Desafío a la pandemia.
Un biker aventurero recorrió Santa Cruz en busca de aires de libertad, luego de estar sin pedalear durante más de un año. Cómo fue la experiencia y el trato con la gente.
Un biker aventurero recorrió Santa Cruz en busca de aires de libertad, luego de estar sin pedalear durante más de un año. Cómo fue la experiencia y el trato con la gente.
Germán Stoessel es profesor de botánica y amante de la bicicleta. Luego de la cuarentena estricta, de la gran incertidumbre respecto de los viajes y de la restricciones de circulación, decidió realizar una travesía que hacía tiempo venía postergando. La excusa ideal fue dar la vuelta a la provincia de Santa Cruz. Cuál fue su recorrido y cómo es la experiencia de viajar en medio de una pandemia.
Weekend: ¿Cómo te iniciaste en los viajes en bicicleta y a qué te dedicás?
Germán Stoessel: Desde muy chico ando en bici, y me inicié en los viajes en mi Cutral Có natal, Neuquén. La pasión por el ciclismo, la naturaleza y el ámbito rural patagónico se han cruzado varias veces y hoy es común que visite algún establecimiento o a productores rurales de zona norte de la provincia, pero en bicicleta. Soy casado, padre de familia (tengo tres hijos: una nena y dos varones), vivo en Caleta Olivia, Santa Cruz, me desempeño como profesor de Botánica y Extensionista Rural en la UNPA y, además, soy bicicletero.
W: ¿Cuál fue el recorrido que realizaste y la motivación de este viaje?
G.S.: El viaje que relato en esta entrevista tuvo como punto de partida mi casa en Caleta Olivia, con destino sur (RN3): Fitz Roy/Jaramillo, Tres Cerros, San Julián, Comandante Luis Piedrabuena, Le Marchand y Río Gallegos. En Guer Aike tomé la RN 40 (y ese fue el camino hasta Perito Moreno): Bella Vista, Turbio Viejo, Destacamento Tomás Sosa, El Calafate, El Chaltén, Estancia La Lucia (entre Tres Lagos y Gregores), Bajo Caracoles, El Pluma y nuevamente de regreso a Caleta Olivia. Honestamente, luego de un año de restricciones, este viaje fue un ejercicio de libertad. W: ¿Con qué equipo viajaste? G.S.: El equipo ha cambiado en cada viaje. Siempre se modifica a fuerza de errores y aprendizaje. En este caso viajé con una bicicleta de acero rígida hecha a mano, rodado 29” x 2,25”, con transmisión 1x11 y bolsos del tipo bikepacking. Llevé un panel solar, un power bank para cargar equipos y mantenerme comunicado y sacando fotos. Además, cargué agua y alimentos liofilizados extra (para 15 días) ante la posibilidad de que en algunos pueblos no me permitieran entrar. Y así fue: en Piedrabuena, 28 de Noviembre y Río Turbio no pude entrar, y en Gobernador Gregores no pude acampar.
W: ¿En qué mes saliste y cuánto duró el recorrido?
G.S.: Partí de casa el lunes 11 de enero por la mañana y volví el sábado 30 del mismo mes a las 21 hs. Es decir, 19 días y unas horas.
W: ¿Te preocupaba salir en medio de una pandemia? ¿Cómo fue la experiencia?
G.S.: Sabía que la ocasión del viaje era especial, pero no me preocupaba salir en pandemia. Cada viaje en bicicleta es distinto y tiene sus riesgos, y en cada salida me encomiendo a la Virgen. Desde ya que no dejé cuidados librados al azar: barbijo, alcohol en gel e higiene fueron una constante. La experiencia del viaje fue única, extraña: encontré algunas personas con mucho temor, y otras que aún cultivan la gauchada y la hospitalidad. Además, al viajar en pandemia hallé mucho menos tránsito, especialmente en la RN40, y menos aún, de ciclistas.
Prácticamente no cruce a otros ciclistas
W: ¿Tomaste algunas precauciones que no solías tener en cuenta normalmente?
G.S.: Claro, habitualmente llevo 3 litros de agua y comida para uno o dos días, pero esta vez llevé 7 litros de agua y raciones liofilizadas para 15 días (guiso de lenteja, arvejas, charqui, frutas secas, etc.). W: ¿Tuviste alguna complicación? G.S.: No, complicaciones no tuve. A excepción de un dolor en los tendones, pero después nada grave. En algunos pueblos no me dejaron entrar, pero para eso iba preparado, para dormir al reparo de algún muelle o en alguna alcantarilla o estancia abandonada. Solo tuve que responder un montón de preguntas absurdas en la cuenca carbonífera para poder continuar el viaje, pero es solo una anécdota.
W: ¿Cómo te recibía la gente al verte llegar viajando en bici?
G.S.: El ciclista siempre es bien recibido, y fui acogido con la amabilidad característica del poblador sureño. Como te dije, en contados casos vi temor en el otro. Por ejemplo, un trabajador vial no me quiso dar agua para no tocar mi botella, pero lo entendí. En otros casos fui invitado a churrasquear cordero (sin compartir mate, claro), pero siempre bien. En la Estancia El Delfín, “Coco” Alfaro (a quien conocí un año atrás, también pedaleando) se alegró de volverme a ver y me recibió en su humilde hogar. Tuve un galpón de reparo, un pedazo de carne y agua para mi mate. En Bajo Caracoles, un poblador que tiene un carro de comidas me seguía por las redes y calculó mi llegada, y me estaba esperando con algo para comer… ¿Lo podes creer?
W: ¿En algún momento del viaje te arrepentiste de haber salido?
G.S.: Jamás, honestamente, jamás. Viajar en bicicleta es duro, cierto. Pero te permite un contacto más estrecho con la tierra y tus compatriotas, con la naturaleza y la gente.
W: ¿Cuáles creés que fueron los aspectos positivos y negativos de viajar en bicicleta en este contexto?
G.S.: Viajar en este contexto fue muy positivo. Aún somos libres y tenemos derecho a circular. Por eso esto fue un ejercicio de libertad. Fue positivo para inflar los pulmones de aire puro. Fue positivo por encontrar una mano amiga al final de la jornada. Fue positivo conocer y encontrar gente que se atreve a salir y vivir. Negativo hubiese sido no hacerlo.
W: ¿Qué le recomendarías a las personas que tienen ganas de salir a viajar en bici actualmente?
G.S.: Le recomendaría que comience con salidas cortas, que se anime a equivocarse y corregir el rumbo. Que lleve solo lo necesario, hay que viajar ligero para llegar lejos. También, que se atreva a superar sus propios límites, asombrándose de lo que puede hacer enfrentando las distancias y el clima. Que recuerde las palabras del gran Alfredo Barragán (capitán de Expedición Atlantis): “Que el hombre sepa que el hombre puede”.