Weekend

Un circuito hacia Escobar.

Novedades, curiosidad­es, sectores de pesca y polos gastronómi­cos en un recorrido que parte desde Dique Luján y llega hasta la siempre atractiva Escobar.

- Por Marcelo Ruggieri.

Novedades, curiosidad­es, sectores de pesca y polos gastronómi­cos en un recorrido que parte desde Dique Luján y llega hasta la siempre atractiva Escobar.

Convertida en un clásico del miniturism­o, la zona de Tigre y los canales del Delta figuran siempre entre las escapadas desde Buenos Aires. Sin embargo, por los alrededore­s también se encuentran otros lugares muy aprovechab­les para el fin de semana: bastará seguir el corredor del ramal Escobar de la Panamerica­na para encontrar a Benavídez, Maschwitz, Dique Luján y la propia Escobar.

Así, por ejemplo, en los dominios del Delta aparece la pequeña localidad de Dique Luján, recostada sobre el canal Villanueva, que vuelca sus aguas en el río Luján. Viniendo desde Maschwitz, el ingreso será por la apacible 12 de Octubre que atraviesa casas quintas, la pintoresca capilla de Fátima y algunos comercios; o bien desde Benavídez siguiendo el nuevo camino que surca barrios privados, el recreo del ACA, típicas viviendas isleñas construida­s sobre pilotes, y la costanera de Villa La Ñata, ubicada en una de las riberas del canal y poblada de cálidos “decks-restó”, auténticas terrazas de madera metidas en el agua, donde es posible comer buenas picadas y platos elaborados o tomar algún café, licuados y tragos en compañía de agradables vistas naturales y un entorno náutico predominan­te.

Ambos lados del canal están unidos por un moderno puente

levadizo, que funciona tanto para el paso de rodados como para embarcacio­nes. Su estructura permite alzarse y por debajo pasan lanchas y pequeños cruceros que atraviesan el cauce. Del lado de Villa La Ñata, además de los sitios de comida, hay guarderías navieras y feria de artesanos; y de la costa opuesta donde se asienta Dique Luján, se esparcen algunos puestos regionales, pequeños muelles de pesca, espacios verdes y muy buena arboleda.

Maschwitz imperdible

Retomando las vías de acceso, si la idea es venir por Maschwitz, el camino de ingreso desemboca directo en la plaza Mitre, la principal de este poblado. Allí, en la esquina de La Plata y Maipú, una típica cabina telefónica de estilo inglés permaneció abandonada por mucho tiempo, hasta que por iniciativa de un grupo de vecinos se la restauró para convertirl­a en una llamativa Bibliocabi­na. “Aunque parecía difícil cristaliza­r el proyecto, la vecindad se concientiz­ó y realmente funciona muy bien desde hace más de tres años”, comenta Jorge Croce, mentor de la idea. Y agrega: “El proceso es sencillo: entrar, elegir, leer, devolver y compartir. En sus cinco estantes hay unos 200 libros, tanto para adultos como para chicos. Basta pedir la llave en la heladería Conti, ubicada justo enfrente, y retirar en préstamo cualquier ejemplar en forma gratuita”.

En Maschwitz también resulta imperdible una recorrida por la calle Mendoza para disfrutar de su polo gastronómi­co y cultural. El Kilómetro 44 de la Panamerica­na se transformó en un flamante centro comercial con bares, restaurant­es, sushi club, pubs, casas de decoración y anticuario­s concentrad­os alrededor del Paseo Mendoza (varios locales y un teatro para 150 personas), el Mercado de Maschwitz construido con materiales de demolición, chapas acanaladas, emped rados, he - rrajes y maderas de antiguas casonas, al mejor estilo Cariló o Mar de las Pampas, logrando una verdadera galería a cielo abierto; y el singular Shopping Quo Container Center, diseñado con 60 containers en desuso traídos desde el puerto porteño.

Lindero también a la Panamerica­na, en el kilómetro 40,5 se levanta un curioso complejo de ladrillos que destaca una alta torre en donde flamea una bandera medieval roja y blanca. Parece un rincón de la Toscana, pero es Benavídez. La loca idea de traer un pueblo toscano a esta región fue del empresario inmobiliar­io Guillermo Hoter, hace cinco años atrás. Y bastará ingresar para conocer sus callecitas que desem-

bocan en la plaza seca con vistosa fuente rodeada de construcci­ones con balcones, arcos y escalinata­s, en las que funcionan oficinas en alquiler y locales gastronómi­cos. “Parece como caminar por un pedacito de Italia”, sostienen unos turistas; y ese era el propósito, sin duda, muy bien logrado.

La Panamerica­na conduce hasta el Kilómetro 56 y allí el acceso al último destino. Si bien Belén de Escobar es la Capital Nacional de la Flor, por su tradiciona­l fiesta y sus múltiples viveros, también guarda otros puntos de interés para disfrutar durante la estadía. En la entrada nomás, un vistoso reloj torre se exhibe con sus cuatro caras y sonería electrónic­a “Big Ben” de Londres. Y a pocas cuadras aparece el colorido Jardín Japonés con su lago artificial, pequeños puentes, cascadas de agua, peces de colores, fuentes y pérgolas. La avenida principal lleva el nombre de la fundadora de la ciudad, Eugenia Tapia de Cruz, y conduce hacia la zona céntrica.

Apenas se cruzan las vías, una locomotora a vapor construida en Inglaterra en 1912 anticipa la senda que conduce hasta el Museo Ferroviari­o. Vendrá después la plaza principal San Martín con la réplica de la Pirámide de Mayo, y enfrente, la Iglesia Natividad de Nuestro Señor Jesucristo con su nave interior vistosamen­te decorada.

Desde aquí, la avenida se prolonga convertida en la Ruta 25 y lleva hacia distintas parrillas, establecim­ientos de plantas y flores, al barrio parque El Cazador (antiguo

casco de la estancia Villanueva, hoy convertido en restaurant­e y confitería), al campo recreativo Pequeña Holanda con su típico molino frontal, comida campestre y actividade­s de aventura; hasta dar luego con algunas marinas muy próximas al viejo puente del río Luján.

El último tramo

La ruta corre entre tupida vegetación y paisajes ribereños hasta arribar a su punto cúlmine: el majestuoso Paraná de las Palmas, surcado por todo tipo de embarcacio­nes. En el camino costanero se diseminan varios campings, recreos, comedores con buenos pescados a la parrilla, puestos artesanale­s, catamarane­s de excursión y sectores y muelles de pesca. Saliendo de la ciudad, en sentido opuesto, vale acercarse hasta la Cervecería Artesanal Barba Roja y al Bioparque Temaikén. Dos interesant­es opciones para no dejar de lado en esta nutrida agenda que bordea la Panamerica­na.

 ??  ?? Atractivos en Escobar: muelle de pesca en el recreo Pachi y en el Bioparque Temaikén, el lago de los flamencos.
Atractivos en Escobar: muelle de pesca en el recreo Pachi y en el Bioparque Temaikén, el lago de los flamencos.
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 ??  ?? Parque Japonés en la “Ciudad de la Flor” y pintoresco Mercado de Maschwitz sobre la concurrida calle Mendoza: entorno similar al de los balnearios gesellinos y pinamarens­es.
Parque Japonés en la “Ciudad de la Flor” y pintoresco Mercado de Maschwitz sobre la concurrida calle Mendoza: entorno similar al de los balnearios gesellinos y pinamarens­es.
 ??  ?? La “Bibliocabi­na” de Maschwitz abierta gratuitame­nte a los vecinos. Gran cantidad de libros en una vieja cabina telefónica restaurada.
La “Bibliocabi­na” de Maschwitz abierta gratuitame­nte a los vecinos. Gran cantidad de libros en una vieja cabina telefónica restaurada.
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 ??  ?? Paseos en catamarán por el Paraná de las Palmas. Salen desde el puerto de Escobar y recorren parte del majestuoso río y las islas circundant­es.
Paseos en catamarán por el Paraná de las Palmas. Salen desde el puerto de Escobar y recorren parte del majestuoso río y las islas circundant­es.
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 ??  ?? Abajo: el pintoresco canal Villanueva que separa Dique Luján de Villa La Ñata: zonas recreativa­s con mucha náutica. Centro: palestra en Pequeña Holanda, un campo turístico de Escobar.
Abajo: el pintoresco canal Villanueva que separa Dique Luján de Villa La Ñata: zonas recreativa­s con mucha náutica. Centro: palestra en Pequeña Holanda, un campo turístico de Escobar.
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Torrepuebl­o en Benavídez: plaza seca y construcci­ones que semejan un poblado de la Toscana italiana.

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