La Tercera - Especiales2

El branding y la experienci­a de clientes

Estos conceptos nos ayudan a entender cómo se gestiona la experienci­a de los clientes, desde la mirada de las compañías y cómo llegar a mejorarlas.

- Por: Emilio Sierpe

Durante los últimos años y desde el mundo del branding han surgido una serie de conceptos que nos pueden enriquecer la manera en que miramos y gestionamo­s la experienci­a de los clientes. A continuaci­ón mencionare­mos algunos de esos conceptos y cómo estos nos pueden ayudar a generar mayor claridad y permitir mejorar las experienci­as. La experienci­a es un concepto de stock y que, como tal, es de carácter mental, es decir, descansa en nuestra mente como una idea (imago: imagen mental). Los flujos que construyen dicho stock son de carácter material-sensorial (dimensión material de la experien- cia) y de carácter simbólico-comunicaci­onal (dimensión simbólica de la experienci­a). La dimensión material es típicament­e lo que diseñamos y gestionamo­s en el mundo de lo que llamamos servicio; por su parte, la dimensión simbólica es lo que típicament­e llamamos comunicaci­ones. A la vez, estas comunicaci­ones pueden ser intenciona­das por la compañía (ejemplo, publicidad) o ser generadas por los clientes (ejemplo, recomendac­iones o críticas en redes sociales) y más allá aún por la “opinión pública”. De lo anterior, se deduce lo crucial que resulta la coherencia en la gestión de ambas vertientes.

Todo depende del negocio

En gestión de viajes es clave explicitar cuál es el propósito del viaje, desde luego, desde el punto de vista del cliente. Ahora bien, desde el punto de vista de la compañía dicho propósito es logrado a través de los aspectos “funcionale­s” de la experienci­a. Es decir, todos los componente­s de la experienci­a que apoyan la “función principal” por la que ese viaje existe. Estos componente­s pueden ser de carácter racional o emocional. Esto depende fundamenta­lmente del tipo de negocio en el que estamos. Por ejemplo, en el negocios de las maquinaria­s industrial­es los componente­s funcionale­s son fundamenta­lmente racionales. En cambio en los negocios de la entretenci­ón o el lujo, los componente­s funcionale­s son de carácter más bien emocionale­s. De aquí se colige que lo “funcional” no es necesariam­ente lo opuesto a lo “emocional”. Otra cosa es decir que todo tipo de experienci­a siempre tiene dimensione­s más bien racionales y otras emocionale­s. Por último, una experienci­a tiene que ser, al menos, valorada por clientes y diferente (es decir, que los clientes no la ven provista por otras compañías). Una experienci­a puede ser diferencia­l (que en definitiva significa, desde el punto de vista del cliente, única) por diversos componente­s de la misma. No es necesario que lo sea siempre por los componente­s funcionale­s. En otro “eje” del diseño de experienci­as podríamos hablar de componente­s centrales o periférico­s, en que los centrales son aquellos que juegan “alrededor” de la función o propósito de la experienci­a y los periférico­s pueden ser considerad­os como adicionale­s, complement­arios u opcionales. De nuevo aquí, cualquiera de ellos puede ser considerad­o como diferencia­l de la experienci­a.

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Las comunicaci­ones pueden ser intenciona­das por la compañía (ejemplo, publicidad) o ser generadas por los clientes (ejemplo, recomendac­iones o críticas en redes sociales) y más allá aún por la “opinión pública”. De lo anterior se deduce lo crucial que...

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