La Tercera

Para tener en cuenta…

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Hoy prácticame­nte nadie desconoce que vivimos en una época donde uno de los problemas centrales es la carencia de significad­o: todo da lo mismo, ya nada hace la diferencia ni nos motiva de manera trascenden­te. Es lo que Nietzsche llamó “nihilismo”.

Y es que nada nos genera un c o mp r o mi s o p a r t i c u l a r . D e acuerdo al filósofo H. Dreyfus (1993), aquello que en el pasado interpelab­a el compromiso de las personas, como los dioses y héroes en Grecia, el Dios cristiano del Medioevo, los actos de los grandes líderes nacionales como Napoleón y Churchill o las palabras de los grandes pensadores, ya no tiene autoridad sobre el hombre de nuestros tiempos.

La consecuenc­ia de ello, en palabras de Dreyfus, es que “los individuos se sienten aislados y alienados… Sienten que sus vidas no tienen significad­o porque el mundo p úbl i c o y a no o f r e c e guías de orientació­n”. En este c o nt e x t o , los s e r e s humanos nos hemos replegado hacia el dominio de lo privado y la excitación de la vida descansa exclusivam­ente sobre las experienci­as privadas.

Frente a esta situación, muchas empresas siguen adoptando estrategia­s como la motivación por incentivo, la micro-supervisió­n, reingenier­ías organizaci­onales, retiros corporativ­os para “revisar la visión y la misión”, excursione­s de “team building” al campo y la montaña, y charlas motivacion­ales con gurús de moda. Como es sabido, estas estrategia­s fallan reiteradam­ente en su cometido. No logran una motivación durable ni t a mpoc o u n a o r i e n t a c i ó n compartida y coordinada en la vida diaria de la organizaci­ón.

Así, el desafío para los líderes que tienen la ambición de trascender en sus industrias, es proveer en la empresa un espacio donde la gente pueda encontrar significad­o, incluso más allá del ámbito del trabajo estrictame­nte hablando. Éste es el rasgo que distingue a los líderes de los gerentes o administra­dores

Las prácticas ejemplares

Para que las prácticas cotidianas nos otorguen significad­o y nos congreguen vigorosame­nte en comunidad, deben ser señaladas de forma focalizada a las personas. El espacio donde esto su- cede es lo que Dreyfus siguiendo a Heidegger llama “obra de arte”. El templo griego y la catedral medieval s o n e j e mpl o s d e o b r a d e a r t e ha c i e ndo su trabajo orientador.

Por ejemplo, “el templo indicaba a los griegos lo que era importante y permitía diferencia­r lo significat­ivo, tal como la victoria y la desgracia, el desastre y la bendición”, escribe Dreyfus. Y agrega: “Los griegos, cuyas prácticas se manifestab­an y adquirían foco en el templo, vivían por su virtud en un espacio moral que daba dirección y significad­o a sus vidas (…). Uno sabía en qué terreno se movía y qué es lo que tenía que hacer”.

En una empresa la obra de arte estaría radicada en sus líderes históricos que sintetizan y s i s t e ma t i z a n las prácticas ejemplares. Su tarea fundamenta­l es la construcci­ón de la obra de arte y asegurar que ésta ejerce su trabajo de inspiració­n ejemplar.

Así, por ejemplo, en un hotel de lujo como el Four Seasons, donde se requiere de un servicio excepciona­l en todas las circunstan­cias, los líderes deberán articular la obra de arte en torno a prácticas ejemplares de atención, cortesía, considerac­ión y amabilidad extremas.

En otros casos como en Apple, donde el éxito de la organizaci­ón depende de la audacia innovadora, del diseño y de la sintonía anticipada con los clientes, los líderes deberán orquestar la obra de arte en torno de prácticas ejemplares para la apropiació­n de tecnología­s digitales de vanguardia, la simplicida­d, y la rebeldía auténtica de quienes hacen historia.

En las organizaci­ones vitales y vibrantes, donde predomina la pasión, el compromiso y la coordi naci ón, s i e mpre e s posi bl e identifica­r su obra de arte.

Dentro de una organizaci­ón, los líderes son quienes conforman la obra de arte, la cual articula los desafíos y problemas, entrega soluciones y produce explicacio­nes ejemplares. Cuando la obra de arte funciona, las personas se sienten seguras, confiadas y saben qué hacer, incluso en los momentos más difíciles y contradict­orios. En este contexto, no se necesitan supervisor­es, ni sesiones de estrategia, ni organigram­as o reglas.

El problema surge (en la sociedad y en las organizaci­ones) cuando la obra de arte se desintegra o simplement­e va perdiendo su capacidad para orientar y coordinar el comportami­ento de los individuos. En estos casos no hay un señalamien­to focalizado de prácticas ejemplares que puedan ejercer el magnetismo orien-

tador caracterís­tico de la obra de arte.

¿Cómo construir la obra de arte en su empresa? Coleccione los comportami­entos ejemplares, particular­mente en momentos adversos, del fundador y de los líderes históricos de la empresa. Difúndalos ampliament­e dentro y fuera de la empresa. Asegúrese de que sean conocidos, compartido­s y recopilado­s por todos en la organizaci­ón.

Coleccione periódicam­ente los momentos ejemplares de los empleados en todos los niveles y hágalos públicos, con reconocimi­ento a sus protagonis­tas

Genere símbolos, ceremonias y espacios físicos emblemátic­os de las prácticas ejemplares. El contacto de las personas con estos símbolos deberá generar en ellas estados de ánimo de inspiració­n, seriedad y alegría, así como la renovación de su foco y compromiso con las prácticas ejemplares.

Si usted es un líder de su organizaci­ón, conviértas­e en una obra de arte viva para el resto de los colaborado­res en la empresa. Sea impecable en perseguir la perfección en su ejercicio de las prácticas ejemplares, reconozca sus errores, acepte críticas y nunca cese de aprender y mejorar nuevas versiones.

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