Al rescate de la Casa de Los Diez
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ME D I A D O S d e abril, Pedro y Hernán Maino, bisnietos del premio nacional de Literatura Pedro Prado –uno de los miembros del grupo de Los Diez-, pretenden comprar la casa, emplazada en la esquina de Santa Rosa con Tarapacá, que alojó a esa cofradía vanguardista de comienzos del siglo XX. El propósito es convertirla en un centro cultural que rescate el legado de la agrupación artística y un espacio en el que coexistan, por ejemplo, una biblioteca o una galería de arte con un restaurante.
Eduardo García Powditch, uno de sus actuales propietarios, cuenta que desde que la pusieron en venta el 2000, nunca les ha llegado una propuesta formal para la casona. Por eso, el proyecto los tiene entusiasmados.
El grupo de Los Diez en verdad eran 12. Su nombre nace de una anécdota, cuando en 1914 el arquitecto Julio Bertrand le preguntó a l e s c r i t or Pedro Prado cuántas personas habría en Santiago con su misma energía creativa, a lo que el autor de Alsino y Un juez rural contesto: “Buscando, debe haber ¿unas 10?”, la respuesta de su colega fue: “Pues quiero conocerlos”. Entre quienes participaron de la cofradía destacaron el pintor Juan Francisco González y los escritores Eduardo Barrios, Augusto D’halmar y el mismo Prado, quienes llegarían a ser premios nacionales en sus respectivas disciplinas.
La casa se construyó en 1850. Estuvo a punto de ser expropiada, fue declarada Monumento Histórico en 1997 y lleva 12 años a la venta sin ofertas de compra.
Persistencia de la memoria
La idea de transformarla en centro cultural se venía fraguando desde antes, pero tomó mayor fuerza el 16 de diciembre de 2010, cuando los primos Pedro y Hernán Maino l a nzaron l a s obras completas del Pedro Prado. La ceremonia se realizó precisamente en la casona de Santa Rosa, la misma que, pese a su deterioro, aguantó en buen pie el terremoto del 27 de febrero.
Esa primera ceremonia en la casa que albergó desde 1922 a la agrupación de escritores, pintores, escultores y arquitectos, formaba parte de un plan mayor: editar la obra de cada uno de los componentes del grupo por la editorial Origo, propiedad de los Maino, y crear una fundación que se hiciera cargo de la
RR
Las mejoras eran financiadas por su dueño, Francisco Tupper, quien vendió la casa para no caer en bancarrota. El interesado fue Alfredo García Burr, un excéntric o a nt i c uar i o y c o l e c c i o ni s t a , quien la compró con un crédito del Banco de Chile en 1927.
Durante décadas, García Burr y sus ocho hijos vivieron en el prime r piso. Eduardo García Powditch fue uno de ellos. “Entre todos se la compramos a mi padre en 1979, tres años antes de que muriera”, recuerda. Desde entonces los hermanos han tenido que hacer frente a órdenes de expropiación para el ensanche de Tarapacá y la hostilidad de los empresarios que quieren ver caer la casa para poder levantar torres de departamentos.
“Antes de vendérsela a mi padre -cuenta García-, don Francisco Tupper le contó que una noche de tormenta se subió hasta la torre y se asomó por uno de los ventanales para sentir la fuerza del viento y la lluvia, y se vio a sí mismo como un capitán guiando su barco en una tempestad, entonces le dijo: “Con eso, me sentí pagado de todo lo que he gastado y padecido con la casa”.