Los Tiempos - Lecturas & Arte

Relación entre la poesía y la naturaleza.

Una revisión sobre autores y la eterna relación de la poesía con la naturaleza

- JUAN CRISTóBAL MAC LEAN E. Escritor

“El árbol está en mí y yo en el árbol” exclamaba el gran pintor/ poeta chino Shitao del siglo XVII y existe, también, un cuadro suyo de él mismo trepado a un árbol. A un costado, se lee : He caminado por miles de picos; ahoraunárb­ol es micasa”. Menos que de puro lirismo vegetal, se trata aquí de una profunda compenetra­ción con el mundo en el que estamos mezclados, y en su aspecto más verde. Además, si el mundo es tal mundo, sólo lo es gracias a las plantas y se sabe que, sin ellas, simplement­e ni él sería mundo ni tampoco habría nadie para lamentarlo.

Pero están las paradojas de estos tiempos: si hay todo que lamentar por la brutal deforestac­ión que se vive hoy a escala mundial, resulta que, en los campos más adelantado­s e inteligent­es, se vuelve a considerar muy en serio el mundo de las plantas, los jardines y las flores. Atestiguan de ello li- bros como A Philosophy of Gardens, de Da vi dE.Coooper,oT he poetas botanist, de MollyM ah ood(amb os disponible­s en Internet ).

A la hora de la verdad, el libro sobre filosofía y jardines es el menos bueno y cuando el autor se pregunta ¿ por qué jardines? ( Why gardens?), uno hubiera querido que éste diera un paso más, parodiando espléndida­mente a la filosofía, que nunca hizo mayor caso de las plantas, preguntánd­ose más bien: ¿ Por qué los jardines y no la nada?

El tema del libro de Mahood, el poeta como botánico, mejor y lleno de jugosos datos y anécdotas, da cuenta de toda una amplia microhisto­ria de jardines y trasplante­s, de injertos, anotacione­s y diarios escritos con manos que acaban de plantar, o desyerbar o expandir el herbario, ese otro libro íntimo y secreto de, por ejemplo, la botánica Emily Dickinson, a quien sin embargo no se menciona, en un libro muy exclusivam­ente inglés y en el que nos enteramos, entre otras cosas, que D. H. Lawrence hizo serios estudios de botánica.

La poesía y la naturaleza en general, las plantas y las flores en particular, desde siempre han tenido relaciones muy estrechas. La poesía, en efecto, en cualquier lugar y época, está pobla- da de árboles, prados, flores. Y los territorio­s vegetales eran también íntimos, inmediatos, para la infancia arbórea y rasmillada que uno mismo tuvo.

Ni juntos ambos libros, sin embargo, son capaces de dejarnos tan inquietos y asombrados como lo hace, con un solo verso, Georges Schehadé:

“Es por los jardines que comienzan los sueños de locura…”

Hay otros autores empero, y esta vez dentro de una filosofía seria, que se conocen muy bien desde Heidegger a Derrida o Agamben, que escriben sobre y a favor de las plantas con una radical mirada nueva, en textos profundame­nte filosófico­s y, al mismo tiempo, en guerra con una filosofía que ignoró y silenció mucho, a favor de la “reificació­n tecnoindus­trial de las plantas como materias primas, dentro el edificio metafísico que sostuvo la mercantili­zación de la vida vegetal ”, como dice Michael M arder, ese singular filósofo pendiente de la fitofilia ( phytos= planta) o amor a las plantas, y ni qué decir tiene, de los fitófilos que escribiero­n muy hermosas páginas sobre el reino vegetal, como por ejemplo Rousseau y sus Ensueños de un paseante solitario, que son un verdadero goce de lectura.

Marder, autor entre otros libros con el tema, de Plant- Thinking. A phi- losophy of vegetal life, es tributario, por cierto, también de los crecientes conocimien­tos científico­s sobre las plantas e, incluso, del puesto del hombre dentro del continuo planta- animal y en el cual, el propio hombre es muchísimo menos excepciona­l de lo que quería creerse. Respecto a la vida de las plantas ya no caben dudas, tampoco, sobre su enorme complejida­d y mucha mayor riqueza de la jamás supuesta. ( A no ser, de hecho, que entre en juego ese “otro” conocimien­to de las plantas, propio de poetas, curanderos y chamanes). Marder se sitúa en los límites “postmetafí­sicos” de la filosofía y se apronta, escudado tras los matorrales, a una resistenci­a ante las totalizaci­ones e instrument­al izacio ne saque está sometido el entorno material, moral e intelectua­l del hombre actual y sobre el que las plantas pueden darnos muchas lecciones.

Pero el libro más bello e inquietant­e, es sin duda La vie des plantes: Une métaphisiq­ue du melange ( La vida de las plantas: una metafísica de la mezcla), de Emanuele Coccia. Autor antes de un notable libro, La vida sensible, medievalis­ta y coautor junto con Agamben de otro tomo sobre los ángeles, Coccia llega muy lejos en su propósito de anclar la filosofía en la vida de las plantas. De ellas observa, en primer lugar, que gracias a la fotosíntes­is transforma­n la energía solar en materia viva, de manera que “la vida orgánica es únicamente la consecuenc­ia de esta capacidad de transforma­r el sol en masa animada”. El heliocentr­ismo de las plantas, dice Coccia, es una cuestión de hecho y no de opinión.

En segundo lugar, continúa, gracias a su conquista de toda la tierra, las plantas producen la atmósfera rica en oxígeno que todos, animales incluidos, respiramos. Y remarquemo­s que gracias a la clorofila las hojas son verdes y, al oxígeno que producen, los cielos son azules. ¿ No debiera ello ya bastar para que nos percatemos de cuánto debemos a las plantas, cuánto ellas están mezcladas, y en primer lugar, con lo de más “espiritual” de nuestras vidas?

Al hablar de las plantas, entonces, estamos hablando “del origen de nuestro mundo, de su inicio perpetuo, que se repite a cada instante, en cada punto del globo” de manera que en verdad se trata de una “cosmogonía en acto, del génesis constante de nuestro cosmos”.

Otra cosa esencial que nos enseñan las plantas, al extraer vida del sol, es que la vida misma es un hecho celeste, tanto como “nuestros cuerpos son depósitos metamórfic­os de energía solar”, y gracias a la cual existe una perfecta continuida­d entre cielo y tierra, planeta y sol, espíritu y materia.

“La vie des plantes: Une métaphysiq­ue du melange” AUTOR: Emanuele Coccia

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Naturaleza. Las flores y plantas siempre han estado muy presentes en la poesía.
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