Fogones de mínimo impacto
Cómo y dónde encender fuego de manera ecológica, que no afecte el suelo. Precauciones.
Con el auge de los calentadores portátiles para camping, los fogones ya no se necesitan para cocinar, aunque siguen siendo un elemento en la tradición y la mística del campamento, y mantienen su valor como un medio de dar calor a los acampantes en las noches frías. En los campings organizados, en general hay zonas expresas para encenderlos, y allí se pueden armar los fogones tradicionales (como pirámide o pagoda).
Cuidado del medioambiente
En el caso de los campings agrestes hay que averiguar si se puede prender fuego o no. En zonas donde no existan reparos para armar un fogón, hay que hacerlos con métodos que no impacten negativamente en el ambiente. Lo más importante es evitar el deterioro del suelo: la repetición de un fuego en un mismo sitio afecta con sus altas temperaturas la materia orgánica, dejando un parche de tierra muerta de más de 10 cm de profundidad, que puede durar décadas. Además está el tema del consumo de combustible: hay que cuidarse de no eliminar de la superficie todos los restos de madera, porque afecta a la vida silvestre y le quita al suelo una importante fuente de nutrientes. Ni qué hablar de arrancar ramas de los árboles o cortar sus troncos…
La fogata de montículo es una forma de fuego sustentable recomendada para lugares agrestes, siguiendo los principios de “No dejes huellas”, pensados para disfrutar de la vida al aire libre y, a la vez, proteger las áreas naturales y las experiencias que valoramos.
En primer lugar, vamos a elegir para acampar un lugar con abundante leña caída (mejor sería todavía llevar la nuestra, en el caso de tener disponible un vehículo de apoyo, o porteo de mulas o caballos). En segunda instancia, optaremos por un suelo de bajo impacto, por ejemplo: grava (mezcla de pequeños guijarros, arena y polvo), un acarreo de piedra, o algún tipo de arena. De no disponer de un suelo así, lo aconsejable es armar una fogata de montículo para no dañar el suelo orgánico.
Necesitaremos una pequeña pala, un cobertor para el piso (puede ser una tela tipo arpillera o una plástica resistente (tipo las de supervivencia), leña no muy gruesa (alrededor de 5 cm de diámetro), una pequeña cantidad de suelo mineral (guijarros de un lecho de río seco o pedrera), y una bolsa de acarreo para transportarlo hasta el lugar del campamento.
Sobre el cobertor construiremos un cono truncado de por lo menos 20 cm de altura, para evitar que el calor del fuego afecte al suelo orgánico y al propio cobertor. Una buena diferencia de diámetro entre base y tope brindará protección contra chispas y brasas fugitivas. La parte superior deberá ser moderadamente cóncava. Usaremos leña cortada en pequeños trozos, dejando que se consuma en el fogón, sin que queden brasas o madera a medio consumir. Las ceni- zas del fogón se pueden esparcir al viento, y el montículo se desarma, llevando en lo posible el material inorgánico a su lugar de origen.
Tipos de madera
Hay que tener en cuenta el tipo de leña que vamos a utilizar, porque no toda arde igual, ni desprende el mismo calor, ni las mismas llamas, ni forma una brasa duradera. Entonces tendremos que ver el uso que le vayamos a dar al fogón. Por ejemplo: si necesitamos un fuego que nos dé llama en forma rápida usaremos leña blanda. Si precisamos un fuego para brindar luz, calor y para cocinar emplearemos leña semiblanda y dura.
En la construcción de fogón, además de los leños, precisaremos yesca para prenderlo. ¿Qué es la yesca? Hojas y corteza seca de árboles, ramas finitas, piñas de coníferas, restos de arbustos secos, etc.
En cuanto a las leñas blandas, son las que se consumen rápidamente con llamas continuas: excelentes maderas para encender o iluminar. Entre ellas están el abedul, sauce, cardos, álamo, acacia castaño, plátano, avellano, etc.
Por último, las leñas semiduras, que arden con una llama viva, pero poco duradera, y a menudo desprenden un fuerte humo (como las coníferas, el pino, el alerce, etc.). Y las leñas duras que dan poca llama, pero por su calor lento y prolongado son excelentes para cocinar y dar calor: roble, algarrobo, quebracho, arce, fresno, olivo, haya, olmo, etc.