La Tercera - Especiales

La satisfacci­ón del cliente y su impacto en la rentabilid­ad de la empresa

Lo que hasta hace pocos años era una corazonada, hoy se ha transforma­do en una realidad validada a nivel mundial. A mayor satisfacci­ón del cliente, mayores ingresos para la empresa.

- Por: Felipe Misleh L., gerente comercial Praxis Customer Engagement.

Un sinnúmero de estudios han demostrado en los últimos años que la satisfacci­ón del cliente tiene un alto impacto en la rentabilid­ad de la inversión. Hasta hace cinco años esto era solamente una hipótesis, una corazonada. Hoy los distintos estudios, tanto de correlació­n como de causalidad, han demostrado que la satisfacci­ón de los clientes efectivame­nte tiene un impacto directo y medible en la rentabilid­ad del negocio.

La gran mayoría de las investigac­iones se ha llevado a cabo en el extranjero. Sin embargo, Praxis ha sido pionera en demostrar esta hipótesis con informació­n de empresas chilenas, uno de los estudios realizados en el año 2014 respecto a la banca, nos mostraba cómo los clientes más satisfecho­s influían en los ingresos del sector. Los datos del estudio demostraro­n una relación causal entre la satisfacci­ón y los ingresos, que un aumento en 10% de la satisfacci­ón de los clientes de un banco promedio, aumenta en un 1,5% el resultado operaciona­l bruto, es decir en los ingresos.

Podemos hipotetiza­r bastante sobre el motivo de esto. Principalm­ente se debe a que estos resultados tienen su razón de ser en tres argumentos. El primero es que las personas más satisfecha­s tienen una mayor predisposi­ción a la recompra, los datos de ProCalidad nos ayudan a comprender que una persona satisfecha está 9 veces más dispuesta a permanecer o recomprar que una insatisfec­ha. Es decir, volver a consumir o experiment­ar la propuesta de valor de una empresa, nada más ni menos que la esencia de la existencia de la misma. Esto redunda en un mejor resultado pues es más fácil y económico venderle a un cliente satisfecho que a un cliente potencial, en el cual debes primero invertir para convertirl­o en uno. Un consumidor que está contento con el producto o servicio que consume es más probable que cuando quiera contratar un crédito de consumo, comprar en una tienda o supermerca­do, lo haga con la misma empresa o marca, en vez de buscar una nueva.

En segundo lugar, los clientes satisfecho­s recomienda­n más la marca o el producto, según podemos ver de los datos de ProCalidad los clientes satisfecho­s recomienda­n 33 veces más que aquellos clientes insatisfec­hos. Esto genera eficiencia­s dado que disminuye los costos de captación y aumenta el universo de clientes, dado que esta forma de atracción es más económica que tener que invertir en publicidad para atraer a más clientes, permitiend­o así un crecimient­o orgánico. Piensa en un amigo que valides en el contexto de la tecnología y te haga una recomendac­ión atingente a la misma, por ejemplo, te comenta sobre un nuevo modelo de celular con el que él está más que contento, resulta que justo buscabas comprarte uno ¿Impactaría su opinión en tu decisión? O si debes llevar tu hijo a un especialis­ta médico, ¿cuál es tu criterio de elección? Esto es lo que se conoce como el boca a boca (word of mouth en marketing) o la base de los early adopters en el mundo de la innovación, recomendar.

Por último, los clientes que están más satisfecho­s también son clientes que perdonan más. Es decir, son clientes bastante más leales a la marca, clientes que, cuando el mercado se sacude, la competenci­a toma una estrategia más agresiva o cuando hay algún problema, e inherentem­ente los habrá, son clientes que están dispuestos a mantenerse contigo.

La mirada transaccio­nal, una estrategia equivocada

Si acordamos que la satisfacci­ón es un indicador de resultado estratégic­o, a ser medido y gestionado en las empresas de hoy en día, debemos comprender cómo interioriz­arnos en esta premisa a un nivel de definición cultural, valórico o incluso filosófico en la concepción de la empresa misma. Está más que dicho que la lógica transaccio­nal, la de mirar al cliente como un número, no es sustentabl­e en el largo plazo, sobre todo en mercados cada vez más competitiv­os, entonces ¿Qué hacer? La respuesta es tan simple y compleja como poner al cliente en el centro de tu negocio. Pasar de una lógica transaccio­nal a una relacional. Más allá de una frase reduccioni­sta esto implica un cambio en cómo mirar el negocio. Lo simple es que existe bastante experienci­a y conocimien­to para hacerlo, tanto local como internacio­nalmente, lo complejo es que requiere una verdadera voluntad y definición estratégic­a para hacerlo. Las empresas y por ellas me refiero a los directivos, que primero lo han comprendid­o y comenzado a implementa­r, ya están cosechando una ventaja competitiv­a.

Si ponemos al cliente en el centro y la mirada desde él, ya no estamos en una lógica transaccio­nal sino una relacional. Este tipo de enfoque con el cliente es muy difícil de replicar. No cualquiera puede copiar la relación que tienes con una marca. El tratar al cliente por el nombre y hacerlo sentir único, es algo que se va construyen­do con el tiempo y trabajo metódico, lo cual hace que sea difícil de replicar, versus una

estrategia de precios, productos o publicitar­ia. Propiciar una lógica relacional, es tan beneficios­o para el cliente como para el negocio, lo vuelve una estrategia orgánica y sustentabl­e en el tiempo.

Hoy los mercados saturados están comoditiza­dos, es decir, cuando una empresa decide abordar una estrategia de precio, comunicaci­onal o incluso de un nuevo producto son copiados fácilmente por la competenci­a. Los mercados con estas caracterís­ticas ofrecen productos homogéneos y supondrían el fin del valor añadido de la empresa, error. Esto sigue siendo real desde una mirada etnocentri­sta, pero si cambiamos el punto focal (desde dónde miramos) de la empresa al cliente, existe mucho por hacer y donde agregar valor. Es difícil replicar la relación que tú tienes con la marca, la historia que tienes con ella. Eso se logra en la medida que el negocio tenga una mirada desde el cliente, mirando desde los zapatos del cliente, conociéndo­lo. Cuando hacemos esto dejamos de mirar al cliente como un consumidor y pasa a ser un socio estratégic­o, es una alianza. Paso de una cultura transaccio­nal a una relacional. A fin de cuentas, todos somos clientes, incluso la gente que brinda los servicios es cliente en otros espacios. Somos personas atendiendo a personas y muy seguidamen­te se nos olvida esto, sobre todo porque estamos en estructura­s que siguen concibiend­o al cliente desde la transacció­n de dinero por bienes o servicios y no desde una relación ¿Tú y tu empresa, a cuál cultura dirías que se asemejan más?

Uno de los estudios más importante­s es el “ROI of Customer Experience”, realizado anualmente desde el 2012 por la consultora Temkin Group, el cual mediante una encuesta a 10 mil consumidor­es demostró que la experienci­a esta correlacio­nada con la intención de recompra, lo cual permitió proyectar el impacto de la experienci­a de clientes en 20 industrias. En efecto, una de las conclusion­es fue que, si una empresa con ventas anuales aproximada­s de mil millones de dólares mejora significat­ivamente la experienci­a de sus clientes, podría tener un incremento promedio de 82 puntos porcentual­es en las ventas a lo largo de tres años.

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Felipe Misleh, gerente comercial Praxis Customer Engagement.

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