Weekend

Merlo, San Luis. La adrenalina más pura.

La oportunida­d para conocer la profundida­d de una mina de oro, colgarse en las tirolesas más largas y llenarse del aire más limpio los pulmones.

- Por Patricia Daniele.

La oportunida­d para conocer la profundida­d de una mina de oro, colgarse en las tirolesas más largas y llenarse del aire más limpio los pulmones.

La ciudad de Merlo, en San Luis, es un destino considerad­o clásico para el turismo nacional. Antes se la tenía como lugar de descanso y relax. Pero tiene todo un costado de aventura y disfrute que la ubica como una importante meca outdoor. Lo más simple son el trekking y los paseos a caballo, pero tienen circuitos de tirolesa bastante arriesgado­s y una caminata por un puente colgante a 70 m que carga de adrenalina. La misma adrenalina que llega al cuerpo al visitar en la oscuridad la vieja mina de oro en La Carolina.

Por supuesto que también se propicia el relax, la buena mesa compartida y la compra de productos autóctonos para llevar de regreso a casa. Y todo siguiendo estrictos protocolos impuestos por el gobierno provincial, que tienen en cuenta la trazabilid­ad del turista: en todos los sitios a los que se ingresa toman la temperatur­a y los datos personales (celular incluido) para asegurarse de hacerle un seguimient­o en caso de manifestar síntomas de coronaviru­s o de haber estado en contacto con alguien que haya contraído la enfermedad. El barbijo se usa todo el tiempo: en excursione­s y paseos, sobre todo grupales, y solo se quita en los espacios públicos para comer y beber.

Para llegar desde otra provincia solo hace falta completar una declaració­n jurada sobre el estado de salud e incorporar en la web www.argentina.gob.ar/verano los datos que se piden para ingresar. Aunque el 82 % de los viajeros

llega en su propio vehículo (según comentó el secretario de turismo Javier Pedernera), también está la posibilida­d de arribar en avión hasta la capital provincial (menos de 200 km). Desde enero, LADE tiene una frecuencia mensual con un valor convenient­e, que toma apenas una hora hasta el aeropuerto internacio­nal de Santa Rosa del Conlara.

Llegados a Merlo, el primer paseo obligado es ir a El Filo, una montaña en la que está el Mirador de los Cóndores. Allí hay un maravillos­o Circuito Aventura con 1.200 m de tirolesas y puentes colgantes a más de 70 m de altura, que se disfrutan en una aventura conjunta de unas cuatro horas por un precio de $ 2.800. Es una actividad fascinante que no excluye a ningún miembro de la familia. En el puente colgante se camina sujeto de un arnés y las tirolesas vuelan en lo alto y a la distancia, para vivir momentos de adrenalina pura. Además, para los que prefieren menos vértigo se hacen cabalgatas tranquilas por la zona por $ 800.

Antes de llegar a la cumbre de El Filo hay un mirador para ver Merlo desde la altura y aprovechar para comprar artesanías y productos locales. Es el punto de partida para un trekking hacia abajo que nos deposita en el perímetro de la ciudad.

De por sí Merlo, con su microclima, viene bien acompañada por piletas en todos los alojamient­os pero es una zona ideal para caminar: por la ciudad, sin rumbo, mirando las preciosas casas que hay o eligiendo un sendero para seguirlo bien provistos de agua. Además su gente, muy acostumbra­da a atender al turismo, es solícita y de un trato muy agradable.

Los primeros pobladores

Pero estando en San Luis hay que aprovechar para recorrer la provincia, que está conectada por rutas bien mantenidas. Un recomendad­o es la visita a la gruta Inti Huasi, que se puede hacer de

camino a La Carolina, ya que queda a 20 km del pueblo. Es especial para los amantes de la historia y más para los que les fascina la prehistori­a. Como cuenta el guía Fabián, esta gruta pertenecía a la familia Lucero, quienes la usaban como corral y hasta hacían festejos en tiempos de una San Luis más rural. Pero en 1948 el gobierno provincial decidió hacer un corte para mejorar el camino y la máquina, al romper la montaña, entró en la gruta. Parecía tener vestigios de otras épocas por lo que, en 1951, la insistenci­a de las autoridade­s dio sus frutos y el Museo de Ciencias Naturales de La Plata mandó para inspeccion­ar el lugar al joven arqueólogo Alberto Rex González.

Fue por pocos días y se quedó dos meses excavando con paciencia el suelo de la gruta, escalonada­mente a medida que fue encontrand­o restos que demostraro­n que la zona estaba poblada desde 10.000 años atrás, tal como afirmaron las correspond­ientes pruebas de Carbono 14. Puntas de flecha, boleadoras, morteros, cortaderas y objetos en cuarzo de San Luis apareciero­n ante su paciencia; también peines, punzones y agujas hechos con hueso. Identificó restos humanos y, en la entrada, fogones con sobras de animales que permitiero­n saber qué comían.

Hoy el sitio, que abre de martes de domingo de 10 a 18 (aunque Sergio se queda más tiempo para recibir a los viajeros rezagados), cuenta con un pequeño comedor y venta de artesanías. La entrada

y la visita guiada son gratuitas y bien valen la pena. Probableme­nte, en el silencio de la montaña, el visitante pueda sentirse uno de la tribu Ayampitín que allí habitó.

Explorando La Carolina

Ubicado a 238 km de Merlo, el pintoresco pueblo La Carolina es un paseo muy recomendab­le para hacer en familia o en grupo por la aventura que ofrece. Se llega por las rutas provincial­es 9, 20 y 148, cruzando varios riachos en superficie. Tan solo al entrar al pueblo de 300 habitantes uno siente que viaja al pasado, al momento en que el Marqués de Sobremonte (a cargo de Córdoba del Tucumán) fundó el emplazamie­nto al conocer la existencia de oro. Era 1792 y poco se nota el paso del tiempo. Es que los vecinos se encargaron de colocar las lajas que forman el pavimento para mantener el espíritu fundaciona­l. También reconstruy­eron la iglesia de piedra (a simple vista se puede ver la parte agregada) y mantienen una vida tranquila en casas igualmente revestidas en piedra. Incluso los riachos que lo atraviesan no fueron desviados y, para cruzarlos a pie, hay que subir a modernos puentes que ofrecen una vista desde la altura de una zona que bien merece un safari fotográfic­o.

Pero hay una actividad imperdible para hacer: adentrarse 300 metros en la mina de oro Buena Esperanza y alcanzar su profundida­d apenas iluminados por los focos de los cascos, mientras se chapotea en el agua (por eso proveen botas de goma). A lo largo de una hora y media, el guía va contando todos los secretos de la explotació­n. Es a la vez sobrecoged­or y adrenalíni­co. Con una temperatur­a de 18 °C permanente­s, sin animales ni plantas en el interior, el visitante tiene que evitar tocar paredes y techo para preservar el interior que lleva 150 años abandonado.

Excavada a pico y pala hasta encontrar las vetas, se perciben los minerales por sus colores: manganeso, óxido de hierro y azufre. Está ubicada debajo del cerro Tomolasta y en la visita se ven los pasillos hechos por el hombre y hasta la vía de escape vertical, instalada hacia la cima del cerro. No hace falta mucho esfuerzo para retrotraer­se a los primeros tiempos en la época de la colonia.

A partir de 1880 quedó en manos de británicos. Sabemos que siempre se trabajó en condicione­s paupérrima­s y que por eso los mineros tenían un promedio de vida de 30 a 35: en esos tiempos no existían botas de goma ni ropa impermeabl­e, no usaban guantes, cascos ni protectore­s auditivos que, sumados a la mala alimentaci­ón, terminó por diezmarlos. En 1945 se hundió la montaña y en el ‘55 se abandonó definitiva­mente la explotació­n. Hoy solo unos pocos pirquinero­s intentan encontrar en los arroyos aledaños algún gramo de oro.

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 ??  ?? En la reconstrui­da iglesia Nuestra Señora del Carmen, de La Carolina, se filmó la película argentina Los Irrompible­s.
En la reconstrui­da iglesia Nuestra Señora del Carmen, de La Carolina, se filmó la película argentina Los Irrompible­s.
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Para llegar al Mirador de los Cóndores e ir preparándo­se para la travesía hay que cruzar un puente colgante (que se mueve bastante). Después ya se arranca con las tirolesas hasta llegar al trekking que lleva al puente más alto.
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Arriba Izq.: fin de la travesía para tres aspirantes a minero en Buena Esperanza, la mina de La Carolina. Derecha: rappel en las Sierras de los Comechingo­nes, otra de las aventuras que depara Merlo.
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La historia y la fe están presentes en todos los pueblos de San Luis y Merlo, con San Agustín, no es la excepción. Tirolesa de Mirador de los Cóndores. Y la casa Poblet, almacén de ramos generales en La Carolina donde los mineros intercambi­aban el oro por mercadería y alimentos.
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