La new life del pachá-cuti y “la dictadura perfecta”
En 1990, la historia registra una gran polémica entre el escritor peruano, Mario Vargas Llosa, y el mexicano, Octavio Paz. Durante un encuentro de intelectuales celebrado en México bajo el título de “La experiencia de la libertad”, organizado por la revista “Vuelta” que por entonces dirigía el poeta mexiquense, Mario Vargas Llosa irrumpía con una frase contundente y controversial: “México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo, no es la URSS, no es Fidel Castro, la dictadura perfecta es México. Porque es la dictadura camuflada. De tal modo que puede parecer no ser una dictadura, pero tiene de hecho, si le escarbas, todas las características de la dictadura; la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido inamovible”.
La frase que acuñó el escritor peruano, penetró muy pronto en el debate político mexicano y latinoamericano de ese entonces, cuestionando profundamente la ausencia de libertades, fundamentalmente la libertad de expresión, en un régimen presidencialista que hizo propicia la corrupción y la carencia total de rendición de cuentas.
18 años después de esa controversia, el análisis de Vargas Llosa está más vigente que nunca. Yo diría que el caso boliviano es el más atípico, porque siendo el MAS un movimiento social al servicio de Morales, su hegemonía no es estrictamente política, sino de control, acción y coerción social, donde lo determinante es ocupar la mayor cantidad de espacios de poder, ad- ministrarlos bajo sus propias reglas y, desde esas posiciones, actuar como filtros y operadores para consolidar su influjo que, luego de 12 años, se ve reflejado en una autocracia evidente.
Evo Morales, a través de sus movimientos sociales, ha logrado desbaratar la independencia de los poderes del Estado para convertirlos en “instrumentos políticos” de uso y abuso al servicio de sus elites. La dictadura perfecta tiene su núcleo de acción en la erosión de las instancias democráticas más elementales: alternancia, libertad ideológica y de expresión, disenso y decisión del soberano y, desde esas posiciones, ejerce un dominio sistemático por los siglos de los siglos, amén.
Luego de 12 años de Evo-masismo, parece que los discursos demagógicos del Pachacuti durante su posesión como presidente de la República de Bolivia, sólo quedaron en parafernalia. Hoy, el significado de cambio de la tierra, la transformación hacia una nueva era en el orden social y natural están perdidos en la oscuridad radiante de la corrupción, derroche de dinero, desorden social, político y económico.
El Pachacuti tiene que ser universal o no será Pachacuti, dicen los antropólogos.
Ésta es la era del pachá-cu- ti, el regreso del que vive de los lujos, la opulencia, los excesos, dándose la gran vida a costa de los recursos de los demás, ignorando las carencias y necesidades de su entorno. El pachá, es pues, el rostro más evidente del neoliberalismo: “dejar hacer, dejar pasar”. Desde el concepto de la “dictadura perfecta”, dejar de joder al jefazo, o atenerse a la ira del poder sobre los que osen cuestionar y clamar equidad y transparencia.
Evo Morales vive su era pachácuti. Y lo resuelve todo convencido de que es un derecho humano, su derecho humano. Ignora el No del 21F, elude responsabilidades sobre los escándalos que se producen en su Gobierno, delega, ordena, dispone, se encapricha con sus megalomanías y al final, como decía Víctor Paz Estenssoro: “En Bolivia pasa todo, pero no pasa nada”.
“La casa del pueblo”, se ha convertido en la casa de la ira. Es la irreverencia y la afrenta hacia las múltiples necesidades en salud, educación, recursos y servicios. Es el símbolo de la paradoja más brutal: pobreza y derroche. Es el signo de inequidad y de injusticia.
El presidente Morales es un turista más en Bolivia, no gobierna, no administra, viaja, vive en una realidad paralela, hace uso y abuso de su “proceso de cambio” y no se inmuta frente a los distintos conflictos sociales en el país.
Vive su newlife, su Mundial 2018, aunque para eso sea necesario hacer coincidir su agenda presidencial con sus caprichos de pachá.
“La fortuna política es un largo orgasmo, querido. El éxito tiene que s er mediato y lento en llegar para ser duradero. Un largo orgasmo, querido”. ( En “La silla del águila” de Carlos Fuentes).