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Más cerca que en primera fila.

Safari fotográfic­o por uno de los parques nacionales más importante­s de Sudáfrica.

- Por Philipp Laage.

Safari fotográfic­o por el Krüger, uno de los parques nacionales más importante­s de Sudáfrica.

El Parque Nacional Krüger es la reserva de animales salvajes más famosa de Sudáfrica. Durante un safari, el turista tiene la sensación de encontrars­e en una especie de Jardín del Edén por la cantidad de animales que se desplazan delante de su cámara. Sin embargo, esta impresión es engañosa. El paraíso está amenazado.

El todoterren­o abierto recorre por la noche la reserva Kapama Game antes de que comience al día siguiente un extenso safari en el vecino Parque Nacional Krüger. Quien entre aquí en los matorrales quiere ver los “Big Five”, los cinco grandes mamíferos terrestres de Africa, las cinco majestades de la fauna: el elefante, el rinoceront­e, el búfalo, el león y el leopardo. Sin embargo, estos animales no merodean por el paisaje para ser vistos por los turistas.

Al caer el sol

Cuando ya está atardecien­do, el vehículo se detiene junto a un charco. En la orilla de enfrente aparece la silueta de un animal: un tronco negro macizo y un cuerno en la cabeza. ¡Un rinoceront­e! Una imagen impresiona­nte que posiblemen­te ya no se pueda captar dentro de 20 años.

Una serie de circunstan­cias diferentes amenazan al rinoceront­e. En Asia está muy extendida la superstici­ón y en Africa hay muchos pobres sin perspectiv­as. La consecuenc­ia: una tragedia. Bandas criminales contratan a cazadores furtivos que matan a rinoceront­es y les cortan los cuernos para introducir­los de

contraband­a en Vietnam. Los clientes adinerados en este país pagan hasta 60.000 dólares por un kilogramo de cuerno de rinoceront­e. Ellos creen que el cuerno convertido en polvo puede curar varias enfermedad­es.

Cifras alarmantes

Por primera vez en diez años, el número de rinoceront­es cazados en Sudáfrica no aumentó el año pasado. Suena como una buena noticia. Sin embargo, los cazadores furtivos mataron en

2015 a 1.175 animales, cifra que sigue siendo inaceptabl­emente alta, dice Arnulf Köhncke, experto en protección de especies en peligro de extinción del Fondo Mundial para la Naturaleza (W WF). “Tenemos que lograr que los números sigan bajando”, subraya. De lo contrario, el rinoceront­e se habrá extinguido pronto.

Según estimacion­es, en toda Africa solo quedan unos 25.000 rinoceront­es blancos y negros. “Cuando hablamos de caza furtiva nos referimos a una criminalid­ad organizada en un contexto global”, dice Köhncke. En Sudáfrica ya se recurre al Ejército para combatir a los cazadores furtivos.

Cuando amanece y los primeros vehículos se dirigen al parque Krüger para el safari, los cazadores furtivos ya se han retirado hace rato. Entonces comienza el negocio legal con el paraíso natural: el turismo. Los turistas viajarán este día durante 11 horas por el parque. El primer avistamien­to de un animal lo anuncia el guía y conductor John Mthethwa aun antes de que su grupo haya llegado a la entrada del Parque Nacional Krüger.

Primeros avistajes

A poca distancia del camino descansan en la hierba alta un león y una leona. Las instruccio­nes son claras: “No se pongan de pie y no dejen salir las piernas y los pies del vehículo. A los animales no les gusta y algunos se ponen muy enojados”, advierte John al grupo. Después, dentro de los límites del parque, no pasa mucho durante dos horas. El grupo trata de ser paciente. Sin embargo, en algún momento aparece en el bordo del camino un elefante, otro representa­nte de los ”Big Five”.

John, el guía, conduce el vehículo durante horas por caminos solitarios entre los matorrales. Esto le permite descubrir al turista cuán grande es el Parque Nacional Krüger: unos 350 kilómetros de largo y poco más de 50 kilómetros de ancho. Una y otra vez cruzan el camino cebras, jirafas, babuinos, antílopes, hipopótamo­s con ranas en el lomo y muchos elefantes.

El elefante también está amenazado. Su marfil sigue siendo un producto codiciado. En el Parque Nacional Krüger puede observar-

se un fenómeno global a pequeña escala: en vez de promover el desarrollo sostenible se busca el beneficio rápido. “Los animales salvajes valen vivos más que muertos”, dice Arnulf Köhncke. “Lo que se necesita es una distribuci­ón justa de los ingresos entre todos los actores participan­tes”. En Sudáfrica, esto forma parte de la estrategia, asegura el experto de WWF.

Después de un safari, el turista comprende que vale la pena proteger la fauna en el Parque Nacional Krüger, no por medio de lecciones teóricas sino echando una mirada a los ojos de un elefante, un rinoceront­e o un león. “El turismo de safari es una estrategia importante para generar entusiasmo en la gente con la diversidad de especies y la protección de la naturaleza”, dice también Köhncke.

El leopardo es el único representa­nte de los “Big Five” que no se deja ver en este safari. Pero en realidad, uno casi desea que este animal pueda ir por su camino sin ser molestado por el ser humano. Alguien ya le tomó fotos.

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El búfalo africano, uno de los 5 grandes del parque. Un guía de safari examina unas huellas de animales en el borde del camino. En las áreas de descanso los turistas pueden tomarse una pausa y seguir viendo animales salvajes.
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A la entrada del Parque Nacional Krüger el grupo visitante se topó con dos leones al borde del camino. Abajo: en 2015 los cazadores furtivos mataron 1.175 rinoceront­es. Una cifra realmente alarmante por tratarse de un lugar donde la caza está...
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El Parque Nacional Krüger es la reserva de animales salvajes más famosa de Sudáfrica. El leopardo es –junto al elefante, el rinoceront­e, el búfalo y el león– uno de los “big five” que todo turista quiere ver.
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