Expansión e innovación con identidad local
Las condiciones naturales del país y el desarrollo de una industria a su alrededor han impulsado con éxito el avance de los espumantes, reconocidos hoy como un producto transversal. Además, parenda los mejores consejos de cata.
Fresco, liviano y elegante, el espumante chileno se ha instalado con fuerza entre los consumidores del país y el mundo, con un potencial que permite crecer tanto en nuevas opciones para distintos segmentos, como en la innovación para crear productos con identidad propia.
En tanto, en la actualidad el placer está mucho más allá del paladar y la industria se ha abierto a ofrecer una experiencia completa, que conjuga el conocimiento de la producción con un entorno natural y cultural característico, atractivo para turistas de todos los rincones.
Desarrollo propio y de calidad
Además de la diversidad de estilos, se estima que en Chile la calidad de los espumantes es cada vez mayor y más consistente.
A juicio de Pascual Ibáñez, director de Escuela de los Sentidos, la valoración de los espumantes nacionales nace en la capacidad del país para producir uvas blancas de buena calidad para el segmento que se está explotando y que ha crecido conforme avanza la enología y la industria local.
Y es que en Chile se conjugan climas y suelos que favorecen el desarrollo de este producto, como los fríos precordilleranos y las brumas que desde la costa permiten que la piel del fruto conserve buena parte de su acidez, elemento imprescindible para lograr un espumante de buena calidad.
En estos momentos, el mercado chileno cuenta con opciones para distintos paladares y bolsillos; en el segmento medio ya es posible encontrar productos de buena calidad. Según comenta Ibáñez, la industria se ha orientado a ponderar los atractivos reconocidos en los espumosos como una opción delicada, ideal para el aperitivo, con menor graduación alcohólica y calorías, en reemplazo de otros cócteles.
Las posibilidades de innovar y crecer están dadas por el desarrollo de productos de calidad superior, estima el sommelier: “Ya se ha creado la necesidad en el mercado chileno y existen consumidores dispuestos a pagar más por espumosos de mayor complejidad. Distintas viñas ofrecen opciones que superan los $ 20.000 por botella”.
El desarrollo de estos productos de calidad superior y que poco a poco se van identificando con Chile lograrán ser únicos, con potencial para crecer tanto en el consumo interno como en las exportaciones. “El champagne es inimitable y, la verdad, no tenemos razón para copiarlo. En Chile están dadas las condiciones para producir espumosos con personalidad propia, organo- lépticamente hablando”, añade Ibáñez. Es decir, color, aroma y sabor auténticos.
La innovación ha demostrado que la ponderación de las características propias chilenas está dando resultados. La clave está en lograr productos que otros no puedan tener o imitar. Un ejemplo de ello es el desarrollo de espumante a partir de la uva País, cepa autóctona chilena. “El ejercicio con esta uva permitió darle importancia a un cepaje colonial que estaba deprimido, donde se demostró que con viñedos bien
manejados es posible desarrollar un espumoso único, de connotaciones patrimoniales”, agrega.
La experiencia del vino
Nuevos orígenes, exploración de distintas cepas y diversos terroirs están marcando el desarrollo de los espumantes en Chile. También, la explotación de la industria del vino como una experiencia completa.
Se estima que el enoturismo creció 10% en 2015 y 19% en tres años. Para el 2020, el gobierno chileno pretende aumentar 40% el número de turistas, en conjunto con haber duplicado la cantidad de viñas abiertas a esta actividad. Se trata así de una tendencia al alza que capitaliza una de nuestras cartas de presentación en el extranjero. “La industria vitivinícola considera al turismo como una actividad que le permite diversificar su producto y motivar la visita de turistas estimulados por el placer de conocer, disfrutar y degustar en forma activa el vino y el entorno que las diferentes viñas ofrecen”, sostiene María Teresa Cagalj, jefa de carrera de Ingeniería en Gestión Turística de la Universidad del Pacífico.
En este panorama, los espumantes no se quedan fuera. “Existe un mayor interés por conocer su proceso de elaboración y almacenamiento, junto al entorno natural y la cultura alrededor del lugar donde se produce. Esto ha motivado a que, en Chile, además de las tradicionales `rutas del vino’, se estén generando opciones dedicadas en exclusivo a los espumosos, principalmente en la zona del Maule y Curicó, donde se concentra de forma importante la producción de distintas variedades”, explica la académica.
En estas experiencias, el turista se impregna del producto chileno. “No solo conoce las variedades de uva que se utilizan, sino también cómo se fermenta el producto y el proceso para mantener las burbujas, atractivo principal del espumante. Por supuesto, también degusta y conoce las formas de identificarlo, valorarlo y maridarlo. Se produce una interacción donde se mezcla la historia, naturaleza, cultura y gastronomía”, añade.
Según datos de la Subsecretaría de Turismo, el perfil del visitante que recorre los valles vitivinícolas es de 36 a 60 años de edad, quienes mayormente tienen conocimientos básicos sobre el producto. Un 35% viaja en pareja y 23% lo hace con amigos. En tanto, tienen distintos orígenes: mientras que los valles de Curicó y el Maule son visitados principalmente por chilenos de otros lugares interesados en conocer la cultura del vino, en Casablanca se concentra la mayor cantidad de extranjeros que están de paso por Santiago y Viña del Mar.
En este panorama, cada vez más regiones y empresarios vitivinícolas y turísticos han abierto sus puertas, buscando nuevas formas de explotar sus atractivos, generando nuevas propuestas de valor. “Chile está adquiriendo cada vez mayor importancia a nivel mundial por su industria vitivinícola, con viñas reconocidas, productos premiados y desarrollos propios, como los vinos orgánicos, que llaman mucho la atención. Es necesario diversificar nuestra industria más allá de Torres del Paine o San Pedro de Atacama y hoy, el enoturismo en general, y el espumante en particular, tienen mucho que ofrecer”, añade.
“El champagne es inimitable y, la verdad, no tenemos razón para copiarlo. En Chile están dadas las condiciones para producir espumosos con personalidad propia organolépticamente hablando”. Pascual Ibáñez, director de Escuela de los Sentidos.