero si se hace bien, es suficiente. Agradecimientos: a Agencia Córdoba Turismo y Marcelo Pagano.