Avistajes en la ruta de Darwin
Desde Puerto Deseado, Santa Cruz, navegamos por el océano en kayak y a motor para avistar delfines, pingüinos y otras aves. Una zona que Darwin conoció en 1833.
En un rincón de la costa pat agón ica, por debajo del i nt e r m i n able gol fo S a n Jorge, se encuentra la ría de Puerto Deseado. Un accidente geográfico donde el mar se interna en la estepa, pretendiendo abrirse paso, generando un paisaje que no solo sorprende por su extraño aspecto, sino que también es el refugio para una gran variedad de fauna que eligió ese lugar como suyo.
Nuestro primer día de aventura nos recibió con un viento calmo y un cielo completamente azul. Nos reunimos en la galería de la empresa de excursiones Puerto Penacho, construida con buen gusto sobre la costa de la ría, desde donde se puede contemplar lo agreste del paisaje. Nos pusimos los salvavidas mientras Daniel Fueyo, con una cordialidad distendida como si nos conociéramos de toda la vida, nos explicaba las medidas de seguridad y nos ayudaba a embarcar. La primera impresión es de un tamaño desmedido. Frente a la proa de nuestra embarcación se presentaba un río inmenso con islas que se interponen a su paso y altos acantilados que delimitan sus costas. Navegar por ese paisaje ya es todo un paseo, pero la aventura apenas estaba por comenzar. Taty, nuestro capitán, puso rumbo a unos grandes paredones que caían a pique sobre el agua. Con habilidad, dejó que la embarcación se apoyara suavemente sobre una roca para contemplar a los cormoranes roqueros. Acomodados en apenas alguna saliente de las rocas y desafiando la gravedad, ellos se lanzaban al vacío en busca de algas, para luego volver al mismo lugar donde sus parejas los esperaban para ayudar a construir sus nidos.
Integrantes de una colonia
Continuamos bordeando las rocas hasta salir nuevamente al cauce principal. A lo lejos se avistaba la isla De los Pájaros que se agrandaba cada vez más. Con una marcha lenta nos encajamos