¿Quién le pone el cascabel al gato?
La erradicación de las conductas de matonaje es, ante todo, una tarea social y educacional más que legal.
L TEMA del bullying irrumpió en nuestro sistema escolar para quedarse. Aunque no tengo cifras exactas, es evidente que continúan existiendo situaciones de este tipo en los establecimientos educacionales. No sé si éstas han aumentado el último tiempo; quizás lo que sucede es que como ahora existen mecanismos legales para dar cuenta de dichas situaciones, las víctimas y sus padres se atreven a denunciar este tipo de hechos negativos y, debido a esto, se conoce una mayor cantidad de casos.
Este es un tema que a todos tomó por sorpresa, ya que siempre ha estado presente y la ley lleva muy poco tiempo como para hacer una evaluación seria sobre su aplicación; con todo, considero que ésta tiene elementos importantes para desincentivar, prevenir y castigar las conductas de “matonaje escolar”. Hace poco, un colegio acaba de ser multado por no haber sido diligente para enfrentar un caso de este tipo. Esto constituye una seria advertencia a todos los directores de establecimientos educacionales, para que se preocupen de promover una educación para la buena convivencia escolar y de implementar medidas preventivas contra el bullying. Todos estamos empeñados en promover buenas prácticas de convivencia al interior de nuestros establecimientos, y en los proyectos educativos es un tema que debe estar presente.
Es interesante considerar que los colegios son los primeros interesados en erradicar el bullying de sus comunidades escolares, porque estas malas prácticas afectan gravemente el ambiente educativo y la normalidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Sin embargo, para los colegios es difícil hacer su tarea si no cuentan con la colaboración de los padres y apo- derados, y con la de los propios estudiantes, para enfrentar los altos niveles de violencia del entorno social y, especialmente, la fuerte influencia de algunos programas, juegos y sitios en internet, donde se muestran y promueven acciones de violencia protagonizadas por matones.
Es especialmente difícil enfrentar situaciones de bullying cuando victimarios y víctimas pertenecen a la misma comunidad escolar. La situación de ambos es un desafío educativo, pero el tratamiento de ambos no puede ser igual, y se debe privilegiar a la víctima por sobre el o los victimarios. Aquí nadie puede imponer una fórmula a los colegios, ya que cada uno presenta realidades distintas, lo que hace que cada uno busque la metodología que pueda engranar de mejor forma entre lo que el establecimiento plantea en su reglamento interno y lo que quieren los padres y apoderados del establecimiento. Claramente, el clima escolar es un factor de éxito en el colegio.
La disminución, y ojalá la erradicación de las conductas de matonaje, es, ante todo, una tarea social y educacional más que legal, y en ella la educación propiamente tal y la prevención son claves. Es necesario que la opinión pública confíe en los colegios, y dé tiempo a la implementación y a la aplicación tanto de las medidas que exige la ley como de las que cada colegio establezca por iniciativa propia y según su experiencia y proyecto educativo. UIZAS EL ejemplo más patente de falta de proactividad en nuestra clase política es el proyecto de ley de tarificación vial. Esta iniciativa legal se encuentra durmiendo el sueño de los justos hace más de 20 años.
Para nadie es una novedad que Santiago y otras ciudades del país crecen, y de esta manera aumenta la expansión urbana, además de la tasa de motorización, extensión y duración de los viajes. Dado que todos estos indicadores crecen por sobre la inversión en infraestructura vial, lo único que podríamos esperar es que la congestión se incremente significativamente en el corto y mediano plazo.
La congestión se produce cuando hay escasez de infraestructura vial y su control se aborda aumentando la oferta de calles o restringiendo la demanda. Así, la construcción de infraestructura y gestión de tráfico permiten aumentar la oferta vial, mientras que la demanda se puede controlar a través de restricciones a la circulación o desincentivos en zonas y horas de congestión.
En Chile, esta problemática se ha enfrentando con medidas coercitivas como la restricción vehicular, que aunque sea por motivos de contaminación, también es implementada para la congestión, pero con muy baja efectividad.
Además, se cuenta con incentivos económicos como el sistema tributario asociado al transporte que incluye permisos de circulación, peajes e impuesto específico a los combustibles. El permiso de circulación grava en mayor medida a los vehículos más nuevos y más limpios, lo que desincentiva la renovación del parque automotriz. El impuesto específico a los combustibles, por su parte, es más alto para vehículos más livianos y menos contaminantes, y que por tanto contradice para lo cual fue creado: la construcción y mantención de la infraestructura vial. En este mismo sentido, hay evidencia que sugiere que el impuesto que corrige la externalidad para nuestro país debería alcanzar los US$ 0,62 por litro para la bencina y US$ 0,55 por litro para el diésel.
Ahora bien, en Chile no existen tarifas asociadas a los altos niveles de congestión o contaminación producidos por el parque vehicular. Los costos asociados a la congestión se traducen en el aumento de tiempo de viaje por parte de los usuarios y los costos asociados a la contaminación son la restricción vehicular y prohibición de circular por algunas vías durante episodios críticos.
Una de las alternativas que se debiese evaluar al menos para Santiago es la aplicación de un régimen de tarificación vial en algunos puntos de la ciudad como el centro, y en otros sectores tales como “Sanhattan”.
En este contexto, el cobro por ingresar a determinados lugares podría ser una de las herramientas adecuadas para promover el transporte público y de esa forma se maximizaría el uso eficiente de la infraestructura vial. Pero para que una solución de este tipo sea viable se requiere contar con un sistema de transporte público que funcione adecuadamente, requisito que el Transantiago está muy lejos de cumplir. Por ello, es fundamental que se perfeccione y se resuelvan a la brevedad las fallas que éste continúa presentando. Luego, cabe preguntarse, ¿quién le pone el cascabel al gato?