Bolivia en el Mundial
Desde la semana pasada, el viaje del presidente Evo Morales a Rusia, para reunirse con su homólogo anfitrión de la Copa Mundial de Fútbol 2018, es tema de charla entre amigos, medios de comunicación y redes sociales, y ha destapado, incluso, debates acalorados.
En medio de memes, bromas y reclamos en tono subido de parte de un sector de la población — que sostiene que sería un viaje injustificado—, el Gobierno divulga un itinerario presidencial que costará al país al menos 2 millones de bolivianos.
Rusia, China y ahora también Holanda son parte de la vuelta del Presidente por el viejo mundo, justificada además por “convenios bilaterales” que supuestamente permitirán a Bolivia beneficiarse con créditos por un valor de mil millones de dólares, además de conversaciones por el juicio entre Chile y Bolivia sobre las aguas del Silala.
Para nadie es desconocido que el primer mandatario es un gran aficionado del deporte, y obviamente amante incondicional del fútbol. Prueba de ello es su asistencia a cuanto “Mundial copero” ha surgido en sus 12 años como presidente. Sin embargo, sus gustos, acompañantes, gastos y exigencias de esos viajes siem- bran cada vez mayor malestar entre sus gobernados.
No sólo está en tela de juicio el monto que el Estado eroga de los bolivianos para pagarlos, también está la delicada situación de conflictos por los que algunos sectores del país atraviesan, por mencionar sólo algunos: la inestabilidad en varias alcaldías y ahora la peligrosa contaminación que enfrentan los alrededores de la planta de urea a causa de la fuga de amoniaco.
Putin y Morales, según la agenda del Kremlin, se reunieron 10 minutos, el tiempo de un saludo protocolar. Evo gobierna 12 años, el tiempo suficiente como para tener una selección boliviana brillante, que no existe.