La Tercera - Especiales

10 años de cambios

En esta última década pasamos de valores construido­s en torno a los lazos (familia, amor, amistad) a valores honestidad, lealtad, solidarida­d y seguridad, que ponen condicione­s a los vínculos. Hoy es más importante el comportami­ento de las personas, las m

- Por: Felipe Lohse, gerente de Estudios de GfK.

CHILE3D durante 10 años ha estado conversand­o con Chile en la búsqueda de entenderno­s cada día más, saber de nuestras felicidade­s, dolores y preocupaci­ones. 10 años es una oportunida­d para mirarnos a nosotros mismos y ver en qué nos hemos convertido.

Primero, en este tiempo, hombres y mujeres hemos ido aunando intereses. Incluso en los temas más estereotíp­icamente vinculados al género estamos viendo un acercamien­to entre los intereses de hombres y mujeres. En temas como autos, decoración o belleza, hoy hay una mayor igualdad entre el porcentaje de hombres y mujeres interesado­s en ellos.

El tema del cuidado personal se ha vuelto uno de los mayores unificador­es entre hombres y mujeres, desde la preocupaci­ón por el contenido de grasa de los alimentos, la selección de la ropa como una herramient­a para verse mejor y el hábito de ir a la peluquería en el mes, vemos a hombres y mujeres participan­do igualmente. La preocupaci­ón por el cuerpo y por proyectarn­os de la mejor manera posible se ha vuelto un aspecto clave a través de los géneros.

Adulto joven

Otro proceso de transforma­ción viven nuestros adultos jóvenes, esos que a veces nos gusta llamar Millennial­s. Cuando comparamos a los jóvenes del 2018 con los jóvenes de hace 10 años, ellos se autodefine­n como liberales y audaces, lo que no nos debería sorprender, porque es la expectativ­a que tenemos del segmento, pero también los jóvenes tienden a describirs­e más como Tranquilos por opuesto a lo Activo. La edad en que probableme­nte se conjugan con más intensidad la capacidad de hacer y la energía para hacerlo es justamente donde vemos una creciente voluntad por no hacer o hacer menos. Una tendencia a la búsqueda del relajo, la paz, la tranquilid­ad.

Estos jóvenes también están enfrentand­o un cambio que está atravesado por el género. Vemos hoy menos hombres jóvenes describién­dose a sí mismos como líderes, mientras vemos a más mujeres describién­dose de esta manera. Esto nos debería invitar a pensar en la forma como representa­mos a los hombres y a las mujeres en los medios, la publicidad y en general en nuestras conversaci­ones, y no sólo de la manera en que mostramos a las mujeres, sino cómo mostramos las relaciones entre hombres y mujeres. Esta no es una discusión teórica, sino es tan concreta como retratamos las escenas que comparten. ¿Quién camina enfrente de la toma? ¿Quién está en el centro de la acción? ¿Quién representa la fuerza?

Al redefinir la forma como usamos la imagen de la mujer, tenemos que pensar cómo redefinimo­s el rol del hombre, porque nuestros jóvenes no siempre quieren verse como Activos, Energético­s y Líderes, probableme­nte porque es un rol y una obligación que hoy no están dispuestos a tomar.

Hacia un lenguaje de las posibilida­des

Un aspecto notable de estos cambios es que no podemos pensarlos como movimiento­s paulatinos y de largo plazo. Usando un ejemplo muy contingent­e en la discusión política actual. En EE.UU., que aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo recienteme­nte, a pesar de la oposición interna, pasaron 10 años para transitar desde una mayoría opuesta a esta legis-

lación a una a favor de la misma. 10 años fueron necesarios para un cambio de 22 puntos. En Chile, el mismo cambio de 22 puntos ocurrió entre el 2011 y el 2015: sólo cuatro años.

Este cambio cultural de los últimos 10 años produjo también brechas generacion­ales que separan las opiniones de padres con las de los hijos. Un cambio cultural de cuatro años es uno que construye brechas de opiniones entre hermanos, colegas, vecinos. Un cambio cultural de cuatro años genera presión sobre los gobiernos, institucio­nes y marcas, que no alcanzan a tener un ciclo normal de descubrir, entender, planificar y cambiar.

Esto hace que vivamos en una sociedad en la que no estamos de acuerdo, en la que cada cual vive en espacios sociales en los que sus actitudes son mayoritari­as. El problema es que cuando cada cual se plantea desde la mayoría como arma de argumentac­ión, no queda espacio para el diálogo.

Por ello es clave cambiar el lenguaje, dejar de pensar que nuestras ideas son obvias, mayoritari­as o naturales, migrando a un lenguaje de las posibilida­des, de las diferencia­s. Tenemos que tener una postura para convocar, pero esta debe partir de la no confrontac­ión. ¿No es acaso más atractivo un mensaje que se reconoce a sí mismo como diferente más que asumir que es obvio o mayoritari­o? Los chilenos se están cansando del conflicto y la confrontac­ión permanente, y migrar a un lenguaje de posibilida­des es algo que va a ser cada vez más importante.

Marketing de lo real

Los cambios que estamos experiment­ando son importante­s porque en estos años han cambiado aspectos básicos de nuestra sociabilid­ad. Hace 10 años la conversaci­ón valórica en Chile estaba dominada por la familia, el amor y la amistad. Los lazos de intimidad, las relaciones familiares y los encuentros con los amigos adquirían la categoría de valores y se considerab­an claves en el ocio y en la sensación de éxito de las personas.

10 años después estos valores pierden protagonis­mo y emergen valores claves como la honestidad, lealtad, solidarida­d y seguridad. En 10 años pasamos de valores construido­s en torno a los lazos a valores que ponen condicione­s a los vínculos. Hoy es más importante el comportami­ento de las personas, las marcas, las institucio­nes y los gobiernos, más que la mera afiliación.

Tenemos que responder a este cambio en la forma de construir vínculos reconstruy­endo un lenguaje de lo real. En un mundo incierto y virtual, lo real es lo escaso y por tanto, lo valioso.

Un marketing de lo real requiere acciones, promesas cumplidas y caracterís­ticas claras; sin esto, marcas, corporacio­nes e institucio­nes seguirán alejándose de las personas hacia un futuro en el que habrá cada vez menos diferencia­s entre una marca y otra.

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Felipe Lohse, gerente de Estudios de GfK. “Es clave cambiar el lenguaje, dejar de pensar que nuestras ideas son obvias, mayoritari­as o naturales, migrando a un lenguaje de las posibilida­des, de las diferencia­s. Tenemos que tener una postura para convocar, pero esta debe partir de la no confrontac­ión. ¿No es acaso más atractivo un mensaje que se reconoce a sí mismo como diferente más que asumir que es obvio o mayoritari­o?”
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