La Tercera

Minibodega­s: una tendencia que crece en Santiago entre los que acusan falta de espacio

Hace nueve años existía sólo un par y hoy alcanzan los 20. Están en barrios como Chicureo, Pedro Fontova y Santiago centro.

- Darío Zambra

R A Sebastián Krauss la casa le quedó chica. Tenía muebles, espejos, antigüedad­es, un par de bicicletas, una cocina y varios cachureos que ya no usaba. Pero su vivienda de Vitacura ya no tenía espacio para guardarlas.

Buscando, se enteró de

R que en la Av. El Salto, en Huechuraba, había un recinto en el que podía arrendar un lugar donde almacenarl­as. Ahora, bicicletas, muebles y el resto de sus cachureos están almacenado­s en una de las minibodega­s de Aki KB, una de l a s e mpresas de Santiago que ofrece este servicio.

A Sebastián le queda cerca de su casa, unos 15 minutos. “Voy cada dos semanas más o menos, a veces a dejar y otras a buscar cosas. Son 9 m2 y está llena”, cuenta Krauss. Es una especie de extensión de su patio, sólo que en otro barrio.

En los últimos años se ha vuelto frecuente ver a los santiaguin­os cargar muebles y cajas para dejarlas en estos recintos. Tanta ha sido la demanda, que en la última década la oferta se disparó. En 2003, en la capital sólo un par de empresas ofrecía este servicio. Hoy lo hacen al menos 10 y en total suman cerca de 20 centros, ubicados en barrios residencia­les de zonas como Pedro Fontova, Chicureo, Santiago centro y Macul.

La mayoría e s t á c o ns - truido con hormigón armado. Algunos son más grandes y casi todos tienen más de 100 bodegas. Las pequeñas poseen una superficie de 2 m2 (que se arriendan en promedio en $ 25 mil mensuales) y las má s grandes alcanzan hasta 25 m2 (su precio sobrepasa los $ 100 mil). Son independie­ntes, tienen c o r t i n a s d e met a l y u n candado que cada cliente maneja a su antojo: puede ir a dejar o buscar cosas cada vez que quiera.

Ahí está guardado todo lo que no cabe en la vivienda. El gerente general de Aki KB, Arie Rezepka, asegura que con el boom del consumo y el retail el santiaguin­o adquirió cada vez más bienes. “Además, los más a s pi r a c i o nal e s han optado por vivir en sectores acomodados, pero en c a s a s o d e p a r t a me n t o s más pequeños, sacrifican­do espacio. Entonces, para no estar tan apretados optan por guardar sus cosas en estas minibodega­s”, explica el ejecutivo.

Lo que más se almacena son muebles y cosas de p o c o u s o , c o mo libros. También guardan muchos artículos de temporadas opuestas. En verano están repletas de esquís, plumones y abrigos. En invierno, en cambio, llevan las tablas de surf, las motos de agua y lanchas. El árbol de Navidad, como se luce sólo un mes al año, prácticame­nte vi ve e n e s t as minibodega­s.

No son galpones toscos y desordenad­os. Aquí se adoptó la estética de las bodegas de Estados Unidos, donde parecen strip centers. Tienen áreas verdes en sus frontis, varios estacionam­ientos y mesas para que los clientes disfruten un café. Incluso, algunos son ambientado­s con música clásica. “Son muy modernos y casi de lujo. Están absolutame­nte limpios”, afirma Julio Torres, quien durante un tiempo guardó sus pertenenci­as e n e l c e nt r o de Mini Storage en Chicureo.

En zonas periférica­s, como Pudahuel y Quilicura, existe otro tipo de bodegas, orientadas a las grandes empresas. Su tamaño va desde los 25 m2 a los 10 mil m2. Según datos de Colliers, hoy en Santiago hay 2.365.647 m2 de bodegas industrial­es. Ahí, por ejemplo, se almacenan los licores del duty free y P u ma g u a r d a su nueva colección de ropa.

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FOTO: CHRISTIAN IGLESIAS RR

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