Un circuito hacia Escobar.
Novedades, curiosidades, sectores de pesca y polos gastronómicos en un recorrido que parte desde Dique Luján y llega hasta la siempre atractiva Escobar.
Novedades, curiosidades, sectores de pesca y polos gastronómicos en un recorrido que parte desde Dique Luján y llega hasta la siempre atractiva Escobar.
Convertida en un clásico del miniturismo, la zona de Tigre y los canales del Delta figuran siempre entre las escapadas desde Buenos Aires. Sin embargo, por los alrededores también se encuentran otros lugares muy aprovechables para el fin de semana: bastará seguir el corredor del ramal Escobar de la Panamericana para encontrar a Benavídez, Maschwitz, Dique Luján y la propia Escobar.
Así, por ejemplo, en los dominios del Delta aparece la pequeña localidad de Dique Luján, recostada sobre el canal Villanueva, que vuelca sus aguas en el río Luján. Viniendo desde Maschwitz, el ingreso será por la apacible 12 de Octubre que atraviesa casas quintas, la pintoresca capilla de Fátima y algunos comercios; o bien desde Benavídez siguiendo el nuevo camino que surca barrios privados, el recreo del ACA, típicas viviendas isleñas construidas sobre pilotes, y la costanera de Villa La Ñata, ubicada en una de las riberas del canal y poblada de cálidos “decks-restó”, auténticas terrazas de madera metidas en el agua, donde es posible comer buenas picadas y platos elaborados o tomar algún café, licuados y tragos en compañía de agradables vistas naturales y un entorno náutico predominante.
Ambos lados del canal están unidos por un moderno puente
levadizo, que funciona tanto para el paso de rodados como para embarcaciones. Su estructura permite alzarse y por debajo pasan lanchas y pequeños cruceros que atraviesan el cauce. Del lado de Villa La Ñata, además de los sitios de comida, hay guarderías navieras y feria de artesanos; y de la costa opuesta donde se asienta Dique Luján, se esparcen algunos puestos regionales, pequeños muelles de pesca, espacios verdes y muy buena arboleda.
Maschwitz imperdible
Retomando las vías de acceso, si la idea es venir por Maschwitz, el camino de ingreso desemboca directo en la plaza Mitre, la principal de este poblado. Allí, en la esquina de La Plata y Maipú, una típica cabina telefónica de estilo inglés permaneció abandonada por mucho tiempo, hasta que por iniciativa de un grupo de vecinos se la restauró para convertirla en una llamativa Bibliocabina. “Aunque parecía difícil cristalizar el proyecto, la vecindad se concientizó y realmente funciona muy bien desde hace más de tres años”, comenta Jorge Croce, mentor de la idea. Y agrega: “El proceso es sencillo: entrar, elegir, leer, devolver y compartir. En sus cinco estantes hay unos 200 libros, tanto para adultos como para chicos. Basta pedir la llave en la heladería Conti, ubicada justo enfrente, y retirar en préstamo cualquier ejemplar en forma gratuita”.
En Maschwitz también resulta imperdible una recorrida por la calle Mendoza para disfrutar de su polo gastronómico y cultural. El Kilómetro 44 de la Panamericana se transformó en un flamante centro comercial con bares, restaurantes, sushi club, pubs, casas de decoración y anticuarios concentrados alrededor del Paseo Mendoza (varios locales y un teatro para 150 personas), el Mercado de Maschwitz construido con materiales de demolición, chapas acanaladas, emped rados, he - rrajes y maderas de antiguas casonas, al mejor estilo Cariló o Mar de las Pampas, logrando una verdadera galería a cielo abierto; y el singular Shopping Quo Container Center, diseñado con 60 containers en desuso traídos desde el puerto porteño.
Lindero también a la Panamericana, en el kilómetro 40,5 se levanta un curioso complejo de ladrillos que destaca una alta torre en donde flamea una bandera medieval roja y blanca. Parece un rincón de la Toscana, pero es Benavídez. La loca idea de traer un pueblo toscano a esta región fue del empresario inmobiliario Guillermo Hoter, hace cinco años atrás. Y bastará ingresar para conocer sus callecitas que desem-
bocan en la plaza seca con vistosa fuente rodeada de construcciones con balcones, arcos y escalinatas, en las que funcionan oficinas en alquiler y locales gastronómicos. “Parece como caminar por un pedacito de Italia”, sostienen unos turistas; y ese era el propósito, sin duda, muy bien logrado.
La Panamericana conduce hasta el Kilómetro 56 y allí el acceso al último destino. Si bien Belén de Escobar es la Capital Nacional de la Flor, por su tradicional fiesta y sus múltiples viveros, también guarda otros puntos de interés para disfrutar durante la estadía. En la entrada nomás, un vistoso reloj torre se exhibe con sus cuatro caras y sonería electrónica “Big Ben” de Londres. Y a pocas cuadras aparece el colorido Jardín Japonés con su lago artificial, pequeños puentes, cascadas de agua, peces de colores, fuentes y pérgolas. La avenida principal lleva el nombre de la fundadora de la ciudad, Eugenia Tapia de Cruz, y conduce hacia la zona céntrica.
Apenas se cruzan las vías, una locomotora a vapor construida en Inglaterra en 1912 anticipa la senda que conduce hasta el Museo Ferroviario. Vendrá después la plaza principal San Martín con la réplica de la Pirámide de Mayo, y enfrente, la Iglesia Natividad de Nuestro Señor Jesucristo con su nave interior vistosamente decorada.
Desde aquí, la avenida se prolonga convertida en la Ruta 25 y lleva hacia distintas parrillas, establecimientos de plantas y flores, al barrio parque El Cazador (antiguo
casco de la estancia Villanueva, hoy convertido en restaurante y confitería), al campo recreativo Pequeña Holanda con su típico molino frontal, comida campestre y actividades de aventura; hasta dar luego con algunas marinas muy próximas al viejo puente del río Luján.
El último tramo
La ruta corre entre tupida vegetación y paisajes ribereños hasta arribar a su punto cúlmine: el majestuoso Paraná de las Palmas, surcado por todo tipo de embarcaciones. En el camino costanero se diseminan varios campings, recreos, comedores con buenos pescados a la parrilla, puestos artesanales, catamaranes de excursión y sectores y muelles de pesca. Saliendo de la ciudad, en sentido opuesto, vale acercarse hasta la Cervecería Artesanal Barba Roja y al Bioparque Temaikén. Dos interesantes opciones para no dejar de lado en esta nutrida agenda que bordea la Panamericana.