De la llanura selvática, a la alta montaña
Una de las historias más pintorescas fue el debut truchero del amigo Carlos Iconicoff. Un sensei mosquero, cur tido con enormes dorados, pacúes, pirá pitaes e innumerables especies amazónicas, pero que jamás había tocado una trucha en su vida. Perdido como “turco en la neblina”, con mosquitas diminutas, empolarado con waders, o indistinguibles tippets como cabellos, que se miden en X. Ese choque cultural entre la selva paranaense y la Patagonia montañosa fue el disparador de infinidad de anécdotas: ver el nacimiento mismo de los ríos en un paisaje desnudo de vegetación, la chiveada con los trashumantes, las noches gélidas con millones de estrellas, los durísimo trekkings y vadeos. Mi preocupación era que muchos peces, pero llamativamente salió airoso, y pescó muchísimas truchas. Eso sí, con su mejor pez del viaje 100 % a vista, sucedió lo inexorable: le salió el correntino y tras una clavada pacucera. Fascinado con este nuevo mundo piscatorio, prometió volver el año que viene acompañado de su familia.