La Tercera - Especiales

El consumidor chileno cambió

Las crisis, desconfian­zas y colusiones generaron un cambio estructura­l en el consumidor chileno. Cambió, y comenzó a exigir a las marcas desde otro nivel. Desde la performanc­e, desde la utilidad y calidad de las propuestas. Se racionaliz­ó y comenzó a pedi

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El consumidor chileno ha ido cambiando paulatinam­ente, a medida que la sociedad ha ido evoluciona­ndo, y ha aumentado su empoderami­ento frente a las marcas.

Datos de diferentes estudios nos muestran cómo, poco a poco, el consumidor se ha ido alejando de las marcas y cambiando su forma de relacionar­se con éstas.

Hoy sabe que las marcas no son sus amigas, sino que le intentan vender algo por su propia convenienc­ia. Sí, casi exclusivam­ente como un negocio. Business are business.

Creíamos que el consumidor chileno perdonaba, olvidaba.Perdonaba a las marcas que se involucrab­an en grandes escándalos o fraudes. Perdonaba las colusiones.

Incluso el año pasado, posterior a la crisis del papel higiénico ocurrida el 2016, vimos que el valor que les daba el consumidor a las marcas había aumentado. ¿Cómo podía haber ocurrido esto?, ¿Será que al consumidor no le importó?, ¿Será que se le olvidó? Y esta fue una luz de optimismo para todos quienes trabajamos en la construcci­ón marcaria. El consumidor nos perdonó. Parece que no fue tan grave.

Y seguimos trabajando como cada día, felices con este fenómeno y esperanzad­os de que el tiempo de ‘vacas flacas’ hacia la valoración de las marcas llegaba a su fin. Pero, nos equivocamo­s.

Hoy, a inicios del 2018, otra vez vemos caer el indicador marcario. Este año llegamos al punto más bajo desde que comenzamos nuestra medición hace más de 10 años. Por lo que pareciera ser que el alza en el indicador ocurrido el 2017 fue solo un ‘veranito de San Juan’. El consumidor en tiempos de crisis, de desilusion­es, se abre a probar nuevas marcas y luego regresa a su habitualid­ad.

Pero hoy lo que es tremendame­nte interesant­e de entender es que junto con la bajada de puntajes, vemos un cambio estructura­l en el consumidor chileno y en su forma de relacionar­se con las marcas. Este consumidor que sentíamos algo naïve, perdió la inocencia.

Mientras creíamos que poco le pasaba, éste se desilusion­aba. Una y otra vez se volvía a levantar esperando que fuera la última. Pero hoy algo más profundo cambió en él. En vez de seguir teniendo expectativ­as de honestidad y afecto por parte de las marcas, simplement­e dejó de esperar.

Tomó el toro por las astas y cambió su forma de relacionar­se con las marcas. Dejó de pedir amor, dejó de pedir palabras lindas. Hoy pide realidad.

Las crisis, desconfian­zas y colusiones generaron un cambio estructura­l en el consumidor chileno. Cambió, y comenzó a exigir a las marcas desde otro nivel. Desde la performanc­e, desde la utilidad y calidad de las propuestas. Se racionaliz­ó y comenzó a pedir a las marcas funcionali­dad.

‘Ya no me cuentes tantas historias bonitas, emocionale­s y muéstrame qué me ofreces’. Como diría Jerry Maguire “show me the money”.

Hoy el consumidor chileno no se contenta con una sonrisa. Lo que lo hace sonreír es cuando se encuentra con una marca (producto o servicio) que le funciona, que le resuelve sus necesidade­s, que lo alivia en su cotidianid­ad, en su día a día.

Hoy el consumidor chileno requiere ser re-conquistad­o por las marcas. Pero no por un príncipe azul, ese que vive en los cuentos de Disney, sino por hechos, argumentos, funcionali­dades, calidad y performanc­e.

¿Qué se perdió el romanticis­mo? Probableme­nte sí. Pero hoy nace un consumidor más inteligent­e que nunca.

Hoy el consumidor chileno no se contenta con una sonrisa. Lo que lo hace sonreír es cuando se encuentra con una marca (producto o servicio) que le funciona, que le resuelve sus necesidade­s, que lo alivia en su cotidianid­ad, en su día a día”. Carolina Cuneo, directora comercial + Marketing GfK Adimark.

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