Weekend

Tres puntos y quince kilos

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La pesca y el periodismo comparten algo en común. Ambas actividade­s están hechas de milagros. Y prueba de ello fue un reciente viaje a Bella Vista en donde sufrí algo que podríamos llamar “un accidente con suerte”, si es que tal cosa existe. Nos encontrába­mos pescando pacúes en el arroyo Pacucito, en el marco de un relevamien­to donde el objetivo mayor era dar con la máxima variedad posible de cara a la promoción del Torneo de Pesca Variada que realiza esa localidad. Y habiendo pescado ya surubíes, bogas, tres puntos, toda la variada de cuero, bogas, pira pitá y palometas, las figuritas difíciles que nos venían faltando eran, precisamen­te, el pacú y el dorado. Tres cabezones nos hicieron la pera en los palos sumergidos de las puntas de isla, apostadero­s naturales donde acechan los grandes dorados. La contra: esos sitios dan una sola chance, difícilmen­te haya más de un gran pez por lugar, de modo que todo era a plata o… bueno, ustedes saben. La cuestión es que en los únicos t res piques que tuvimos, dorados grandes nos lle- varon el señuelo a los palos y lograron fugar, haciéndono­s perder un par de artificial­es. Por eso decidimos calmar la ansiedad probando suerte con el pacú y, después, reintentar con el dorado. El caso es que el arroyo Pacucito donde íbamos dejándonos derivar mansamente, nos tenía muy entretenid­os golpeando las orillas con anzuelo encarnado con masa, tirando debajo de la copa de los árboles, para lo cual usaba un equipo de bait con caña corta, de 5 pies, muy eficaz para un lance de precisión a 15 metros máximo. En eso, el guía Hugo Vicccini pega un grito de alerta: “¡Pongan equipo de bait que llegamos a una punta con buenos palos y ahí hay dorado grande!”. En mi desesperac­ión de saber que no llegaba a armar una caña de 7 pies acorde a esa pesca, decidí cambiar de elementos en la misma caña corta, por lo que corté el leader con el anzuelo pacucero, saqué el plomito y tomé a los apurones un señuelo de tolling que había a mano, que tenía un leader demasiado largo para bait, pesca donde la clave es arrimar el señuelo al tip de la caña y lanzar tras cargar la vara con un movimiento hacia atrás para luego expulsar el señuelo con buen látigo. Con media lancha cabinada, lospescado­resteníamo­s que trabajar del medio hacia popa, por lo que estábamos actuando bastante juntos. Mi primer tiro no llegó a destino, quedando a unos 5 metros de los palos elegidos. Mientras, mis amigos y el guía ponían el señuelo en el lugar adecuado, por lo que resolví la situación incrementa­ndo la violencia de mis lances. Hasta que el leader largo y la caña corta me jugaron una mala pasada: me puse un señuelazo en la nunca que resultó como una trompada de Mike Tyson a una anciana despreveni­da haciendo la cola de la jubilación. Encima me di vuelta enojado, pensando que alguien había tenido la culpa… pero no, el único culpable estaba detrás de mi reel. El caso es que uno de los anzuelos 4SX Strong perforó la gorra y penetró 1,5 cm, hasta el borde de la curva, en mi hueso craneal. La providenci­a quiso que en la lancha tomara cartas en el asunto Andrés Sánchez, oftalmólog­o cirujano, quien tras cortar la gorra y examinar la situación dijo que era imposible sacar el anzuelo allí y que debíamos volver a Bella Vista a operarme. Desandamos el derrotero y antes de llegar el médico llamó a su clínica y pidió que prepararan el quirófano. Lo que siguió fue puro vértigo: correr de inmediato a la clínica, donde ya nos esperaban con todo el instrument­al las asistentes del Dr. Sánchez, y tras unos pinchazos de anestesia, el bisturí preciso del “doc” logró ampliar la brecha y retirar la lanceta del anzuelo. Tres puntos de costura y… al puerto otra vez. Pero al llegar a puerto el guía Viccini ya había guardado su lancha, pensando que no volvíamos. “¡Bajen la mía!”, dijo el doctor. Y apareció en escena una tremenda embarcació­n deportiva con la que al rato estábamos de nuevo en zona de dorados, para aprovechar solo la última hora de sol. Esta vez con caña adecuada y el leader acorde al equipo, golpeamos palos de la isla Guazú hasta que un violento pique seguido de una corrida hacia el medio del río me dio el único dorado del día: 15 kilos de pura furia. El sapukay del guía Viccini y la devolución de la pieza nos permitiero­n completar el álbum de especies buscadas a lo largo de dos jornadas de pesca inolvidabl­es.Días en que el héroe fue el inigualabl­e doctor Andrés Sánchez, a quien jamás voy a olvidar por sus tres puntos y los 15 kilos del pescado de mi vida.

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