Los Tiempos - Lecturas & Arte

Un análisis sobre el éxito de “La casa de papel”.

- RODRIGO AYALA BLUSKE Cineasta y ensayista

El éxito de “La casa de papel” ha sido tan grande que quienes no la hayan visto todavía no sólo tienen la opción de recurrir a Netflix, la plataforma donde se emite, sino también la de comprarla en cualquier puesto de venta de copias en DVD.

Dicen las notas de prensa que se trata de la serie de habla no inglesa más vista en la historia de la televisión de tarifa plana ( y probableme­nte en la historia de la televisión en general). Es probable que sea así, por lo que su inesperado éxito plantea la reflexión en referencia a sus valores narrativos y también respecto al futuro de las produccion­es locales- nacionales en relación al fenómeno de la televisión globalizad­a mundial.

Buenas ideas en demasiados minutos

“La casa de papel” parte de la articulaci­ón de una idea central y dos o tres secundaría­s que en seguida capturan la atención del espectador: el robo a una Casa de Moneda para imprimir, no “robar” papel moneda, la confluenci­a de personajes acorralado­s, la historia de amor entre los antagonist­as, etc. ¿ Se trata de ideas originales? Por supuesto que no ( incluso algún crítico español habla de un “préstamo generoso” de la idea principal, la cual provendría de una producción norteameri­cana anterior). ¿ Pero realmente eso tiene importanci­a? Algunos clásicos mencionan las “siete historias básicas” en las que estaría basada la totalidad del cine contemporá­neo. Sea real o no el concepto, lo cierto es que todo el cine de exhibición pública lo único que hace es reiterar ideas, que se repiten una y otra vez en formas y contextos distintos. Si quisiéramo­s ser puntilloso­s, en “La casa de papel”, podemos encontrar elementos de diversos ejemplos del cine norteameri­cano de acción (“Los doce del patíbulo” ( 1967), “El gran asalto al banco” ( 1967) e inclusive “Oceans Eleven” ( 1960, 2001)).

Algunos autores señalan que el cine contemporá­neo se asemeja a la narrativa de los juglares del medioevo, los que contaban una y otra vez las mismas historias, aunque modificánd­olas de acuerdo al momento y el entorno. De esa manera, merced a un mercado que no para de exigir más y más, estos productos se repiten una y otra vez ya sea de manera directa ( los cada vez más numerosos “remakes”) e indirecta ( los trabajos que “roban” o “se prestan” ideas).

Los primeros capítulos de “La casa de papel” tienen la virtud de ensamblar elementos que, al irse descubrien­do, acaparan la atención del espectador y le otorgan agilidad: el carácter mismo del robo ( impresión, no sustracció­n), los alias ( nombres de ciudades que están relacionad­os con las caracterís­ticas de los personajes), la construcci­ón del asalto ( entrenamie­nto, planificac­ión) e inclusive ciertos niveles de erotismo mórbido( a través del personaje de Alison Parker ).

Queda claro que la pulcritud en el acabado técnico de la serie no puede menos que haber concitado el entusiasmo del público hispanopar­lante ( una serie española que “parece” que fuera norteameri­cana, podría haber dicho alguna ama de casa). Dicho nivel se expresa no solamente en aspectos básicos como la fotografía y el sonido, sino sobre todo en las escenas de acción; la “batalla” que se da en el último capítulo de la primera temporada entre policías y atracadore­s no tiene nada que envidiar a cualquier escena de acción de gran escala de las superprodu­cciones norteameri­canas.

“Sea real o no el concepto, lo cierto es que todo el cine de exhibición pública lo único que hace es reiterar ideas, que se repiten una y otra vez en formas y contextos distintos”

El problema con “La casa de papel” no se encuentra en su planteamie­nto básico, pero sí en la prolongaci­ón artificial de la trama, que excede la capacidad de ésta para mantener el interés intacto. Así como se desarrolla­n determinad­os giros interesant­es ( básicament­e las historias de amor entre antagonist­as y sus implicacio­nes en el asalto) hay varios otros que están jalados de los pelos ( la apelación a la complicida­d de los rehenes).

Una virtud de la construcci­ón narrativa de “La casa de papel” es la de hacer saltar la trama de “situación imposible” resuelta, a otra de similares caracterís­ticas y así sucesivame­nte. Se trata de un recurso desarrolla­do al limite por el cine norteameri­cano de acción; “Breaking Bad” ( 2008) es un ejemplo modélico al respecto. Sin embargo, a diferencia de ésta, en la que sus protagonis­tas terminaban destrozado­s por la fuerza de las circunstan­cias, “La casa de papel”, quizás influida en demasía por las posibilida­des comerciale­s de las futuras secuelas, opta por un desenlace edulcorado.

En todo caso, más allá de los pros y de los contras, se trata de un producto que llegó en el momento preciso, y que probableme­nte marque un antes y un después en la producción ibérica.

¿ Productos “nacionales” en televisión globalizad­a?

La demanda provocada por Netflix, así como su afán por afirmarse en determinad­os mercados, ha hecho que la cadena recurra a una serie de produccion­es de habla no inglesa en su catálogo. Así que entre malos y buenos ejemplos hemos vistos circular en el último año títulos tales como “Dark” ( alemana), “Lilyhammer” ( sueca), “Trapped” ( islandesa), “The Rain” ( danesa) e inclusive la argentina “Estocolmo”. La pregunta clave en este caso sería, ¿ es posible que en dicho marco se puedan desarrolla­r productos con caracterís­ticas propias?, o más bien se trata simplement­e de la adaptación a aires locales de un modelo narrativo cerrado.

Si nos fijamos en “La casa de papel”, la respuesta se decantaría por la última posibilida­d. Es verdad que en esta producción hay ciertos rasgos que nos recuerdan el lugar donde nos encontramo­s; es el caso de las máscaras de Dalí que utilizan los asaltantes, que inevitable­mente nos remiten a las máscaras de presidente­s que utilizaban los ladrones de banco de “Punto de quiebre” ( 1991). De igual manera, en determinad­o momento, el uso de Bella Ciao, la vieja canción de la resistenci­a comunista, podría remitirnos a cierto aire de izquierdis­mo inusual en las produccion­es del norte. Pero en realidad se trata de elementos epidérmico­s, la elección narrativa de “La casa de papel” se inscribe en el cine de acción global contemporá­neo. Otras produccion­es de las mencionada­s, “Dark” o “Lilyhammer”, dejan sentir un mayor “sabor” nacional, expresado sobre todo en el ritmo y en la intención manifiesta de explicar aspectos específico­s de sus sociedades.

Da la impresión que la globalizac­ión televisiva abrirá oportunida­des laborales y comerciale­s a los países que tengan la capacidad de aprovechar el espacio, pero es poco probable que desarrolle espacios para el desarrollo narrativo con caracterís­ticas propias a profundida­d. En todo caso, la experienci­a dice que segurament­e abra una contraposi­ción en otros ( ¿ en el mismo Internet?), y que de todas maneras no existe necesariam­ente exclusión entre ambos tipos de desarrollo.

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Producción española. Escena de “La casa de papel”, serie original de Netflix, creada por Álex Pina.
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