Weekend

Villa La Angostura: aventuras por tierra y agua.

Un viaje al bosque andino de Neuquén para recorrer en bicicleta el Bosque de Arrayanes, navegar en kayak y en motovelero, y cabalgar hasta la desembocad­ura del río Bonito.

- Por Julián Varsavsky.

Un viaje al bosque andino de Neuquén para recorrer en bicicleta el Bosque de Arrayanes, navegar en kayak y en motovelero, y cabalgar hasta la desembocad­ura del río Bonito.

La prevención obliga: hoy todo debe ser al aire libre. Y hemos llegado a Villa La Angustura en su busca, en la quietud del bosque. Lo abordamos primero por agua con una excursión en kayak guiados por el experiment­ado Pablo Beherán, quien nos cita en el balneario a orillas del lago Espejo, a 12 kilómetros de la ciudad. Nos colocamos chalecos –estamos en el Parque Nacional Nahuel Huapi– y comenzamos a remar poco después del amanecer. La proa del kayak corta el espejo de agua, abriéndose paso por una bruma sugestiva que vela el bosque. No corre viento y apenas se oye el plaf de los remos y el suave fluir del kayak sobre la transparen­cia, traslucien­do el lecho de rocas. Antes que navegar, esto es como ir levitando en una alfombra mágica a dos metros del suelo. En el fondo veo proyectada­s la sombra del kayak y mi silueta. Cada tanto pasa una trucha arco iris como una flecha. Sobre la costa camina una pareja de cauquenes y los arroyos cristalino­s bajan de la montaña al lago. Pablo sabe leer el fondo del lago: según el color de la ceniza reconoce las distintas erupciones de los volcanes que nos rodean. Allí donde el fondo es arena muy clara –de la erupción del volcán Puyehue en 2011– el efecto visual es el de una playa caribeña.

Las aves acompañan el paseo: gaviotas, golondrina­s, jotes y patos vapor. La montaña cae a pique al lago salvo en las playas: el bosque denso nace en la orilla. Navegamos 4 km con rumbo oeste a una bahía muy calma y atracamos en la playa para colocarnos un traje de neoprene y máscara para hacer snorkel en el lago. Al fondo veo decenas de grandes árboles caídos. Volvemos a la arena y Pablo nos sorprende con un té, un blend de frambuesa, chocolate blanco y lavanda con medialunas que saboreamos frente a los Andes nevados, incluso en verano.

Al regreso cruzamos a la margen opuesta para no repetir trayecto, completand­o un circuito de cuatro horas. Justo antes de desembarca­r, Pablo descubre a 100 m una refinada pareja de cisnes de cuello negro cruzando el lago con su nado de apariencia inmóvil: su suave estela fractura el espejo por la mitad.

Al bosque zen

El segundo día lo dedicamos a las bicicletas. Alquilamos dos y partimos hacia uno de los rincones más románticos de la Patagonia: el Parque Nacional Bosque de Arrayanes. Desde el centro de la ciudad tomamos

la avenida Quetrihué por 4 km y entramos al bosque, allí donde un cartel señala la senda de 12 km al parque. La complejida­d es intermedia: no es un paseo plano todo el tiempo. El primer kilómetro debemos caminar: hay una escalinata de madera (cada peldaño mide varios metros de largo y la bici rueda a nuestro lado). Hay también subidas y bajadas empinadas por un sendero bien demarcado y no peligroso. En los lugares más complejos, los no expertos caminan y hay bajadas para experiment­ar alta velocidad. Antes de llegar, un cartel señala un desvío a laguna Patagua con su playa como de césped: aquí habita el huillín, una especie de nutria que es emblema del parque. Casi todo el trayecto es por un cerrado bosque de coihues de 40 m donde aparecen pájaros carpintero­s.

Arrayanes

Llegamos a este pequeño parque nacional, una angosta península que entra al lago Nahuel Huapi, hiperpobla­da de arrayanes: es la comunidad de esa especie más densa que existe en el mundo, un árbol de belleza singular con tallo muy ramificado de superficie suave y fría al tacto. Su color canela parece la piel de Bambi y alcanza los 650 años de vida.

Entramos al bosque por una pasarela de madera sobreeleva­da y debemos dejar las bicicletas para sortear los escalones. Ocupa 12 hectáreas y la densidad de arrayanes hace que se filtren apenas los rayos de sol, un juego de luces y sombras creando la ilusión de un bosque encantado. La opción de la bicicleta tiene una ventaja, comparada con la excursión clásica en catamarán: cuando la embarcació­n se va, el bosque queda desierto. Y uno tiene todo el tiempo del mundo para explorarlo en silencio. Una opción es llegar en catamarán con las bicicletas en el techo y regresar pedaleando. Hay que llevar agua y candado.

Dedicaremo­s una mañana a cabalgar con El Tero Bogani, desde su puesto a 100 m del río Bonito, entre Puerto Manzano y Cumelén sobre la RN 40. Salimos con nuestro guía al frente y los mansos caballos a paso lento por un bosque de ñires. Luego se elevan los coihues y cipreses por senderos sin mucha pendiente: por momentos bajamos, en otros subimos. Al rato atravesamo­s el río Bonito con el agua por debajo de las rodillas de los caballos y entonces bordeamos el lago Nahuel Huapi, oyendo el trompeteo de las bandurrias de pico curvo.

A partir de la media hora de travesía vemos la panorámica del río Bonito desembocan­do al azul del lago: al fondo, la península de Quetrihué y la isla Victoria. En una playa junto a la desembocad­ura del Bonito –sin desensilla­r– dejamos que los caballos pasten el pastito verde de un mallín como un pequeño campo de golf y después pegamos la vuelta.

El placer de la lentitud

Para navegar –esta vez sin esfuerzo físico– salimos a surcar el Nahuel Huapi en el motovelero “Impaciente”, una alternativ­a más íntima que los catamarane­s que van de Villa La Angostura al Bosque de Arrayanes e isla Victoria con horario fijo y 80 personas. Si uno arma un grupo de 8, el paseo en motovelero puede costar un precio similar del catamarán pero con muchos agregados.

El capitán Gustavo Bruckl y dos marineros lideran esta velada que solo enciende motores a la salida y al regreso al puerto de Bahía Manzano. Después, somos juguete de la brisa. Zarpamos a lo grande con una picada de quesos y fiambres, champagne espumante rose, vino y cerveza. Saboreamos las delicias patagónica­s recostados en una gran colchoneta de proa, rodeados de agua y bosque andino.

El “Impaciente” mide 11 m de eslora y tiene baño, timonera cubierta, cocina, espacio para sentarse bajo techo y camarote. El gran diferencia­l en tiempos de Covid-19 es que uno puede hacer toda la excursión al aire libre (el máximo es 8 turistas). Desembarca­mos para recorrer el bosque de a r raya nes sin apuro ni gente, y volvemos a bordo para regresar a Bahía Manzano. El capitán me deja llevar el timón unos instantes. Esta excursión clásica dura tres horas y es la misma del catamarán. Pero hay viajeros que le plantean al capitán “ese bosque ya lo conozco, quisiera ver otros lugares”. Entonces se abren las alternativ­as. Quizá la estrella sea el día completo con asado en la playa de Piedras Blancas. Otra opción es el medio día con almuerzo en Puerto Radal de la isla Victoria. Navegar, rodar y cabalgar son maneras activas de abordar el paisaje, pero el fin no es tanto el deporte sino un elogio de la lentitud y la contemplac­ión.

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 ??  ?? Así se ve la bahía Puerto Arauco desde el aire: una postal soñada con aroma a aire puro.
En el lado Espejo uno anda en kayak como por un cayo en el Caribe.
Así se ve la bahía Puerto Arauco desde el aire: una postal soñada con aroma a aire puro. En el lado Espejo uno anda en kayak como por un cayo en el Caribe.
 ??  ?? Canopy por el bosque patagónico en Cerro Bayo, El motovelero Impaciente es la opción intimista y relajada de recorrer los lagos. Y a caballo por el bosque con el Tero Bogani, experiment­ado guía.
Canopy por el bosque patagónico en Cerro Bayo, El motovelero Impaciente es la opción intimista y relajada de recorrer los lagos. Y a caballo por el bosque con el Tero Bogani, experiment­ado guía.
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Pesca, un clásico de la Villa. En los alrededore­s de la villa hay buen pique de truchas.
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 ??  ?? El Bosque de Arrayanes en bicicleta y soledad. La arquitectu­ra de Villa La Angostura tiende a la madera y a cierto estilo alpino.
El Bosque de Arrayanes en bicicleta y soledad. La arquitectu­ra de Villa La Angostura tiende a la madera y a cierto estilo alpino.
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