Weekend

Un viaje por los fiordos chilenos.

Recorrido por los fiordos de Chile a bordo de un crucero muy particular. Una travesía por geografías sorprenden­tes y territorio­s con historias que mezclan pueblos originario­s con la conquista española.

- Por Florian Sanktjohan­ser.

Recorrido de la Patagonia sur a bordo del Skorpios II, un crucero muy particular que atraviesa geografías sorprenden­tes y territorio­s con historias que mezclan pueblos originario­s con la conquista española.

Via iajarja r en barco por el sur de la Patagonia chilena,chilena , a través de fiordos, pasando por is islasla s bo boscosassc os as y ha haciacia un glaciar del cual se desprenden bloques de hielo que caen al mar: suena a una expedición que ca cansa,nsa pero en realidadre­a l idad un cr cruucero hacia la laguna San Rafael es sorprenden­temente cómodo. El recorrido comienza en Puerto Montt. Entre retamas florecient­es aparecen casas de madera multicolor­es, en las colinas se ven ove-

jas y hay un bosque mixto. Solo los dos volcanes en el horizonte recuerdan que el viaje va al fin del mundo, a la laguna San Rafael, donde torres de hielo caen ruidosamen­te al mar y donde se sirve la que quizás sea la bebida más exclusiva del mundo, un whisky muy especial.

Mientras el Skorpios II abandona Puerto Montt, los camareros sirven como saludo pisco sour. Este es un crucero donde muchas cosas son muy diferentes de lo que ocurre en las naves que surcan el Mediterrán­eo o el Caribe. El Skorpios II es un barco pequeño, acogedor, de 70 metros de eslora y 10 metros de manga. Lo primero que llama la atención son los nombres de las cubiertas: Athos, Acrópolis, Olympo. Nostalgia familiar del fundador de la naviera, Constantin­o Kochifas. Su padre emigró a Chile desde Grecia. Kochifas comenzó su negocio con

mercantes transporta­ndo diésel y alimentos desde Puerto Montt a Puerto Chacabuco. Y durante el derrotero de vuelta exploraba estrechos y canales.

Los pescadores le hablaban de los glaciares e icebergs en el sur. En 1960, Kochifas bajó por primera vez en barco a la laguna San Rafael y quedó encantado. Ideó el plan de enseñar esta joya de la naturaleza a turistas. E l momento l legó en 1976: Kochifas había mandado instalar camarotes en su mercante y navegó con 14 pasajeros hacia la laguna glaciar.

”Fue un éxito total”, cuenta Oscar Aguilar. El capitán, de 58 años, es primo del pionero y trabaja desde hace 20 años en varios barcos de la naviera. Actualment­e, la empresa la dirige uno de los hijos del fundador. Constantin­o Kochifas murió poco antes de cumplir 80 años a bordo de uno de sus tres cruceros.

La laguna escondida

Aguilar timonea prudenteme­nte el barco junto a islas y rocas en la costa este de Chiloé. Aunque en casi toda la ruta hay islas que protegen el barco como gigantesco­s rompeolas de las fuerzas del Pacífico, existen muchos lugares poco profundos. Además, en el canal Corcovado las olas pueden alcanzar una altura de cinco metros.

A la mañana siguiente, el barco continúa su viaje protegido por el siguiente grupo de islas. El archipiéla­go de Chonos toma su nombre de los primeros habitantes de la región. Los chonos vivían en tiendas hechas de piel de león marino y se lanzaban al mar en canoas fabricadas con troncos. Untaban en su piel la grasa de leones marinos y saltaban desnudos a las aguas gélidas para cazar peces con arpones hechos de huesos de ballena y para buscar moluscos. Monjes españoles les trajeron la Biblia y la tuberculos­is. Los chonos solo sobrevivie­ron en los genes de algunos descendien­tes. Actualment­e, la mayoría de las 800 islas están desplobada­s. El barco se abre camino por un laberinto de islotes, rocas y lenguas de tierra, todos cubiertos de bosque andino, también llamado selva húmeda. En el horizonte resplandec­e el hielo eterno de las cimas de los Andes. Solo las boyas de color naranja de los criaderos de salmón alteran el idilio de la naturaleza. Cuanto más se adentra el barco en el fiordo Quitralco, más se acercan las montañas.

La laguna y el glaciar aún están escondidos detrás de una lengua de tierra. Aguilar tiene que pilotear el barco por un canal estrecho. Debido a la fuerte corriente y los icebergs, este tramo del viaje es el más difícil.

En 1620, el piloto español Juan García remó en canoa con guías chonos por este estrecho. Buscaba una vía al Pacífico, al igual que los ingenieros del gobierno chileno que en la década de los 40 del siglo pasado intentaban cavar

un canal a través de la morena en el lado sur. Afortunada­mente, el plan no pudo financiars­e y hoy la laguna está protegida como parque nacional. Aun así, el glaciar, que nace en el campo de hielo en el sur de la Patagonia, ha retrocedid­o considerab­lemente.

Rumbo al brindis final

El barco fondea a los pies de las empinadas pendientes selváticas. Los pasajeros se ponen los chalecos salvavidas y suben a los botes. Se navega entre icebergs, algunos de ellos tan bajos como un submarino que sale a la superficie y otros tan altos como enormes acantilado­s. El hielo está acanalado, pulido y muy poroso, cristalino, blanco como la nieve y de color azul neón. Cuanto más azul es, tanto más comprimido está el hielo. Sin embargo, al final, la enorme pared de hielo al fondo atrae todas las miradas. Las torres de hielo más altas se alzan hasta 60 metros sobre la laguna. Y de repente se rompe toda una pared de hielo. El espectácul­o se parece a la voladura de un rascacielo­s.

El hielo cae al agua con un gran estrépito. Del líquido verde salen a la superficie icebergs como si fueran corchos. Rápidament­e, se dirige la proa hacia la ola de pleamar, manteniend­o siempre una distancia de 500 metros. En el momento culminante del espectácul­o, el timonel sube el barco a un iceberg. Con un pico, el barman corta un pedazo de hielo, lo parte en trocitos que mete en copas y les pone whisky. Ya está lista la bebida exclusiva 12/30: un whisky de 12 años sobre hielo de 30.000 años de antigüedad. ¡Salud!

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Arriba: el crucero por la Patagonia salvaje comienza en Puerto Montt. Derecha: Oscar Aguilar, el muy experiment­ado capitán del Skorpios II, y una postal del volcán Corcovado.
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El Skorpios II es un barco pequeño, sumamente acogedor, de 70 metros de eslora y 10 metros de ancho. Arriba: vista aérea del bello glaciar de San Rafael.
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Los barcos parecen diminutos en comparació­n con las colosales paredes de hielo del glaciar.

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