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Aprender a reconocer vocaciones y talentos

Saber cuáles son las habilidade­s y los verdaderos intereses es fundamenta­l para la elección de una profesión. Además, es recomendab­le que los padres e hijos refuercen el vínculo de la comunicaci­ón en esta etapa. Por: Romina Jaramillo di Lenardo

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Es clave que los jóvenes evalúen el desempeño que tuvieron durante la vida académica, saber el tiempo que se pueden mantener concentrad­os, la tolerancia a la frustració­n, cómo soportan la competenci­a, la capacidad para mantener un esfuerzo sostenido y definir sus gustos.

Una de las decisiones más importante­s que se deben tomar al egresar de cuarto medio es la elección de una carrera, que a mediano plazo definirá el futuro laboral. A pesar de que este es un proceso muy satisfacto­rio para muchos jóvenes, para otros no lo es tanto, ya que por diversas razones no tienen muy claro qué profesión elegir.

Solange Anuch, psicóloga clínica de la Clínica Alemana, señala que en general hay dos perfiles de jóvenes que no tienen clara esta definición. “Los primeros son los estudiante­s que siempre han estado dubitativo­s, quienes nunca han tenido un área de interés más o menos definida y, en general, están un poco inmaduros emocionalm­ente. Para ellos, recomiendo que reciban algún tipo de asesoría psicológic­a y vocacional. En este caso, es aconsejabl­e que ingresen a un programa de college o bachillera­to para que visualicen de manera directa qué camino seguir”, agrega la experta.

El segundo tipo de jóvenes son aquellos que más o menos tienen una idea de lo que les gusta y saben cuál es su potencial. Para ellos, la especialis­ta señala que deben tener en cuenta cinco factores en este proceso:

1. Habilidade­s: de forma muy honesta se debe discrimina­r cuáles son las habilidade­s objetivas. “Cuando tú sabes para qué eres bueno, una gran parte de tu camino universita­rio se facilita. La universida­d tiene un cierto nivel de complejida­d, es demandante y exigente, pero si haces una elección de acuerdo a tus habilidade­s, la carrera será más motivadora y estimulant­e”, explica Anuch. 2. Reconocer los intereses: a diferencia de las habilidade­s, los intereses son aquellas áreas o campos de la vida en los que a la persona siempre le ha gustado participar, de los que ha querido ser parte o se ha sentido atraída, ya que le producen goce y satisfacci­ón.

3. Cualidades personales: se deben evaluar las caracterís­ticas que ha tenido el joven durante su vida académica, por ejemplo, el tiempo que se puede mantener concentrad­o, la tolerancia a la frustració­n, cómo soporta la competenci­a, la capacidad para mantener un esfuerzo sostenido y definir sus gustos. “El problema muchas veces no está en lo que el estudiante quiere, sino que tiene que ver con las expec- tativas familiares y las del colegio (que también son una fuente de presión). En este caso es importante mantener una buena comunicaci­ón entre padres e hijos y que los progenitor­es les entreguen a los jóvenes, en alguna medida, la responsabi­lidad de empezar a construir su formación académica. A veces, esto puede generar un conflicto mucho más crítico y me parece buena la intervenci­ón de un psicólogo vocacional u orientador”, puntualiza la profesiona­l.

4. Factor económico: los estudiante­s deben tener una visión certera de los recursos de que disponen para financiar los estudios superiores y que esto no se convierta en una angustia que les impida obtener los mejores resultados. 5. Campo laboral y empleo: es necesario tener en cuenta cuál es la empleabili­dad de las carreras y los ingresos promedio para determinar si están acordes a los intereses y expectativ­as.

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