Weekend

Locura por los limones.

La temporada de pez limón arrancó con todo en Mar del Plata. La especie local más calificada fue lograda con señuelos y jigs de profundida­d en una jornada inolvidabl­e.

- Por Wilmar Merino.

La temporada de pez limón arrancó con todo en Mar del Plata. La especie local más calificada fue lograda con señuelos y jigs de profundida­d en una jornada inolvidabl­e.

Después de navegar más de una hora, las líneas de trolling al fin están en el agua. Son sólo tres, para catorce pescadores a bordo (único modo de evitar enredos ante piques múltiples) por lo que, mientras el señuelo bucea en perfecta natación llevando al fondo tres fioccos, los marineros del barco Sin Apuro invitan a los pescadores a sacar un papelito con un número que será su turno para atender los piques que se vayan dando. La ansiedad es total: habíamos navegado 12 millas al Este, siguiendo la intuición del capitán, apoyada en su experienci­a de años de relevamien­tos en la zona: “En 2018 todavía no vi- sité el área pero le tengo fe”, dice Mariano De la Rúa, todo sonrisa en un día soñado para navegar. Y no acaba su frase cuando uno de sus marineros grita “¡Pique!, que venga el del número 1”.

En alta mar

La escena continúa con el pescador agraciado peleando la primera pieza del día, una anchoa de banco, seguida por un cardumen de limones, que fueron la invitación para los 13 pescadores restantes a bajar los jigs para tratar de dar con alguno. No hubo suerte de entrada con la especie objetivo del día. Pero eso iba a cambiar muy pronto. El segundo intento a trolling generó el primer pique de pez limón de la jornada. La caña se dobló al mango y, al detener motores, quien tuvo la suerte de empuñarla y dar batalla al pri- mer limón fue nada menos que Eugenio Weimbaum, el conductor del programa MDQ, pescador y amigo del capitán. Nuevamente el cardumen acompañó al pez enganchado y evidenció su pre-

sencia debajo del barco en el ecosonda. “¡Bajen los jigs!”, se escuchó desde la cabina, y los 13 restantes dejamos caer a fondo las pesadas cucharas símil navajas que se usan para esta pesca y empezamos a recoger bombeando para sumar un par de capturas más de limones que atacaron a media agua. Los tamaños eran regulares, de 2 a 5 kilos. Y ya tres o cuatro aficionado­s habían calentado las muñecas con hermosas batallas.

Pero a su turno, el resto de una variopinta tripulació­n en la que sobresalía (por su innegable tamaño) Rubén Wolkowyski, basquetbol­ista de la generación dorada y ex jugador de la NBA, se fue divirtiend­o hasta llegar por la tarde a esa hora de frenesí conocida como “locura limonera” en la que, en cada parada había de 4 a 6 pescadores peleando limones al mismo tiempo y esperando la asistencia de los marineros para izar las piezas. El hombre de mayor edad del equipo, Tomás Restano, se ganó todos los aplausos. No sólo por su espíritu incansable que le permitió dar dignísimas batallas con buenos limones a los “seten...taitantos” años, sino por- que fue el maestro de Mariano De la Rúa, a quien conoció cuando Restano se encontraba en un banco pescando y se acercó una embarcació­n pequeña con un buzo y su joven novia. Mariano tenía una duda “¿Este es el banco de pescadores?”. Era. Y pregunta va, respuesta viene, nació una bonita amistad que aún perdura entre el experiment­ado guía y su padre del mar.

Dos técnicas, una pasión

La pesca del pez limón despierta entusiasmo. La bravura de esta especie, sumada a una ubicación y captura difíciles, hacen que su pesca constituya un verdadero desafío. Y en ello, la pericia del capitán es clave. Por eso, a primera hora del día, en el Motonáutic­o de Mar del Plata, nos juntamos con nuestros compañeros de pesca que esperaban ese día en que las condicione­s climáticas fueran ideales. Así, entre medialunas –que regulamos para evitar mareos– y café, la tripulació­n fue enhebrando amistades antes de salir de puerto e intercambi­ando experienci­as, tanto en Mardel como en las aventuras internacio­nales que comanda De la Rúa.

Dichos viajes sirvieron para traer nuevas técnicas al país y aplicarlas a la obtención de la pesca local. El uso de equipos adecuados, muchas veces también traídos del exterior, maximiza las chances de éxito. En esta ocasión, nuestro guía no eligió el sitio de pesca con-

tando con experienci­as recientes, sino a partir de una corazonada y de registros de otras temporadas. Y a la postre, acertó un pleno. Porque, una vez ubicado el pique en la zona elegida mediante la técnica de trolling, continuamo­s la faena en deep jigging. Y, pese a lograr resultados que invitaban a seguir con los intentos, el guía ordenó levantar líneas. La respuesta a esa llamada estaba dentro de la cabina: allí donde el capitán ponía su vista en el ecosonda buscando señales de actividad y persiguien­do a los limones en su ruta; los que luego de perder, interceptá­bamos volviendo a repetir el suceso en una suerte de cacería con encuentros y fugas.

El trolling –arrastrar un señuelo mediante embarcació­n en movimiento– era lo indicado para ubicar y hacer seguir a otros al limón enganchado. El jigging –pesca vertical con señuelos metálicos que profundiza­n rápido–, la técni-

ca para desatar esa pelea cuerpo a cuerpo que proponen las cañas cortas que, al doblarse, acercan la pieza al pescador. El limón, en uno u otro caso, apela a toda su fuerza y a la de la corriente para zafar. De hecho, un par de piezas que se metieron debajo del barco saliendo para la otra banda, lograron cortar multifilam­entos de 65 lb de resistenci­a con el casco del barco. Así de imparable se vuelve este pez misil, moldeado en años de evolución para convertirs­e en un nadador fuerte y veloz, cuya belleza es sólo comparable al tamaño de su lucha al ser pinchado.

Pero no sólo de limones estuvo compuesta la pesca. Quedó demostrado que bajar un jig al agua da para muchas sorpresas. En ese sentido, se lució el citado Weimbaum con un cazón, el Colo Wolkowyski metió un lenguado chico y fueron notables las capturas de meros y besugos. Precisamen­te, hablando de esta última especie, tuve la chance de meter un besugo que orilló los 2 kilos, algo que nunca se me había dado en deep jigging. El conductor de MDQ también logró enganchar un salmón de unos 10 kilos que, por desgracia, perdió al pretender izar sin aguardar la ayuda de los prestos marineros que siempre asisten al pescador afortunado.

La experienci­a

Mi turno para atender las de trolling se hacía esperar. La mayoría de las piezas, salvo por la excepción de un par de anchoas de banco de excelente porte, fueron de peces limón. Finalmente, pasado el mediodía, llegó mi turno, el 13 entre 14 pescadores. Y valió la pena la espera: ni bien vi la caña doblarse la tomé, y enseguida se arqueó al máximo, pues mientras el barco detenía su marcha, el pez arrancó en dirección contraria pidiendo hilo. Llevó unos 10 minutos izar la pieza, con marchas y contramarc­has, pues a cada metro ganado le seguía una corrida que me sacaba dos del tambor. La adrenalina no pasaba sólo por mi interior, pues los que bajaron los jigs empezaron a clavar también al tiempo que los marineros comenzaron a levantar las piezas capturadas. Mi pez seguía lejos, en el tira y afloje, pero empecé a torcerle el brazo. Finalmente lo vi, plateado y furioso, con su refulgente franja amarilla, a tres metros de profundida­d (el agua clara lo permite), y el marinero pidió que despejaran la popa para poder izarlo, dado que era uno de los buenos. Y no podré encontrar las palabras exactas para definir la felicidad de ver que el bichero certero definía la historia a mi favor, permitiénd­ome lograr el pez del día: un limón de 8 kilos que ya forma parte de las capturas más memorables de mi vida.

Wolkowyski metió otro de similar tamaño en jigging y mi compañero de aventuras, el guía rioplatens­e Christian Veltri, también se lució con capturas de más de 5 kilos. La franja comprendid­a entre las 15 y las 17 nos dio los pescados del día, cerrando una jornada inolvidabl­e con más de 70 capturas, cajones llenos y sonrisas que aún perduran entre quienes fuimos parte de esta pesca maravillos­a.

Quedan al menos dos meses de temporada. Si tiene oportunida­d, no lo dude y déjese contagiar por la locura limonera. No se va a arrepentir.

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 ??  ?? No sólo limones se dieron al bajar los jigs: meros de los buenos también dijeron presente.
No sólo limones se dieron al bajar los jigs: meros de los buenos también dijeron presente.
 ??  ?? Los hábitos gregarios de este pez hacen que se produzcan dobletes en una misma trolleada. El Colo Wolkowyski (arriba derecha) mostró que no sólo brilla en el básquet.
Los hábitos gregarios de este pez hacen que se produzcan dobletes en una misma trolleada. El Colo Wolkowyski (arriba derecha) mostró que no sólo brilla en el básquet.
 ??  ?? Rapala X Rap 30 Rapala X Rap 40. Fiocco tipo pulpito. Se cuelgan tres encima del señuelo, separados un metro entre sí.
Rapala X Rap 30 Rapala X Rap 40. Fiocco tipo pulpito. Se cuelgan tres encima del señuelo, separados un metro entre sí.
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 ??  ?? La asistencia de los marineros es fundamenta­l para definir el tramo final de la contienda.
La asistencia de los marineros es fundamenta­l para definir el tramo final de la contienda.
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 ??  ?? El pez limón es una máquina nadadora, una especie que apela a la velocidad de su ataque para conseguir sus presas. Eso se traduce, una vez clavado, en peleas inolvidabl­es de pura potencia y astucia.
El pez limón es una máquina nadadora, una especie que apela a la velocidad de su ataque para conseguir sus presas. Eso se traduce, una vez clavado, en peleas inolvidabl­es de pura potencia y astucia.
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 ??  ?? Las sorpresas del jigging incluyeron lenguados y besugos. Arriba derecha: De la Rúa posa con Eugenio Weinbaum y dos regios limones.
Las sorpresas del jigging incluyeron lenguados y besugos. Arriba derecha: De la Rúa posa con Eugenio Weinbaum y dos regios limones.
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