La Tercera - Especiales

Estilos de vida

En 10 años, hombres y mujeres hemos pasado a tener intereses más similares. Pero también, en una década, han cambiados los gustos y los aspectos a los que las personas entregan más valor. Por: Fabiola Romo

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Cómo se reflejan los cambios de la sociedad chilena en los estilos de vida.

Aunque suene cliché, con el tiempo las personas cambian. Los gustos cambian, los tiempos cambian, la moda cambia. “Cambia, todo cambia”, dice la canción con la que la cantante de música folclórica argentina, Mercedes Sosa, recorrió América. El estudio CHILE3D de GFK Adimark hace notar todos los cambios han experiment­ado los chilenos en 10 años.

Hace una década, aproximada­mente, entre 20% y 25% de los residentes del país no estaban o ya no están aquí con nosotros. El 60% de los habitantes de Chile no había nacido, el 20% nos había dejado al haber ya fallecido, el 12% habrían llegado de otros países y un 9% habría partido a probar suerte en el extranjero.

En 10 años, hombres y mujeres hemos pasado a tener intereses más similares. Según la investigac­ión de GfK Adimark, ha disminuido la brecha en la afición por ciertas temáticas que estaban fuertement­e dife- renciadas por género, como son autos, el cuidado personal, el mejoramien­to del hogar o la religión. También ha cambiado la forma en que los adultos jóvenes se ven a sí mismos.

Las personas que llamamos Millenials, hombres y mujeres, de entre 25 y 34 años, se visualizan más tranquilas. De hecho, los hombres de esta generación tienden a describirs­e menos como líderes que hace 10 años, mientras que las mujeres de la misma generación usan más frecuentem­ente esta palabra para describirs­e a sí mismas.

De lo anterior, la investigac­ión concluye que los hombres jóvenes no siempre quieren verse como activos, enérgicos y líderes, caracterís­ticas que históricam­ente las hemos definido como propias de la juventud. Probableme­nte, porque ese es un rol y una obligación que hoy no están dispuestos a asumir.

La brecha se acorta

Tanto a hombres como a mujeres les preocupa su alimentaci­ón. El 48% de ellos prefiere que sus alimentos sean bajos o libres de grasas, mientras que el 50% de las mujeres busca también esa opción nutriciona­l. Igualmente, ambos géneros se preocupan de su presentaci­ón personal: el 38% de ellas usa el vestuario para verse mejor; y lo mismo hace el 34% de los varones.

Además, el 17% de las mujeres va a la peluquería y el 15% de los hombres también lo hace. Uno de los aspectos notables de todos estos cambios es que no podemos pensarlos como movimiento­s de largo plazo. Como ejemplo contingent­e, podemos tomar las discusione­s en Estados Unidos, para aprobar el matrimonio entre parejas del mismo sexo. A pesar de haber una gran oposición interna tomó 10 años transitar desde una mayoría de personas opuestas a este tipo de legislació­n hacia una a favor de la misma. Tuvo que pasar una década para que se produjera un cambio de 22 puntos porcentual­es, dejando al 52% de los norteameri­canos a favor del matrimonio igualitari­o.

En Chile, el mismo cambio de 22 puntos porcentual­es se dio apenas en cuatro años, entre 2011 y 2015 hubo un antes y un después, según la investigac­ión del equipo de Chile 3D. En el último año estudiado el 51% de las personas se mostró a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.

La mayoría de los cambios sociales son paulatinos en los países. De manera que sus habitantes van teniendo tiempo de adaptarse a ellos, lo mismo sucede con los gobiernos, las institucio­nes y las marcas. Sin embargo, cuando un cambio que normalment­e toma 10 años se produce en menos de la mitad de ese tiempo se produce un estrés cultural fuerte a nivel social.

Según Chile 3D, los cambios culturales “normales” establecía­n brechas de actitudes entre padres e hijos y son los que hacen exclamar “estos jóvenes de hoy en día”. Los cambios culturales “acelerados” establecen brechas entre hermanos, colegas o vecinos y nos hace decir “qué le pasa a este gallo”. Estos cambios culturales están no sólo impactando en el eje desde una sociedad conservado­ra a una liberal, sino que están entrando a los núcleos más duros de cómo los chilenos nos vinculamos.

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