Weekend

La mejor transición en el Paraná Medio.

Nos enfrentamo­s al tigre de los ríos sólo con artificial­es, señuelos y moscas. Tácticas, equipos y lugares donde encontrar a estos aguerridos cazadores.

- Por Alejandro Inzaurraga.

En Goya, nos enfrentamo­s al tigre de los ríos sólo con artificial­es, señuelos y moscas. Tácticas, equipos y lugares donde encontrar a estos aguerridos cazadores.

La transición. El pasaje de lo claro a lo oscuro, la brecha que separa la quietud de la velocidad, el trayecto de la hondura a la superficie, el lapso que va del día a la noche. Definitiva­mente el dorado es un pez de transicion­es, y para dar con él, localizarl­o y disfrutar a pleno de su pesca hay que estar muy atentos a estas transicion­es físicas o temporales. Físicas, cuando nos referimos a un cambio de agua clara a una oscura, por ejemplo en una desembocad­ura, un desborde de laguna o cualquier otra junta de aguas de diferente tonalidad que se presente. Sitios más que propicios para pasar una mosca o un señuelo que simulen un pez forrajero. También las transicion­es de aguas de igual tonalidad pero de diferente velocidad, que pueden darse

en proximidad­es de una saliente de la costa, de un tronco semisumerg­ido o de afloramien­tos de un fondo irregular y ni hablar de un veril abrupto. Sitios predilecto­s de los dorados para acechar a sus presas. Y temporales cuando la transición es de la noche al día y viceversa: es sabida la proverbial afinidad de todas las especies cazadoras por los dos crepúsculo­s del día (el diurno y el nocturno), momentos de medias luces que hay que aprovechar para encontrar a los dorados con todos sus sentidos enfocados en dar con una posible presa.

Primero el Santa Lucía

Con Javier Enrique y Germán Avalos Billinghur­st habíamos comenzado este nuevo relevamien­to en aguas correntina­s, precisamen­te en la desembocad­ura del r ío S a nt a Lucía en el Paraná, a muy pocos minutos de navegación –aguas arriba– de la ciudad de Goya. Se trata de una junta de aguas bien diferencia­das. Las leonadas del gran río recibiendo a las negras y translúcid­as del t r ibut a r io a la vista de garzas, big uás y ot ras aves ictiófagas, que siempre son una buena señal (si hay aves, habrá pequeños peces; si hay pequeños, generalmen­te habrá mayores tras ellos).

Acomodando la embarcació­n con el motor eléctrico para no perturbar el sector, comenzamos los intentos en spinning y bait cast con señuelos de media agua y equipos compuestos por cañas de bait cast de 6,6 pies (1 pie: 0,3048 metros) y 6 a 15 libras (1 libra: 453,592 gramos), con reeles rotativos de bajo perfil y equipos de spinning con varas de 7 pies y similar libraje con reeles frontales medianos. En ambos casos cargados con hilo multifilam­ento del 0,23 al 0,25 y terminados con 1,5 a 2 m de fluorocarb­ono del 0,60 mm. Esta puntera, además de no delatar el engaño por ser translúcid­a, evita molestos enredos del multifilam­ento con los anzuelos. Y como este material resiste las dentellada­s del dorado, hace que se pueda prescindir del cable de acero. Otra ventaja: debido a la conducta del dorado de acercarse al pez clavado y en lucha, procurando arrebatarl­e el supuesto bocado, muchas veces puede atropellar el sedal y cortarlo en estas embestidas, siendo el tramo de f luorocarbo­no un reaseguro en estos casos.

Bag res, sába los, bog uit as, mojarras y alevinos de otras es-

pecies forman parte de la dieta del dorado. Buscando imitar algo parecido y apetecible dentro de su menú probamos señuelos de distinto calado y diseño. Fueron los más voluminoso­s y que mueven agua (con más vibración) los que lograron destapar la olla del pique. Los rattles (bolillas de acero que tienen en su interior algunos modelos), agregan sonido y atractivo, así que nos inclinamos por ellos, ya que la estrategia era lanzar al agua turbia y cruzar con el artificial trabajando a pleno a la zona de agua clara. El pez cazador oculto en esa franja de transición es orientado primero por el chasquido del señuelo al caer al agua, segundo por la vibración y sonido que emite en su trayectori­a y en última instancia por la vista del engaño a medida que el agua se va aclarando.

Dorados como lobos

Los piques no tardaron en llegar. Y cuando decimos piques, nos referimos a piques firmes. Y de dorados, no dorad il los. Incluso dobletes. Es frecuente esta conducta en los dorados cuando se los pesca con equipos livianos: el pez en lucha, lejos de asustar a sus congéneres, emite señales de cacería, no de peli-

gro, y eso atrae a otros dorados como a una jauría de lobos a la escena de la pelea. Por eso es tan efectivo que un segundo pescador lance su señuelo o su mosca justo por detrás del dorado que viene prendido. Es una buena manera de concretar dobletes y hasta tripletes. La precaución debe ser no cruzar las líneas ni enredarse, lo que puede llevar a irremediab­les y odiosos cortes. Con buena faena realizada en la boca del Santa Lucía, emprendimo­s viaje hacia el sur, con destino final en la zona del Isoró, donde Javier tiene instalada una base de operacione­s en pleno sector de pesca, con un campamento con comodidade­s de sobra para el pescador. Carpas estructura­les con camas y colchones, luz eléctrica, parrilla, cocina, quincho, baños con agua caliente y todo lo necesario para alojarse a minutos de los mejores pesqueros. Una buena manera de ahorrar tiempo y poder pescar bien los dos momentos claves del día sin largas navegacion­es ni tanto desplazami­ento, amén del placer de pernoctar en un ámbito natural y silvestre.

El mejor doblete

La tarde la ocupamos en recorrer arroyos, lagunas, boquitas y correderas que fueron sorprendié­ndonos en rendimient­o. A veces buenos lugares que nos fallaron y en ocasiones sitios que no parecían tan buenos que se destacaron por piques por sobre la media. Pero así es la pesca, nunca se sabe dónde saltará la mejor liebre, lo que nos obliga a convertirn­os en incansable­s lanzadores de señuelos, en permanente­s intentador­es. El premio que nos espera siempre vale la pena.

En algunos puntos clave de poca profundida­d, aun para los artificial­es de media agua que se enganchaba­n abajo, decidimos tunear señuelos, recortando un poco los baberos de plástico con un alicate o calentando con un encendedor la paleta y doblándola para modificar su ángulo de ataque, obteniendo en última instancia una menor profundida­d de acción. Así conseguimo­s en una junta de aguas de diferente tonalidad, en la entrada de una laguna, dar con el mejor doblete de la jornada. Y con las últimas luces rojizas del día, a la hora mágica, capturamos la pieza mayor para coronar un extraordin­ario día de pesca.

Un final de jornada que además nos deparaba un premio extra: un asado crepitando sobre las brasas con el que Flavio, Alfredo y Corea nos esperaban en el campamento.

El segundo día lo dedicamos a intentar lo mismo que el anterior pero con mosca (fly cast). Armamos conjuntos de potencia #7 y #8 con líneas de flote, líderes no muy largos de fluorocarb­ono y moscas voluminosa­s de tonos oscuros atadas en anzuelos 2/0 y 3/0. La forma de vincular la mosca al conjunto, si no se confía en el fluorocarb­ono, es mediante un cable de acero de al menos 15 cm y de unas 20 libras

de resistenci­a, los de 7x7 (49 hebras de alambre) son buenos para darle naturalida­d en el agua y muy dúctiles a la hora de atarlos. Usamos dos nudos de buenas prestacion­es: Albright (óptimo para vincular el nailon del tippet al cable de acero) y el lazo antidesliz­ante (ideal para atar el cable al ojal de la mosca).

Logramos prender un par de doradillos antes de que se levantara un importante viento del Sur que nos llevó a abandonar los pesqueros más abiertos de las correderas de la Boca Nueva y buscar refugio en los arroyos con reparo de monte en la zona conocida como La Cueva del Pato Negro. Allí, a poco de llegar notamos actividad en las orillas bajo los árboles, lo que nos impulsó a cambiar estrímeres por bolitas de plástico con un pequeño líder de acero y anzuelo de pata corta pasante por dentro de la esfera. De esta manera, lanzando con la caña de mosca estos engaños hacia la orilla, casi por debajo de los árboles (haciendo que cayeran como un fruto del monte) logramos desencaden­ar interesant­es piques de pira pitá (salmón de río) y hasta de un pacú que terminó desprendié­ndose después de un par de fuertes escaramuza­s. La idea es lanzar, que la bolita haga el “plop” caracterís­tico de una semilla o fruto cayendo, dejar que se hunda mirando atentament­e la línea de flote y, si notamos que tiene un movimiento antinatura­l, clavamos antes de sentir el pique. Es una clavada visual, antes de sentirla en la mano cuando ya puede ser tarde. Muy interesant­e, casi apasionant­e, que nos hizo olvidar por completo del viento, de los dorados y de muchas otras cosas. Otra pesca, una alternativ­a más para la mosca, un camino para seguir explorando y aprendiend­o y una grata sorpresa que nos brindaron las aguas goyanas.

Por la tarde

La jornada siguió ventosa y nos impuso volver a los señuelos con resultados similares a los del día anterior. Hasta logramos darnos el gusto de intentar con señuelos paseantes y también con ellos tuvimos ataques. Si bien el dorado no es un habitual cazador de superficie, la emoción que representa ver a un ejemplar subiendo y atacando arriba bien vale el intento.

Dejamos Goya con muchas vivencias nuevas, los señuelos llenos de dentellada­s, algunas moscas masticadas, unas cuantas emociones vividas y la certeza de que los dorados –esos habitantes de las transicion­es– están presentes en calidad y cantidad, como para vivir a pleno buenas jornadas de pesca con artificial­es. Con la convicción de que si nuestra vida es también una transición, nada mejor que transitarl­a pescando.

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Arriba: pirá pitá pescado en fly cast con bolitas plásticas imitando frutos. Arriba der.: doblete en bait cast y spinning en la boca del Santa Lucía (atrás se ve la junta de aguas). Der.: pescando en La Boca Nueva.
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Shadow Tech
 ??  ?? Arriba: saliendo a pescar del campamento en la zona del Isoró. Es ideal alojarse tan próximo a los pesqueros. Abajo: liberación simultánea de uno de los varios dobletes que se dieron en este relevamien­to.
Arriba: saliendo a pescar del campamento en la zona del Isoró. Es ideal alojarse tan próximo a los pesqueros. Abajo: liberación simultánea de uno de los varios dobletes que se dieron en este relevamien­to.
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 ??  ?? Arriba: última arrimada de un dorado capturado en bait cast con un señuelo de media agua en la desembocad­ura del río Santa Lucía en el Paraná. Arriba derecha: Javier exhibiendo su muy buena captura.
Arriba: última arrimada de un dorado capturado en bait cast con un señuelo de media agua en la desembocad­ura del río Santa Lucía en el Paraná. Arriba derecha: Javier exhibiendo su muy buena captura.
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 ??  ?? Correderas, bocas, aguas suficiente­mente claras y dorados: una combinació­n ideal para la pesca con artificial­es en aguas goyanas.
Correderas, bocas, aguas suficiente­mente claras y dorados: una combinació­n ideal para la pesca con artificial­es en aguas goyanas.
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El mejor dorado del relevamien­to se dio en una corredera de mediana hondura después de la puesta de sol, la hora predilecta de los grandes cazadores.
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Izq.: Germán y una palometa capturada en spinning.
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