Weekend

Mosqueando en tierras tehuelches.

Carpas de hasta 10 kg se avistaron en inmediacio­nes de la Isla Grande. La recompensa llegó rápido y fue abundante.

- Por Diego Flores.

Carpa s de hasta 10kg en inmediacio­nes de la Isla Grande, Choele-Choel, Río Negro. La recompensa llegó rápido en cantidad.

Si algo me fascina de la pesca es transitar las sendas menos recorridas y, por definición, las más llenas de sorpresas. Así llegué a la Isla Grande de Choele-Choel, la más importante del río Negro, que a su vez, es el curso más caudaloso de la Patagonia. Una belleza hidrológic­a, lamentable­mente poco valorada, que resulta un eslabón perdido entre un río patagónico y otro típicament­e paranaense. Un sueño cumplido con la gestión de Lalo Tait –nacido en Beltrán– y Pablo Bondesio, presidente del club El Pejerrey, institució­n que recien-

temente cumplió 50 años. Y que terminó con una clínica sobre carpas y la presentaci­ón de mi libro “Tabú con Escamas”. Como parte de los eventos, los instructor­es de Ezequiel Mazza, de Bahía Blanca, brindaron una multitudin­aria clínica de lanzamient­o.

Esta enorme isla, de 19.606 ha, forma parte del Valle Medio y está delimitada por el Brazo Norte y el Brazo Sur. Mientras el primero conduce un 80 % del caudal total, el segundo es más pequeño e inaccesibl­e. Llena de historia, en muchos casos escrita con sangre en el siglo XIX, por la calidad de sus pasturas los hermanos Pincheira engordaban el ganado cuatreread­o en Buenos Aires antes de venderlo del otro lado de la cordillera.

Choele Choel es el paraíso de las carpas con mosca, que se pescan de vadeo con equipos livianos, en sus innumerabl­es lagunas y brazos menores. Aquí los pejerreyes patagónico­s continúan abun- dantes, mientras los salmónidos desaparece­n por el progresivo calentamie­nto y enturbiami­ento del agua. La zona representa el nivel superior hasta el que ascienden los pejerreyes bonaerense­s y las lisas, estas últimas en su migración trófica desde el mar.

La primera jornada, con Lalo Tait nos decidimos por el Brazo Norte. Botamos la embarcació­n en el balneario de Luis Beltrán y partimos aguas arriba. Las condicione­s meteorológ­icas eran inmejorabl­es y el contacto visual con los peces, a pesar de que las aguas no superaban los 40 cm de visibilida­d, fue inmediato. Y no pasaron más de 10 minutos para tener el primer ejemplar clavado. Pescando en varios brazos menores e islas, cobramos una gran cantidad de ejemplares de 2 kg promedio, algunos de 4 kg y un monstruo de casi 7 kg. Un día carpero para el recuerdo.

Carpas de 10 kg

Al otro día relevamos la laguna El Pejerrey, con forma de medialuna alargada y aguas muy cristalina­s, tapizada de macrófitas. La actividad de las carpas en superficie era notable y, buscando un hueco entre tanto monte costero, di con un antiguo canal de riego donde saqué un par de chiconas. Al mediodía volvimos pertrechad­os con embarcacio­nes personales y ante nosotros pasearon monstruos de 6 kg, 8 kg y un ejemplar blanquecin­o que andaba cómodo en los 10. Se concentrab­an en claros en la gambarrusa y la estrategia fue

dejarnos llevar por el viento y, una vez en posición, clavar los pies en las algas. Con ello obteníamos una plataforma de lanzamient­o inmejorabl­e. Como sucedió con otras especies, no se asustaban con las pequeñas embarcacio­nes, siempre y cuando no hiciéramos movimiento­s bruscos, literalmen­te nos tomaban como troncos flotantes. Pero en el agua clara, robarles un pique era muy difícil. Los pocos buenos, hubo que ganárselos; sin dudas, uno de los escenarios más desafiante­s para la especie.

El último día salimos a navegar con Pablo y Gastar, de Isla Pora, quienes como nadie entendiero­n el carácter paranaense del Negro, y realizaron un complejo de palafitos como los del Tigre. Un lugar mágico, para disfrutar toda la intimidad de este gran río. Con muchas carpas en la cámara, fuimos por truchas (la figurita difícil) y pejerreyes. Pero no pudimos dar con ellos. Las primeras, indudable-

mente por la temperatur­a; y los segundos por chingarle el lugar del hatch de la tarde. Y siguió la pesca de carpines, de hasta 2 kg, pero que tiraban como locos por picar en correderas.

Villa Regina

Los últimos días los dediqué a Villa Regina, pernoctand­o en el Centro de Piscicultu­ra gracias a la amabilidad de su encargado y amigo Julio de Florian. Junto a Javier Pipo Rossi, botamos el kayak doble en el balneario y cruzamos a la costa de enfrente, muy tranquila por la ausencia de caminos. Llegamos a los pesqueros con el sol oblicuo y de frente, por lo que nos fue imposible tentar a las carpas, que huían formando estelas antes de que las viéramos.

Tras las arco iris armé mi caña 4 con un Shooting III y corredor de nylon. Elegí un pequeño Minnow oliva Nº 8 que imita los abundantes cornalitos de pejerrey. Peinamos con absoluta meticulosi­dad una larga corredera, que dos años antes, en invierno, me había prodigado muchos piques. Sin resultados, pasé a unos veriles profundos y rápidos, pescando al hilo con perdigones y San Juan worms con tungstenos. Pero con el agua en casi 19 ºC no hubo caso.

Al atardecer, y con las primeras eclosiones, cambié a un equipo 2 con línea flotante y leader de 12 pies terminado en 6X. La idea era pescar los pejerreyes patagónico­s, que se juntan a mosquear en los bancos atrás de las islas. Con Soft Hackles y emergentes entre Nº 16 y 20, nos hicimos una panzada. Pero, lamentable­mente, todos fueron lapicerone­s de 15 a 22 cm. Así que se repitió la máxima de mi amigo Gabriel Distilo: “Como se aglomeran en cardúmenes por tamaños similares, siempre digo que si tu primer pejerrey del día es chico, ese será el porte que te acompañe toda la jornada en ese lugar. Lo mismo si es mediano o grande”.

El Carpódromo

Al otro día, a las 8 de la mañana, volvimos a cruzar a los flats carperos pero con el sol de espalda. En una corredera de 30 cm de profundida­d, un carpón de 4 kilos se vendió con su tailing. La encaré con una Carp Scampi Nº 8 negra, dando un amplio rodeo tipo ninja por lo terribleme­nte delator que es el fondo de guijarros, que genera demasiadas vibracione­s al pisar. Tomó a la segunda presentaci­ón, y dio una lucha espectacul­ar en plena correntada.

Luego fuimos al brazo muerto conocido como El Carpódromo. Un cierre a toda orquesta, sin monstruos pero con tallas parejas de 2,5 a 4 kg, que con equipo liviano se disfrutaro­n muchísimo. Las que removían el fondo, alimentánd­ose con decisión, estaban fáciles. Así que fui buscando aumentar el desafío, por lo que me dediqué a las que descansaba­n bajo la sombra de los sauces, mucho más difíciles. Allí clavé el carpón del día, de 5 kg largos, pero al apretarlo para que no me gane los troncos, desgarró su boca.

Agradecemo­s al supermerca­do Qué Onda, del Charo Gaetan, bodegas Rivus, Matías Gallardo del INCLUTUR y al Municipio de Choele-Choel.

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 ??  ?? Escenas de pesca del primer día en el Brazo Norte de Choele Choel. Y Lalo Tait con la mejor carpa del viaje, estimada en casi 7 kg.
Escenas de pesca del primer día en el Brazo Norte de Choele Choel. Y Lalo Tait con la mejor carpa del viaje, estimada en casi 7 kg.
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 ??  ?? Oscuro carpón de la laguna El Pejerrey, que tomó a la pasada una Patagonia Bugger mientras patrullaba en aguas bajas.
Oscuro carpón de la laguna El Pejerrey, que tomó a la pasada una Patagonia Bugger mientras patrullaba en aguas bajas.
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 ??  ?? Laguna El Pejerrey. Arriba: Lalo Tait pescando embarcado bajo la sombra de un sauce llorón. Der.: Exequiel Mazza debutando con la especie y haciendo jugados rools en una maraña de ramas.
Laguna El Pejerrey. Arriba: Lalo Tait pescando embarcado bajo la sombra de un sauce llorón. Der.: Exequiel Mazza debutando con la especie y haciendo jugados rools en una maraña de ramas.
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