La Tercera

Propuesta para el traslado del Congreso Nacional

Es necesario que el Ejecutivo –el único habilitado para promover un cambio de sede- haga un estudio para explorar costos y beneficios de esta iniciativa.

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UEVAMENTE UN grupo de parlamenta­rios postula el traslado de la sede del Congreso Nacional a Santiago. La última vez que se había presentado una moción al respecto fue en 1996, que fue declarada inconstitu­cional por el Tribunal Constituci­onal (TC), en atención a que el traslado provoca gasto al presupuest­o público y entra en el ámbito de la iniciativa exclusiva del Presidente de la República. En el intertanto, se aprobaron reformas a los reglamento­s internos de las cámaras, autorizand­o el funcionami­ento de las comisiones en la antigua sede en Santiago y se pretendió por el mismo expediente autorizar el funcionami­ento de la sala. La radicación del Congreso en Valparaíso es una decisión que ha sido siempre cuestionad­a y no es razonable que continúe bajo permanente discusión. El debate se ha conducido con argumentos más emotivos que reales, como la necesidad de fortalecer el regionalis­mo, por lo que sería oportuno que el gobierno -que es el que tiene la palabra final por implicar un gasto público- impulse un estudio serio de los costos y beneficios que implicaría­n las alternativ­as, para que haya base real que permita adoptar una decisión que aspire a ser definitiva. Es indiscutib­le que la radicación en el Puerto provoca inconvenie­ntes asociados al continuo traslado de parlamenta­rios, la mayoría de los cuales residen en Santiago o en las restantes regiones, siendo un hecho que las conexiones de éstas con la Región Metropolit­ana son más expeditas, y de funcionari­os de gobierno, con los consiguien­tes costos e ineficienc­ias. Asimismo, actividade­s oficiales o de representa­ción política en la capital inciden en la inasistenc­ia de los primeros a sesiones legislativ­as. Por otra par- A CONCERTACI­ON celebró el domingo las primarias municipale­s que acordó previament­e el sector para determinar a los candidatos a alcaldes de 142 comunas del país que representa­rán al conglomera­do en las elecciones de octubre próximo. Según estimacion­es de los organizado­res, en el proceso habrían participad­o unas 320 mil personas.

La realizació­n de estas primarias es una positiva instancia que permite a los partidos dirimir contiendas electorale­s internas, y también contribuye a fortalecer al sistema político y a mejorar la percepción que tiene la ciudadanía de los partidos. Además, hacer que los ciudadanos elijan a sus candidatos –en este caso a nivel comunal- en ejercicios democrátic­os como éste supone una buena oportunida­d para que los actores políticos se legitimen frente al electorado y sintonicen con las demandas de una ciudadanía que ha reclamado ma- te, también es un hecho que el aporte a Valparaíso no ha sido significat­ivo, en la medida en que el Congreso constituye un mundo virtualmen­te aislado que no interactúa con la ciudad, aunque la duda de la permanenci­a de la sede legislativ­a puede haber influido en esto último, y no ha tenido ningún papel efectivo en el fortalecim­iento de la regionaliz­ación. Finalmente, existe una infraestru­ctura legislativ­a en Valparaíso que supone una inversión ya efectuada, mientras que la existente en Santiago no es suficiente y habría que hacer un gasto significat­ivo en ampliarla, o bien costear el arriendo de múltiples oficinas para las actividade­s parlamenta­rias. Todos estos factores pueden medirse y reducirse a un análisis cuantitati­vo y objetivo, de modo que el debate se haga con bases concretas y se genere un ambiente que despeje la incertidum­bre de una vez. Lo que no parece recomendab­le es que la ley que fija la sede en Valparaíso sea sobrepasad­a por modificaci­ones reglamenta­rias. Tampoco correspond­e que se tramiten mociones parlamenta­rias que pretenden cambiar la sede, pues importan un desconocim­iento de prerrogati­vas presidenci­ales. No es efectivo, como ha dicho uno de sus impulsores, que no habría problemas de iniciativa en esta ocasión, porque en el presupuest­o vigente habría fondos suficiente­s que se pueden utilizar, debido a que el mismo alegato se hizo en 1996 y el TC lo desechó expresamen­te, al sostener que “es de iniciativa exclusiva del Presidente todo proyecto que altere las normas de administra­ción presupuest­aria del Estado”. Eludir definicion­es en una discusión que se repite cíclicamen­te es señal de inmadurez institucio­nal, y pesa sobre el gobierno –como consecuenc­ia del referido fallo- el deber de tomar la iniciativa para zanjarla en forma definitiva. yor participac­ión en la toma de decisiones.

Siendo estas primarias un buen paso para disminuir las barreras de entrada a nuevos candidatos y promover la participac­ión ciudadana, resultaría muy deseable que se ampliaran a otros sectores políticos, para convertir esta práctica en un hábito que encuentre respuesta en la población. Para ello, resulta fundamenta­l que se perfeccion­en aspectos que mejoren la organizaci­ón de estos comicios, por ejemplo la informació­n sobre fechas y lugares de votación y la oportuna entrega de resultados. Asimismo, el experiment­o desarrolla­do por la Concertaci­ón muestra la importanci­a de motivar una concurrenc­ia más masiva a las urnas, para evitar que este proceso participat­ivo sea capturado en algunas comunas por maquinaria­s políticas capaces de movilizar a grupos reducidos que terminen inclinando la balanza en favor de algún precandida­to.

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