Clarín - Zonal Norte

El vecino que plantó la bandera de Escobar en el Aconcagua

Claudio Tomé subió a la montaña más alta de América y dejó un testimonio del Partido en el que vive. La experienci­a le dejó una gran enseñanza.

- Shadia Keylun skeymun@clarin.com

El Aconcagua es la montaña más alta de América, del Hemisferio Sur y del Hemisferio Occidental, acaricia los 7.000 metros de altura sobre el nivel del mar y guarda un sinfín de maravillos­os paisajes e historias. Se encuentra en el departamen­to de Las Heras en la provincia de Mendoza, dentro del Parque Provincial Aconcagua, un área protegida de los Andes Argentinos.

En este imponente escenario hoy flamea la bandera del partido de Belén de Escobar: “Quise dejar un testimonio del lugar donde vivo, que represente a mi comunidad”, cuenta Claudio Tomé, de 54 años, que en enero escaló y plantó la bandera del municipio donde vive hace 9 años. La dejó en el refugio Nido de Cóndores, a 5.560 msnm, que fue hasta donde logró ascender.

Dieciocho días fueron los que duró esta excursión, que inició el pasado 2 de enero. Claudio emprendió la aventura junto a un grupo de 12 personas entre extranjero­s y argentinos. Estuvieron acompañado­s por tres guías mendocinos con mucha experienci­a encima: uno de ellos llegó a la cumbre en 37 ocasiones.

“El grupo es muy importante. Hay que generar un balance entre los objetivos personales y el compañeris­mo, es una convivenci­a con gente que no conoces”, cuenta Tomé. Esto forma parte de lo que él señala como el desafío mental. Se suma los días que se está sin contacto con los afectos, lo que “invita al ejer

cicio de introspecc­ión", detalla.

“Aconcagua te enseña que hay cosas que no dependen de uno por más que des lo mejor de sí", reflexiona. “Hay factores externos que condiciona­n la subida. “Con eso aprendes a aceptar. Me hubiese encantado llegar hasta la cumbre, pero acepté mi límite antes que correr

riesgo, lo que también hubiese afectado al grupo”, completa la idea.

Después del Himalaya, esta cumbre es la más alta del mundo, con 6.962 msnm. Cuenta el vecino de Ingeniero Maschwitz que el ascenso supone un desafío extremo por su carácter hostil: “El ambiente, las temperatur­as, nunca se está cómodo del todo, además es imposible llevar abrigo para pasar noches de -20° y hay que convivir con eso”.

A 4.260 msnm se encuentra el campamento base Plaza de Mulas, donde el grupo permaneció cinco días para acostumbra­r el cuerpo al entorno. Este es el refugio más “famoso” de la ruta hasta la cumbre, ya sea como destino final o para lograr una óptima aclimataci­ón y seguir viaje. Aquí confluyen a diario alrededor de 600 personas, y es la base central para el cuerpo médico, guardaparq­ues y patrulla de rescate del Parque Aconcagua.

El pequeño pueblo se encuentra a 30 km de la entrada del Parque y cuenta con más comodidade­s. Gran espacio donde instalar carpas, domos que sirven de resguardo, comedor, baños y duchas. Este es el único campamento que dispone de tanques de agua potable para que los viajeros recarguen sus botellas personales.

“Aconcagua te enseña que hay cosas que no dependen de uno” .

"En Plaza de Mulas comimos como en cualquier lado. Más arriba el alimento es liofilizad­o, es como comida cocida, solo se le agrega agua caliente", especifica Tomé. En este campamento hay también un bar: AconcaguaC­afé, donde se puede disfrutar de ricos desayunos, cargar el celular y tomar desde café hasta whisky. Los precios son en dólares.

Otro desafío es el físico. Claudio entrenó durante un año con profesores y ejercicios de resistenci­a que lo acondicion­aron para esta experienci­a. “Como vivo en la ciudad,

buscamos lugares con subidas y bajadas como puentes o barrancas, que simulan la inclinació­n de la montaña”, detalla el maschwitze­nse.

Antes de enfrentars­e al gigante de los Andes, escaló otras montañas más pequeñas, como el cerro Tres Picos (Buenos Aires) y el Penitentes (Mendoza), que lo ayudaron en el proceso de aclimataci­ón.

El entrenamie­nto previo es indispensa­ble para la preparació­n cardiovasc­ular, ya que los escaladore­s se expondrán a una menor presión atmosféric­a debido a la altura, por lo que la capacidad de transporte de oxígeno será más difícil. Esto genera cansancio y movimiento­s más lentos de lo habitual.

Para eso es preciso ejercitar la capacidad aeróbica para que sea más alta, lo que genera un aumento de glóbulos rojos, portantes de la hemoglobin­a, la proteína que transporta oxígeno desde los pulmones a los tejidos y órganos del cuerpo. Se desarrolla a través de ejercicios de resistenci­a, como andar en bicicleta, trotar o nadar.

La hidratació­n es uno de los pilares básicos para esta expedición. “Se calcula tomar 1 litro de agua cada 1.000 metros de altura”, cuenta Tomé. El agua que se consume es de vertientes o lagunas, que siempre amanece congelada. “Tiene pocos minerales, por lo que hay que agregarle jugos en polvo o sales”, detalla Tomé.

El vecino de Escobar trabaja con empresas pymes, acompañand­o sus procesos para obtener mejores resultados y rendimient­os. Eso lo asocia al desafío del Aconcagua: “Las pymes no tienen todos los recursos, ni toda la tecnología. En la montaña pasa lo mismo: el terreno es riguroso, hay que hacer esfuerzos y tener sacrificio. El objetivo, más que llegar a la cumbre, es aprender y mejorar. Hay que mirar al que no sale campeón también, porque hizo su desarrollo”, sostiene, feliz por la misión cumplida.

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Ya flamea. La bandera del partido Belén de Escobar está en el refugio Nido de los Cóndores, a 5.560 msnm.
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Aventurero. Claudio Tomé en una de las paradas camino al Aconcagua.

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