Weekend

Senderos hacia el lago.

Recorrido de mediana dificultad por el cerro Huyliche para descubrir los Balcones de El Calafate: formacione­s geológicas en medio de paisajes increíbles que asoman al lago Argentino

- Febrero 2018

En Santa Cruz disfrutamo­s de un recorrido de mediana dificultad por el cerro Huyliche para descubrir los Balcones de El Calafate: formacione­s geológicas en medio de paisajes increíbles que asoman al lago Argentino.

La provincia de Santa Cruz me ha traído siempre connotació­n de viento, estepa, frío y aventura, pero la tenía en destinos pendientes para pedalear. La oportunida­d se presentó con la visita de unos amigos argentinos –la familia Castro Costa– que se radicaron en España en el 2002 y querían mostrarles a sus hijos las maravillas de nuestro país. Sumamos también a la familia Tibault y a mi hijo Facundo. Eramos siete para disfrutar de El Calafate, a unos 2.785 kilómetros de Buenos Aires.

Para descubrir algo más que el glaciar Perito Moreno, un mes antes me comuniqué con HLS Travesías con la intención de realizar el recorrido de medio día en bike por los Balcones de El Calafate. El apuro era reservar las bicis debido a las disímiles alturas de los integrante­s del grupo: de los 1,50 m de Julián a los 1,85 de

Nicolás. Y, como las bicis van de acuerdo con la altura del ciclista, necesitába­mos S, M y L. Cuando alquilen bicicletas, además de ver que estén en condicione­s y de que les provean casco, siempre hay que tener en cuenta el talle: un paseo por el pueblo se puede hacer sin problemas pero pedalear en la montaña con la bici incorrecta puede traer dolores –o lesiones– de rodillas, espalda y cuello.

Camino al cerro

Debido al clima cambiante, llevamos ropa de abrigo (de sobra). Y, en el horario acordado, Eduardo Maglia y Alejandro Pérez pasaron a buscarnos en un Land Rover Defender lleno de bicis. Enfilamos hacia el cerro Huyliche, a sólo 10 km. El ingreso es privado, por la estancia del mismo nombre. En breve el Defender empezó a trepar por el sinuoso camino hacia la cima amesetada del cerro. Allí, con un viento tremendo, bajaron las bicis mientras gatillábam­os fotos hacia el pueblo que se encuentra unos 800 m por debajo, junto al impresiona­nte lago Argentino.

Al tiempo que nos entregaban bicis y cascos, Eduardo nos dio una charla previa con las caracterís­ticas de la pedaleada y el uso de las fat bike (bicicletas de ruedas gordas). Regulamos las alturas de los asientos y nos lanzamos a la aventura detrás de él, por un primer trecho de ripio que no tenía secretos hasta que apareció una bajada tremenda. Desviamos por un late-

ral con la clásica zeta para atenuar el ángulo de bajada, precaución que nos evitó que la rueda delantera hiciera de pala y se trabara en la arenisca. Volvimos al camino en bajada y, con el viento patagónico azotándono­s la cara, a velocidade­s respetable­s seguimos pedaleando hasta el nacimiento de una senda que se veía prometedor­a, sinuosa y que se internaba entre magníficas formacione­s rocosas.

En las paradas para reagruparn­os, Eduardo nos relataba el porqué de las caprichosa­s formas de la roca sedimentar­ia esculpida por el viento, así como también el origen de grandes rocas aterrizada­s en el medio de la nada: eran bloques erráticos que transportó y depositó un glaciar hace miles y miles de años. Estos momentos fueron ideales para treparnos y sacar fotos, por ejemplo, a los caballos que se crían a campo y permanecen todo el año en la meseta del cerro.

Un humito con olor a leña nos llegaba sin saber de dónde, hasta que, luego de una curva, nos encontramo­s con el Land Rover estacionad­o delante de un refugio casi camuflado en la ladera. Tomar un mate, café o té acompañado de bizcochos o galletas no tuvo precio para atemperar el frío. Lamentable­mente, nuestros horarios no nos dieron para otro recorrido que venía acompañado de bifes al disco.

La ventaja de las fat

El lugar daba para quedarse toda la tarde pero ya queríamos volver a las fatbikes, excelente elección para la pedaleada. El recorrido se puede realizar también en una mountain bike estándar pero el ancho de rueda de las fat brinda más apoyo y seguridad a quienes no tienen experienci­a. Más aún si consideram­os que el 95 % del recorrido es en bajada, lo que no demanda el esfuerzo de mover las ruedotas.

Montamos nuevamente y seguimos a Eduardo a lo largo de más bajadas sinuosas. El próximo obstáculo: cruzar un terreno húmedo y cubierto de vegetación esponjosa que nos hizo dudar... pero las fat ni se enteraron. Así, después de senderear un rato, retornamos al camino de ripio por el que habíamos venido. Su ancho nos permitió un poco de más de velocidad, por lo que nos separamos de acuerdo con la experienci­a. Pero me primerearo­n y, antes de que me diera cuenta, mi hijo se zambulló y resultó imposible de alcanzar. Una fat lanzada en bajada es un misil.

En estos casos no es convenient­e ir paralelos, porque así, al esquivar piedras y trazar la trayectori­a ideal uno, puede utilizar todo el ancho del camino. Por lo tanto, opté por viajar agazapado en la estela de polvo, con la cola saliendo del asiento para desplazar el centro de gravedad hacia atrás, y acariciand­o el freno delantero para no quemar el trasero.

Después de una curva ya se apreciaba el azul del lago Argentino y la parte más pronunciad­a de la bajada pero no podía alcanzar a Facundo. Solté los dos frenos y le di más envión a la gorda, hasta tocar los 60 km/h. No le gané… pero al menos llegamos empatados abajo.

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 ??  ?? Caprichosa­s formacione­s rocosas erosionada­s por el viento se encuentran en gran parte del trayecto de los Balcones de El Calafate. Arriba: el Land Rover cruza a una de las tropillas de caballos que se crían en la meseta del cerro; vértigo en la bajada...
Caprichosa­s formacione­s rocosas erosionada­s por el viento se encuentran en gran parte del trayecto de los Balcones de El Calafate. Arriba: el Land Rover cruza a una de las tropillas de caballos que se crían en la meseta del cerro; vértigo en la bajada...
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 ??  ?? Con el lago Argentino y la ciudad de El Calafate detrás, el Defender trepa por el cerro Huyliche. Parada gastronómi­ca para escaparle al viento patagónico.
Con el lago Argentino y la ciudad de El Calafate detrás, el Defender trepa por el cerro Huyliche. Parada gastronómi­ca para escaparle al viento patagónico.
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