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Miramar: sendero del meteorito.

El Bosque Energético, un sitio donde la gente busca recargarse abrazando árboles alimentado­s por el magnetismo de una piedra espacial.

- Por Marcelo Ruggieri.

El Bosque Energético, un sitio donde la gente busca recargarse abrazando árboles alimentado­s por el magnetismo de una piedra espacial.

En el tramo final de la Interbalne­aria (Ruta Provincial 11), se encuentra el curioso Bosque Energético de Miramar, poblado de numerosos eucaliptos y pinos que se asientan en los médanos circundant­es. Esta zona de dos hectáreas es la continuaci­ón del Vivero Dunícola Florentino Ameghino, una de las atraccione­s más relevantes de esta ciudad turística.

“El predio era conocido anteriorme­nte como el Bosque Oscuro –acota Carlos Pagliardin­i, guía del lugar–por la tu pida vegetación que dificulta el ingreso de la luz solar y por generar un ambiente silencioso, fresco y húmedo; pero además porque aquí se suceden una serie de fenómenos que lograron captar la atención de la comunidad científica nacional e internacio­nal, ya que desde 1954 se estudia el lugar por las propiedade­s electromag­néticas que posee ”.

Parece ser que la caída de un meteorito ocurrida hace más de 3,5 millones de años tiene que ver con esto. Sus partículas quedaron desparrama­das y enterradas por debajo del suelo existente, lo que ocasiona una ionización ambiental y energía cuántica comprobabl­e en todo el terreno.

Al costado de la ruta está el estacionam­iento vehicular y algunos puestos comestible­s y artesanale­s. En el acceso aparecen carteles interpreta­tivos y un sector de mesas y bancos; y allí nomás nace

el ancho sendero peatonal que nos introduce al bosque.

Comienza la caminata que se extiende por unos dos kilómetros hasta la orilla del mar. A poco de andar dimos con un amplio claro entre la profusa arboleda, donde el suelo está tapizado de pinochas y de una gran acumulació­n de ramas y hojas secas que caen de las coníferas.

Es el sitio elegido para la charla del guía y para palpitar algunas experienci­as sensoriale­s. “Lo que aquí se produce –explica Carlos– surge de la existencia de cierto poder energético que desafía las leyes magnéticas; y es por eso que los invito a recoger dos ramitas del suelo y colocarlas en ‘T’ para que puedan percibir un increíble equilibrio”.

La prueba asombró a la mayoría de los presentes y derivó en efusivos aplausos. En realidad, según los estudios, se cree que este tipo de atracción magnética proviene de aquella remotísima piedra espacial esparcida bajo tierra. Hasta los mismos árboles supuestame­nte están cargados de esa energía que van absorbiend­o desde sus raíces; a tal punto que el guía nos invita a una segunda experienci­a.

“Vamos a abrazar a los árboles para sentir la vibra que ellos transmiten”, sostiene Carlos. Y así fue cuando los visitantes, sin entender muy bien el motivo, se fundían en ese abrazo que les brindaba calma, paz, una energética sensación de bienestar y una increíble descarga de tensiones; sin ningún interés por despertar y abandonar ese gratifican­te momento. “¡Creer o reventar!, sostenían algunos por allí; y otros con precisas palabras, intentaban explicar esa misteriosa vivencia.

Seguimos la recorrida por el bosque, inmerso cada vez más en su frondosa arboleda. “Miren hacia arriba y podrán apreciar cómo en lo alto, las copas de los pinos se mueven todas juntas en un plácido vaivén, atraídas precisamen­te por ese entorno energético, y reflejando una agradable visión ante las miradas de los caminantes”, acota nuestro guía.

El bosque se cierra y el ruido del mar ya se siente. Enredadera­s cubren los cuerpos de muchos ejemplares arbóreos, el sendero se angosta en galería, troncos caídos forman puentes a los que hay que pasar por debajo; y el suelo arenoso se vuelve más notorio. Una suave subida por los médanos permite llegar a la cima y desde allí divisar la cercana ribera del mar, que en estas latitudes se presenta acantilada. Bajamos hasta la costa, por donde corre un camino vehicular que permite recorrer los alrededore­s miramarens­es. A pocos metros se destaca la silueta del Cristo de la Hermandad, una imponente cruz que marca el final del circuito; tal vez energético para muchos o quizá sólo una caminata para otros, donde se combinan entretenid­os momentos con un paisaje de bosque, dunas y mar, que la convierten en una propuesta sumamente placentera.

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Carlos, nuestro guía, brinda una charla sobre la historia del lugar e invita a disfrutar de experienci­as energética­s.
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 ??  ?? Arriba izquierda: Cristo de la Hermandad sobre la costa de Miramar. Derecha: El abrazo a los árboles para cargar energías. Abajo: el equilibrio de dos ramitas en “T”.
Arriba izquierda: Cristo de la Hermandad sobre la costa de Miramar. Derecha: El abrazo a los árboles para cargar energías. Abajo: el equilibrio de dos ramitas en “T”.
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