Proa al corazón del Delta.
Desde Tigre y rumbo a los Bajos del Temor, un recorrido en kayak para descubrir los cambiantes paisajes del Delta bonaerense.
Desde Tigre y rumbo a los Bajos del Temor, un recorrido en kayak para descubrir los cambiantes paisajes del Delta bonaerense.
Para ver el Delta porteño como fue antaño es necesario adentrarse hacia el Paraná de las Palmas por los diferentes ríos y arroyos. Y aguas arriba hay mucho para disfrutar: naturaleza virgen por doquier, antiguos paradores y pobladores isleños dedicados al junco y a la nutria. Tenemos para navegar una gran distancia ya que nuestro Delta abarca una superficie de 725.000 hectáreas de diversidad agreste, donde aparecen algo así como 350 ríos y arroyos ideales para ser recorridos a remo.
Navegación placentera
Desde siempre, el inmenso Delta convoca a miles de aficionados al canotaje a lanzarse a la aventura. Y con la llegada del calor, la naturaleza recobra todo su esplendor y el ambiente cálido invita también a efectuar remadas cada vez más largas. Entre los itinerarios clásicos de la Primera Sección se destaca la singladura que nos acerca hasta los Bajos del Temor, transitando el Paraná de las Palmas y el canal Mitre. En toda esta zona
podemos navegar casi sin sobresaltos, con poca presencia de lanchas y cruceros. Y, sobre todo, echarle un vistazo al Delta no contaminado por la ciudad.
Riberas siempre distintas
Un mediodía nublado zarpamos río arriba copiando la margen del Sarmiento hacia el San Antonio. En esta oportunidad me acompañaba un divertido grupo de alumnos de turismo aventura del Instituto Superior A ndes del Sur, que están efectuando su primera travesía en kayak. A poco de navegar nos encontraremos el espectacular río San Antonio, con su hermosa vista de la Ciudad de Buenos Aires. Un poco más adelante pasamos el complejo Sarthou y damos con la desembocadura del arroyo Dorado. Navegamos ahora sobre la margen derecha bien pegados a la costa, porque la corriente en contra se hace sentir. Los remeros van puliendo la timoneada y metro a metro van soltándose para navegar más relajados. Poco a poco nos adentramos en el Delta profundo. Las casas isleñas, las chatas que transportan madera y la visión de las familias nos adentran en este singular circuito.
Una vez en el Arroyón, el ambiente se torna más agreste. Ahí descubrimos los juncales y los típicos bosques de sauces y álamos que crecen en las riberas. Es una tarde solitaria y el arroyo se presenta como una superficie sin olas ni viento. Avanzamos a buen ritmo observando las bandadas de biguás y patos. Mientras cae el sol superamos el arroyo y parador Borazo y nos detenemos para hidratarnos y apreciar el entorno. En algunos tramos la ribera presenta hermosas casas de fin de semana. También se logran ver pequeños bosques de casuarianas y ceibos.
Rumbo al Fondeadero
A medida que nos internamos curso arriba, el Arroyón empieza a zigzaguear entre extensos