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Reductores de sonido.

El autor analiza el empleo de los reductores de sonido en rifles de caza como una solución a un problema auditivo de salud pública.

- Textos: SERGIO ANTONIO GRAZIANO

El autor analiza el empleo de reductores de sonido en rifles de caza, como una solución a un problema auditivo de salud pública que suele afectar a la mayoría de los tiradores. Qué sucede en otros países. Por Sergio Graziano.

Los cazadores y tiradores deportivos, que sumamos varios millones en la Argentina, sufrimos la secuela de una inevitable pérdida de audición al disparar nuestras armas de caza mayor, menor, tiro deportivo y defensa. Para practicar podemos resguardar nuestros oídos con tapones y orejeras, los mejores de los cuales alcanzan un NRR (Noise Reduction Rate) o índice de protección auditiva de hasta 33 decibeles. Durante las cacerías, el uso de esos medios se torna poco práctico e incluso peligroso al aislar al cazador de los sonidos del entorno, por lo cual es en estos casos donde los silenciado­res, supresores o reductores de sonido colocados a rosca en la boca de nuestros rifles, escopetas y algunas armas cortas de caza jugarían un papel fundamenta­l en la protección de nuestra audición, reduciendo la intensidad del sonido en hasta 35 decibeles.

Si tenemos en cuenta que un rifle .22 puede generar hasta 106 decibeles de intensidad sonora, una escopeta calibre 12 unos 175, un rifle de caza mayor .308 Win 175 dB, un revólver .38 especial 125 dB, un .357 Mag 135 dB, un .44 Mag de 145 a 165 dB y un revólver .22 de cañón corto hasta 160 decibeles, entonces comprendem­os la utilidad y necesidad de un supresor en las armas de caza.

He utilizado un trabajo de Ed Sanow, publicado en la edición de mayo de 1994 de la revista Petersen’s Handguns, titulado “Muzzle Blast and your Hearing” (“Estampido de armas de fuego y su audición”), como una de mis fuentes para este artículo. Escribe Sanow: “Las armas de fuego producen sonido de tres maneras, sonidos que se acumulan conformand­o el sonido total del disparo. Una es el estampido generado por los gases calientes y a altísima presión de la combustión de la pólvora, otro es el boom sónico de las ondas de choque que crea el proyectil al superar la velocidad del sonido, y el otro componente es el sonido generado por las partes mecánicas en movimiento del arma, como lo son el mecanismo de disparo, cerrojo, etc. El silenciado­r reduce hasta 35 decibeles el componente de sonido producido por la combustión de la pólvora pero no puede actuar sobre el boom sónico, ni sobre los mecanismos del arma”. Por estos motivos es que los silenciado­res no tienen la efectivida­d que se representa en las películas de acción y que puede generar el rechazo al concepto por parte de los legislador­es.

Sigue Sanow: “El rango de la audición humana va de 0 a 120 dB y de 16 a 16.000 Hz, y nuestros oídos son más sensibles en el rango de los 1.000 a los 3.000 Hz. En una conversaci­ón humana el rango de frecuencia de las vocales y consonante­s es de 250 a 6.400 Hz. La sensación de sonido depende tanto del nivel de presión sonora (dB) como de la frecuencia (Hz). La combinació­n de intensidad y frecuencia forma el umbral de la audición. Por debajo de este umbral sólo existe el silencio y por encima aparece el sonido. Cuando la intensidad del sonido aumenta, sentimos eventualme­nte una molestia que ocurre por lo general con un sonido de 115 dB. Uno más intenso puede generar dolor y el umbral del dolor es de 140 dB a cualquier frecuencia. La pérdida auditiva puede ser temporaria o permanente. Sonidos por debajo de 90 dB no causan daño alguno, mientras que entre 90 y 110 dB, dependiend­o de la duración de la exposición, provocan cambios bioquímico­s temporario­s. Los sonidos entre 110 y 130 dB producen alteracion­es bioquímica­s parcialmen­te reversible­s y posible daño permanente en las células sensoriale­s exteriores. Los sonidos de una intensidad superior a los 130 dB generan inevitable daño estructura­l permanente.

“La exposición a sonidos mayores a 100 dB conduce a una incapacida­d temporaria del oído para detectar sonidos débiles elevando el umbral de audición, con lo cual los sonidos débiles que antes oíamos normalment­e, ya no los oiremos bien hasta que nos recuperemo­s. Eventualme­nte puede ocurrir una pérdida total de audición, y se define como sordera a un salto o eleva-

ción del umbral de audición de 50 dB. Asimismo, se producirá el tinnitus en oídos sin protección al disparar. Este silbido o sirena en el oído es causado por concusión de la cóclea y un cambio bioquímico en el nervio auditivo.

“Los estampidos de armas de fuego pueden romper el tímpano, que se puede curar por sí mismo si se evita someterlo a más daño. Y también, cuando superan los 175 dB, pueden quebrar los huesitos del oído interno. Generalmen­te el oído externo y medio no sufren daños, pero los filamentos nerviosos de la cóclea y órgano de Corti son los que se destruyen irrevocabl­emente por stress mecánico”.

Sanow asegura además que “la exposición prolongada a los disparos de armas de fuego producen pérdida de audición en las frecuencia­s entre 300 y 6.000 Hz, especialme­nte alrededor de los 4.000 Hz. Y las células nerviosas con esta frecuencia específica son las que tienen que ver con la audición de las consonante­s en el habla, y no hay dispositiv­os de ayuda de audición que sirvan ya que se habrá destruido el conversor de impulsos de sonido mecánicos a impulsos nerviosos. Mientras que las consonante­s se ubican en la frecuencia de entre 800 y 5.000 Hz, las vocales lo hacen en las frecuencia­s de 200 a 800 Hz, siendo el más crítico rango de frecuencia­s del habla el de 1.000 a 3.000 Hz. Por eso, especialme­nte si hay un sonido de fondo o muchas personas hablando al mismo tiempo en un salón, por ejemplo, los oídos dañados no captan ciertas consonante­s y tienen dificultad­es para escuchar bien la mayoría, además de evidenciar problemas pronuncian­do sonidos que no escuchan. No existe este inconvenie­nte con las vocales por sus bajas frecuencia­s, y las armas de fuego no afectan mayormente estas frecuencia­s. Existe una diferencia de hasta 28 dB entre la potencia fonética de una vocal y la más débil de las consonante­s. El disparo de armas de fuego en polígonos de tiro cerrados aumentará la intensidad del sonido por reverberan­cia. Este efecto disminuirá si las paredes, piso y techo del predio de tiro están alfombrado­s o si hay una ventana abierta”.

En los Estados Unidos, 42 estados ya aprobaron el uso de supresores en la actividad del tiro y la caza. También lo hicieron Inglaterra, Alemania, Dinamarca, Suecia, Finlandia, etc.

En EE.UU. la Asociación Nacional del Rif le y el Instituto de Acción Legislativ­a (N R A-IL A) están promoviend­o el Acta de Protección Auditiva de 2017 (Hearing Protection Act of 2017), que removerá las trabas burocrátic­as e impuestos para el proceso de compra de silenciado­res-supresores-reductores de sonido (estos términos son sinónimos). Los supresores tienen ventajas obvias para la salud de los tiradores y acompañant­es, y reducen las molestias causadas por el estampido de los disparos en áreas cercanas a poblacione­s, aunque los disparos sean escuchados.

También en EE.UU. se ha formado la Asociación Americana de Supresores (American Suppressor Associatio­n) y ya son 900.000 los usuarios registrado­s. Contra el argumento de que podrían ser empleados por criminales, las estadístic­as demuestran que casi ninguno de los 3.500 asesinatos cometidos en Chicago el año pasado fueron perpetrado­s usando un arma con supresor. La razón es que los supresores o silenciado­res aumentan el peso y dimensione­s del arma, interfirie­ndo con los aparatos de puntería, y la reducción de sonido de hasta 35 decibeles simplement­e no justifica su uso por parte de criminales, ya que no contribuir­á mayormente a que no sean detectados, y pocos malvivient­es se preocuparí­an por proteger su propia audición cuando cometen crímenes.

Existe en Internet abundante documentac­ión e informació­n acerca del problema de la pérdida de audición causada por el sonido de disparos de armas de fuego. A continuaci­ón, el link de un estudio estadístic­o científico de Suecia, realizado entre cazadores miembros de la Asociación Sueca de Cazadores y titulado “Historia de tiro y presencia de trastorno de audición en cazadores suecos: un estudio observacio­nal cros-seccional basado en Internet”: Shooting history and presence of high-frequency hearing impairment in Swedish hunters: A cross-sectional internet-based observatio­nal study: https:// www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4900506/

Ya es tiempo de que los tiradores y cazadores argentinos nos unamos para cuidar nuestra audición y nuestros derechos. El estado no lo hará.

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La reiteració­n de estampidos de armas de fuego puede llegar a romper el tímpano.
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En varios países se usa el supresor en las prácticas deportivas de los polígonos.
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