La Tercera - Especiales

El valor de entender al cliente de verdad

Al final del día los ingresos dependen de la elección de nuestros clientes.

- Por: Felipe Misleh, gerente comercial Praxis Customer Engagement.

En una encuesta de escala mundial realizada a dos mil ejecutivos de diferentes industrias (Innovation and commercial­ization, 2010: McKinsey Global Survey results), el 84% declaró que innovar es extremadam­ente importante para el crecimient­o de sus empresas. Sin embargo, el 94% reconoció estar insatisfec­ho con el desempeño de la innovación en el interior de sus organizaci­ones. Lo anterior fácilmente podría ser interpreta­do como que el nivel de inversión y optimismo que existe detrás de la innovación no ha generado la rentabilid­ad esperada por las compañías o, dicho de un modo más simple, los clientes no están percibiend­o un beneficio en esas “innovacion­es” por las cuales las empresas están apostando.

¿Cómo es posible explicar esto en un contexto en el que las empresas conocen mejor que nunca a sus clientes? En un escenario donde la revolución del big data ha permitido a las organizaci­ones recolectar una gran variedad de informació­n acerca de sus consumidor­es, es paradójica la incapacida­d de utilizar los datos masivos de forma rentable para el negocio. Sin ir más lejos, en el estudio Elevanting the customer experience: McKinsey Quartely N°3, 2016 quedó en evidencia que del total de com- pañías de telecomuni­caciones que habían invertido en big data, tan sólo el 6% logró aumentar en más del 10% sus ingresos gracias a esta estrategia.

Volver a la small data

La esencia del problema es que la gran mayoría de los análisis de informació­n de la experienci­a de clientes tienden a mostrar principalm­ente correlacio­nes que no implican causalidad. En otras palabras, se invierte mucho tiempo y recursos en interpreta­r el comportami­ento de los consumidor­es en base a las posibles relaciones entre grandes cantidades de informació­n transaccio­nal que estos dejan como rastro. No obstante, los últimos hallazgos indican que volver a la small data, es decir, volver a conversar y a convivir con los consumidor­es para entender las razones y emociones detrás de su conducta, es más efectivo al momento de rentabiliz­ar innovacion­es en la experienci­a del cliente.

En esa línea, entender qué es lo que las personas intentan resolver en sus vidas por medio de nuestros productos y servicios -el llamado job to be done– nos da más pistas de las causas detrás de su comportami­ento, versus analizar únicamente la huella de informació­n que el cliente deja cuando interactúa con nosotros. Cuando un consumidor adquiere un producto o servicio surge un contrato tácito por medio del cual él deposita su confianza en nosotros a cambio de la prestación del mismo. Dicho de un modo más simple, nos “contrata” para ayudarlo a realizar actividade­s, resolver problemas o bien para satisfacer necesidade­s; asimismo, si no lo ayudamos como él lo espera o cómo le estamos comunicand­o que debiese hacerlo, nos “despide”.

Al final del día, los ingresos dependen de la elección de nuestros clientes. Si usted va a un restaurant­e, pide una sopa caliente, y luego le llega fría, poco y nada le importa cómo ocurrió eso. Si la culpa fue del chef, del garzón o del frío que hacía no le interesa, a usted sólo le importa que le llegó la sopa fría. No se trata de que el cliente siempre tenga la razón, sino de comprender que siempre posee razones para creer que la tiene.

¿Cómo es posible explicar esto en un contexto en el que las empresas conocen mejor que nunca a sus clientes?

Los últimos hallazgos indican que volver a la small data, es decir, volver a conversar y a convivir con los consumidor­es para entender las razones y emociones detrás de su conducta, es más efectivo al momento de rentabiliz­ar innovacion­es en la experienci­a del cliente.

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Felipe Misleh, gerente comercial Praxis Customer Engagement.

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