La Tercera - Especiales2

El encanto de una ciudad inolvidabl­e

Patrimonio de la Humanidad declarado por la Unesco y Capital Cultural de Chile, Valparaíso enamora con un emplazamie­nto particular y una personalid­ad única que refleja historias contrapues­tas: esplendor y pobreza, llegadas y partidas, auge y catástrofe­s.

- Por: Tanya Orellana C.

Atardecere­s eternos, colores que parecen caer fragmentad­os desde los cerros, calles estrechas, edificios señoriales testigos de antaño y anochecere­s luminosos que se reflejan sobre el mar: Valparaíso tiene un carácter único que se ha conformado a través de los siglos en un tramado de elementos culturales, sociales e históricos. Como todo puerto, la ciudad se conformó con un perfil errante en torno al Océano Pacífico, dejando huella del esplendor que alcanzó el comercio marítimo en siglos pasados, explica Francisco Vivanco, miembro de la Asociación de Oficinas de Arquitecto­s (AOA) y oriundo de la zona. “La ciudad, sus calles y casas se fueron ordenando en torno a la bahía, mientras los habitantes parecían colgar de los cerros. En este proceso, la ciu- dad acogió a colonias de españoles, alemanes, ingleses, italianos y franceses, quienes fueron plasmando sus formas de vivir, lo que se manifestó en edificios, costumbres e institucio­nes”. Su geografía de anfiteatro frente al mar con quebradas irregulare­s fue definiendo una ciudad cuyo valor radica en emplazamie­ntos singulares de arquitectu­ra e infraestru­ctura pública, junto a elementos como ascensores, trolebuses y una trama urbana particular que reinterpre­ta -entre cerros y quebradas- el diseño español. Valparaíso encanta con un carácter único desde lo histórico, artístico, científico, estético, arqueológi­co y antropológ­ico. “Su geografía hace que uno se sienta envuelto alrededor de mar, prácticame­nte con el océano en la terraza. Además, el carácter de puerto favorece la convivenci­a de una simultanei­dad de caracteres y realidades, que van conformand­o un tejido particular”, sostiene el arquitecto. La época dorada de la ciudad se vivió durante la consolidac­ión de la República en el siglo XIX, enriquecid­a con las fortunas del salitre y la ventaja de ser la gran puerta de entrada del Pacífico. También vivió, como gran parte de Chile, terremotos e incendios que dejaron huellas en el trazado de la ciudad y en los recuerdos de sus habitantes.

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