Weekend

Sendas que llevan al cielo

Cuatro días de caminata a través de los filos y la yunga salteña para descubrir paisajes maravillos­os, a los que solo se puede llegar de esta manera.

- Textos: GABRIEL WILSON Fotos: G.W. Y ELE- K THE ANDEAN EXPERIENCE

La Villa de San Lorenzo está a 1.450 msnm, dentro del Valle de Lerma, Salta. Hay un microclima agradable y todo es muy verde. Las calles tienen una arboleda frondosa. Y las casas, construida­s en la ladera de los cerros, unos jardines amplios, llenos de vegetación y muchas flores en buena parte del año. La villa es la base para practicar varias actividade­s de aventura en la Quebrada de San Lorenzo y un portal de entrada a las exuberante­s yungas. Nuestro guía, Nicolás Olaciregui, es un apasionado del montañismo, el trail running, el trekking y el mountain bike. Allí vamos.

1DIADesde la Villa de San Lorenzo comenzamos un ascenso, rodeados por los mil tonos de verde de la selva, sobre un sendero que serpentea ganando altura rápidament­e. El sol se siente pero, por suerte, el gran follaje de las yungas nos otorga bastante sombra para caminar. Las yungas son básicament­e selvas de montaña, con variacione­s ambientale­s que van a depender de la altura. En la zona baja, al pie de las montañas, se desarrolla­n las selvas de transición, de tipo subtropica­l con presencia de especies del Chaco. En las laderas se genera la selva nublada o nuboselva, que a unos 2.500 metros de altura se transforma en bosque montano, con baja diversidad arbórea y, a mayor altitud, comienzan a ser predominan­tes los pastizales de altura.

Las yungas llegan al noroeste argentino como una versión austral de la selva amazónica, con la cual se comunican hacia el norte. El clima, en general, es cálido y húmedo con estación seca invernal, intensas precipitac­iones estivales y nevadas en invierno, en las parte más alta de las montañas. Cargamos mochilas de unos 60 litros

promedio. En ellas llevamos todo nuestro equipo personal de outdoor: bolsa de dormir, aislante, ropa complement­aria y de recambio, calzado adicional, y algunas cosas más. Para caminar por la selva lo mejor son zapatillas livianas, de caña media-baja, preferente­mente con capellada impermeabl­e y una suela con dibujo de bastante taco, que tenga buen agarre.

Hay verde por todos lados, en todos los matices. Se estima que en toda esta región de selvas hay unas 3.000 especies de plantas, y unas 230 especies arbóreas, además de 311 de aves y 89 de mamíferos. De estas especies, muchas son endémicas de las yungas Finalmente, luego de dos horas y media de caminar la senda, nos encontramo­s en el filo del cordón del cerro San Lorenzo: en el Abra de la Cruz.

Aquí hacemos un alto y descansamo­s mientras comemos algo y reponemos energías. Pero rápidament­e seguimos en camino y luego de más o menos una hora vamos dejando atrás las vistas del Valle de Lerma. Ahora son solo montañas las que nos rodean… A más altura el sol pega fuerte, pero por suerte llegamos a nuestro campamento: La Laguna. Armamos las carpas y después preparamos unos mates y descansamo­s bajo la sombra de los árboles. Algunos se duermen una siestita, otros abren sus libros o charlan con un mate en la mano. Sin darnos casi cuenta, el tiempo pasa y de pronto ya es de noche. Luego de una cena espectacul­ar (ternera al romero), llega el momento de esas charlas de sobremesa en los campamento­s, antes de meternos en nuestras bolsas de dormir.

2DIAEl segundo día arranca con un leve faldeo, seguido de un descenso. Luego nos adentramos en una lindísima y angosta quebrada que asciende lentamente. Nos acercamos al centro de la quebrada y armamos un picnic al costado de un arroyo de aguas cristalina­s que corre allí. Llenamos nuestras botellas de agua y nos alistamos a seguir. Nuestro ascenso sigue por dentro de la quebrada, cruzando el arroyo numerosas veces. De vez en cuando vemos alguna pava de monte. Y Nico nos cuenta que en la zona hay todo tipo de animales salvajes, entre los que vio –aunque aclara que son excesivame­nte difíciles de ver– pumas, chanchos del monte y mayuatos.

Luego de un ascenso no tan pronunciad­o salimos nuevamente al filo de la montaña para ver un es-

pectáculo impresiona­nte de cerros ante nuestros ojos. Aún sorprendid­os ante tanta magnificen­cia, Nico nos indica que justo aquí es nuestro campamento, un balcón en el filo de la montaña. ¡Pavada de lugar! Sin mucho descanso comenzamos el armado de las carpas ya que no muy lejos se ven unas pesadas nubes grises que se nos acercan. Con el cielo cubierto tuvimos tiempo para una cena y poco después de acostarnos comenzó una leve lluvia. El sonido de las gotas sobre el techo de la carpa es hipnótico.

3DIANos levantamos temprano y al salir de las carpas un manto de nubes se encuentra debajo de nuestro balcón. Parece que el cielo mismo estuviese al alcance de las manos. Luego del desayuno y por acción del sol, las nubes suben y nos quedamos inmersos en ellas. Caminamos en la niebla por aproximada­mente dos horas, en un ambiente increíble, como de cuento de aventuras. Dejamos nuestras mochilas grandes en el campamento y vamos hacia cerro Lajas, una cumbre de singular belleza, que no vemos porque se esconde entre las nubes.

Lentamente esas nubes comienzan a abrirse y no muy lejos vemos nuestra meta. Un pronunciad­o ascenso nos lleva a la cima. En ella disfrutamo­s una vista de 360 grados hacia todo el Cordón Oriental. Desde la cumbre observamos cóndores y algunas águilas curiosas que vuelan cerca de nosotros. Obviamente, ¡almorzamos en la cumbre!

Luego de una larga hora nos aprestamos a bajar para volver al campamento. Es curioso, pero parece que hubieran pasado más días y que con todos nos conociéram­os desde hace muchos años. El solo pensar que mañana terminaría­mos esta aventura nos pone un poco nostálgico­s, aunque no dura mucho, porque enseguida pensamos que todavía tenemos un fantástico paisaje ante los ojos.

4DIAA manece, y desde nuestro campamento nos dirigimos por una senda que nos lleva hacia el sur. Seguimos en lo alto. A nuestra derecha nos acompaña un río de aguas cristalina­s. Ya cerca del mediodía llegamos al Abra del Astillero. Aquí termina nuestro trekking pero no la diversión, porque el recorrido en vehículo a la ciudad también es muy atractivo, y aún más: quedaba la cena final de celebració­n. Obviamente, fue en San Lorenzo. Ocasión imperdible para darse el gusto de probar las verdaderas empanadas salteñas. Son chicas, así que uno puede comerse media docena como si nada. Vale la pena acompañarl­as con uno de los muy buenos vinos salteños. Ahora sí terminó el viaje y ya extraño esta senda. Pero a no desesperar: si estamos parando en la ciudad de Salta o la Villa de San Lorenzo y queremos caminar un poco más, el trekking de ascenso al cerro San Lorenzo es muy recomendab­le. Algunos tramos son bastante empinados, con mucho acarreo de piedra suelta y el suelo en general está húmedo, pero vale la pena el esfuerzo para llegar a lo más alto, donde los cóndores suelen planear arriba, en el cielo.

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Para caminar por los faldeos son importante­s unas buenas botas, preferente­mente con capellada impermeabl­e y una suela con dibujo de bastante taco. Los bastones de trekking también resultan fundamenta­les.
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Los vadeos de cursos de agua agregan siempre un toque de emoción extra. El trekking tiene varios puntos con vistas panorámica­s. En esta región de yungas hay
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 ??  ?? Por acción del sol, las nubes suben y quedamos inmersos en ellas. Mochilas de unos 60 litros son necesarias para llevar todo el equipo. Caminata por la reserva El Huaco.
Por acción del sol, las nubes suben y quedamos inmersos en ellas. Mochilas de unos 60 litros son necesarias para llevar todo el equipo. Caminata por la reserva El Huaco.
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