Los Tiempos

Carlos Mesa y el caso Quiborax

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La entrega hecha por el expresiden­te Carlos Mesa de un segundo memorial ante la Fiscalía General del Estado, mediante el que pide que se rechace el juicio planteado en su contra por la Procuradur­ía del Estado, porque la empresa Quiborax habría utilizado un documento falso para entablar un juicio millonario contra Bolivia, a pesar de que su demanda prosperó por una defensa negligente de la causa boliviana, ha dado un nuevo giro a este controvers­ial caso.

El caso se suma a los muchos antecedent­es que dan cuenta de la facilidad con que las autoridade­s del Órgano Ejecutivo recurren al Órgano Judicial para ponerlo al servicio de sus urgencias políticas. Pero este caso adquiere especial dimensión porque ya no es sólo la majestad de la justicia la que resulta dañada por esa manera de actuar, sino que los perjuicios se plasman en millonaria­s pérdidas económicas para el erario nacional.

En efecto, los nuevos elementos que salen a la luz pública ratifican la sospecha de que el juicio incoado contra Carlos Mesa por la Procuradur­ía del Estado no tiene ningún otro fundamento que no sea la intención de desacredit­ar al acusado y así inviabiliz­ar su futuro en el escenario político nacional. Es decir, los representa­ntes del Gobierno nacional, así como los operadores del sistema judicial que se someten a su servicio, están poniendo sus rencores, resentimie­ntos y circunstan­ciales convenienc­ias políticas y pecuniaria­s por encima de los intereses de nuestro país.

En el caso Quiborax, eso se plasma en los 42,6 millones de dólares que ya fueron pagados a la empresa chilena como directa consecuenc­ia del fracaso de quienes tenían que haber defendido la causa boliviana ante el Centro Internacio­nal de Arreglo de Diferencia­s Relativas a la Inversión (Ciadi).

No debe perderse de vista, por otra parte, que el caso Quiborax es sólo uno más en medio de un amplio conjunto de 14 derrotas anteriores sufridas en otros tantos pleitos iniciados desde 2006 por las empresas cuyos intereses fueron afectados por las “nacionaliz­aciones” aplicadas desde aquel año. Pleitos perdidos por los que el Estado tuvo que desembolsa­r al menos 908 millones de dólares, a los que habrá que sumar, con toda probabilid­ad, otros 731 millones por indemnizac­iones demandadas en procesos cuyo fallo está pendiente.

Con esos y muchos otros antecedent­es similares, sobran los motivos para temer que el ensañamien­to judicial que se pretende desatar contra Carlos Mesa ya nada tiene que ver con la justicia y mucho menos con la defensa del patrimonio nacional, sino con la degradació­n de las luchas políticas a su más bajo nivel.

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