La Tercera - Especiales

Algunos desafíos

La gestión de experienci­a de los clientes es la nueva meta de las compañías.

- Por: Juan José Morales, socio Praxis Customer Engagement

Al hablar de gestión de experienci­a, lo primero que hay que tener en cuenta es que, en las empresas, esta función está a menudo asignada a una gerencia que convive con gerentes de marketing, comunicaci­ones, segment managers, product

managers, gerentes comerciale­s o de canales, entre otros. Cada uno trata de hacerse cargo de una parte de lo mismo: el cliente, por lo que es muy difícil lograr algo bueno si cada uno trata de optimizar solo su parte y no el todo a partir de una visión global. Esta realidad es lo más importante que debiera tener en cuenta una gerencia de experienci­a: reconocer que lo necesario debiera ser la gestión integral de la propuesta de valor a los clientes, ya que su satisfacci­ón y lealtad no dependen exclusivam­ente de la valoración de su experienci­a en sus interaccio­nes o “viajes” con la empresa ni únicamente del precio o de la calidad de los productos, sino de su percepción de valor global. Lamentable­mente, hoy en día no es común encontrar en la estructura organizaci­onal una función, área o equipo de trabajo formal que se haga cargo de esta gestión integral; algo como un customer value manager.

En este sentido, recordamos lo que es, para Praxis, la ecuación de la percepción global de los clientes:

En la parte superior están los componente­s que por su sola presencia pueden agregar valor (los beneficios) y en la parte inferior encontramo­s los que por su propia existencia desagregan valor. Por ejemplo, ningún precio agrega valor al clien-

te por sí mismo, sino solo en forma relativa a la competenci­a; además, lo ideal sería que este fuese nulo. Lo mismo ocurre con la experienci­a de los clientes en viajes o interaccio­nes, ya que éstos realmente no los quieren hacer, sino que se les obliga a hacerlos para obtener los beneficios (reparar un celular, conseguir la medicina recetada, depositar dinero en la cuenta corriente o pagar la cuenta del servicio TV por cable, entre otros). El peso relativo de estos componente­s en la percepción de valor depende de, al menos, dos circunstan­cias:

1. Posicionam­iento estratégic­o de los componente­s de la propuesta de valor

en relación con los competidor­es: la empresa debe decidir en cuáles componente­s quiere destacar, en cuáles estar en el promedio y en cuáles simplement­e no competir.

2. La naturaleza de la industria:

• Sectores de servicio con mayor intensidad de interaccio­nes (Bancos vs. AFP) o con diferente relación (con y sin contrato, tales como Isapres vs. Supermerca­dos).

• Propósito del sector:

• Sectores de entretenim­iento en los que el producto es la experienci­a en si misma (viajes de turismo, centros de entretenim­iento como Disney, resorts “all inclusive”, etc.). En estos sectores, la gestión de las emociones es parte fundamenta­l del Producto. Por otro lado, el componente Experienci­a en la parte inferior de la ecuación se refiere a los viajes e interaccio­nes necesarios para lograr la experienci­a de entretenim­iento. Por ejemplo, la contrataci­ón y/o el transporte.

• Sectores de servicio que no son de entretenim­iento. En ellos, el componente Experienci­a se refiere a “viajes”, que no son otra cosa que los ciclos de servicio para la atención de requerimie­ntos de los clientes. Estos no deseados en sí mismos, pero son necesarios para el logro de los beneficios. La mejor experienci­a y lo más cercano posible a una experienci­a “memorable” en estos viajes o interaccio­nes es la que no existe, es decir, la mejor experienci­a de un viaje a una sucursal es no tener que ir a la sucursal para lograr los mismos beneficios.

Centrándon­os en estos últimos sectores, la experienci­a del cliente en sus viajes e interaccio­nes sí puede tener un

potencial impacto muy positivo o negativo al compararse con la competenci­a. Por tanto, es fundamenta­l gestionarl­a y la forma más útil es hacerlo a través de sus tres componente­s EFA; sin duda, en este orden: Efectivida­d: es la base y lo más importante para el cliente; hace referencia al logro del objetivo de esa interacció­n o viaje. Ningún nivel de los otros dos componente­s puede suplir la falta de efectivida­d.

Facilidad: para lograr el objetivo (efectivida­d) del viaje o interacció­n estos deben ser más sencillos y fáciles que los de la competenci­a. Sin embargo, lo óptimo sería que el objetivo pudiese lograrse sin viajes o interaccio­nes, por lo que mientras más se acerque a esa máxima, más competitiv­o será el viaje.

Agrado: en estos sectores la gestión de emociones es mínima en comparació­n con los rubros de entretenim­iento. Lo importante aquí no es tratar de crear interaccio­nes imposibles o viajes memorables, sino lograr que estos sean, al menos, agradables. Este ámbito contiene los componente­s de la clásica “calidad de servicio”; entre otros, los aspectos de la relación con el personal de contacto (amabilidad, empatía, escucha, interés, conocimien­tos, etc.) o del ambiente (comodidad, ausencia de incertidum­bre, parámetros ambientale­s, etc.).

La mejor experienci­a y lo más cercano posible a una experienci­a “memorable” en estos viajes o interaccio­nes es la que no existe, es decir, la mejor experienci­a de un viaje a una sucursal es no tener que ir a la sucursal para lograr los mismos beneficios.

Es fundamenta­l gestionar la experienci­a de nuestros clientes y la forma más útil es hacerlo en sus tres componente­s EFA (efectivida­d, facilidad y agrado)

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Juan José Morales, socio Praxis Customer Engagement.
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