Weekend

Tasmania en el horizonte.

Tras remar sin parar durante 62 días, Scott Donaldson se convirtió en el primer hombre en cruzar en solitario el mar de Tasmania en kayak, al unir Australia con Nueva Zelanda.

- Por Juan José Lanusse.

Tras remar sin parar durante 62 días, Scott Donaldson se convirtió en el primer hombre en cruzar en solitario el mar de Tasmania en kayak, al unir Australia con Nueva Zelanda.

La estoy remando”. Una frase muy utilizada para expresar el esfuerzo que se está haciendo para superar una situación adversa. Algunos pueden remar un mal momento o un mal día. Pero entre la metáfora y la acción en sí hay una distancia: remar implica un gran esfuerzo y desgaste, tanto físico como psicológic­o; es una repetición rítmica que se puede extender por horas, días o incluso meses. Y si esto es difícil de creer, vale la pena conocer la historia de Scott Donaldson, que “la remó hasta el final” y se convirtió en el primer

hombre en solitario en cruzar el mar de Tasmania en kayak.

Su epopeya comenzó en mayo de 2018, cuando zarpó desde Coffs Harbour, Australia, y tras remar durante 62 días llegó a las playas de New Plymouth, Nueva Zelanda, el 2 de julio. En total fueron 2.253 kilómetros a través de un mar muy complicado, que en las últimas décadas se ha cobrado la vida de varios navegantes.

S cot t D on a ldson t iene 49 años y toda su vida se dedicó al deporte de manera competitiv­a. Para hacer frente a esta prueba, utilizó un kayak de fibra de car-

bono hecho a medida y equipado con todo lo necesario.

Aun así, antes Scott debió saborear la derrota en dos ocasiones. Su primer intento de cruzar el mar de Tasmania fue en 2013, pero a los pocos días debió abandonar. Al año siguiente volvió a zarpar y tres meses más tarde fue rescatado por un helicópter­o a tan solo 80 kilómetros de la costa neozelande­sa, con su bote en muy malas condicione­s debido a una brutal tormenta.

En el tercer intento, Scott salió con el inicio del invierno para evitar los ciclones. Además, siguió una ruta específica en la

que las olas eran más tranquilas y le permitía aprovechar los vientos del oeste, típicos de la región.

Remar, remar y remar

Con buen clima, él llegó a remar unas 16 horas diarias, aproximada­mente 32 kilómetros. Los días de mal tiempo, en general con mucho viento, debió remar en círculos para no dejarse llevar y perder terreno. Aun así, cuando alguna tormenta lo asediaba, lo único que podía hacer era refugiarse en el compartime­nto es-

tanco que utilizaba para dormir.

A medida que pasaban las semanas, el cuerpo de Scott empezó a sufrir las consecuenc­ias. Mientras que los músculos del tren superior eran exigidos al máximo, sus piernas se fueron atrofiando debido a la falta de movimiento. A eso hay que sumarle que estas, como también sus pies y muslos, estaban constantem­ente sobre agua salada que fue deterioran­do su piel hasta provocarle varias infeccione­s. Hacia el final de su travesía, Donaldson había perdido aproximada­mente 16 kilos de peso, mientras que su kayak tuvo que ser reparado improvisad­amente con cinta adhesiva debido al ataque de un tiburón.

A pesar de todas estas dificultad­es, la tercera fue la vencida y la remada incesante de Scott llegó a su fin cuando arribó a la costa de Nueva Zelanda, mientras una flotilla de kayakistas lo escoltaba a tierra y el cielo nocturno se iluminaba con fuegos artificial­es.

Más de 2.000 personas lo recibieron bajo la lluvia, entre ellos su esposa Sarah y su hijo Zac, que corrieron a abrazarlo apenas Scott sacó los pies del kayak. Una vez superada la emoción del encuentro, los medios salieron a su encuentro. Frente a ellos, él sintetizó todo lo vivido de una manera bastante particular: “Necesito una ducha”.

De esta forma, Scott Donaldson se convirtió en la primera persona en cruzar en solitario el mar de Tasmania. Más allá del logro personal, la travesía también sirvió para recaudar fondos para la investigac­ión sobre el asma, afección que padece tanto él como su hijo.

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Desde Australia hasta Nueva Zelanda, Scott remó durante dos meses un promedio diario de 16 horas, equivalent­e a unos 32 kilómetros, siempre que el clima lo acompañó.
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Cruzar el mar de Tasmania fue una prueba tan exigente que Scott solo pudo superarla en el tercer intento. En el primero tuvo que abandonar a los pocos días; mientras que en el segundo fue rescatado a pocos kilómetros de Nueva Zelanda.
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Scott fue recibido en las playas de New Plymouth, Nueva Zelanda, por más de 2.000 personas. El desgaste físico que sufrió era más que evidente. Sus piernas se atrofiaron por la falta de movimiento y tuvo varias infeccione­s en la piel.
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