La Tercera

La ceguera de los partidos

- Alejandra Sepúlveda

N LAS primarias de la Concertaci­ón realizadas en 140 comunas del país se presentaro­n 352 candidatos para competir por una alcaldía: 57 mujeres (16,2%) y 295 hombres (83,8%). Los datos reproducen una tendencia que vemos desde el retorno a la democracia: las mujeres no logran superar la barrera del 20% en la nominación por parte de sus partidos. Así ha sido en las últimas cinco elecciones municipale­s (20%) y en las últimas seis parlamenta­rias (10%). De mantenerse las actuales reglas del sistema político, difícilmen­te aumentarán las oportunida­des de las mujeres de obtener un cargo de elección popular.

Los partidos no están aprovechan­do el activo que representa­n sus militantes mujeres, pese a que ellas participan tanto como los hombres en las bases. El ejemplo de las primarias fue claro. Un proceso que puede ser un buen ejercicio de democracia se torna hostil para las candidatas, quienes tienen menos recursos, menos posibilida­des de competirle­s a caudillos territoria­les y me- nos padrinos que las ayuden a ascender hacia las cúpulas. Otra cosa ocurre cuando la decisión es ciudadana. El comportami­ento electoral en Chile muestra que, una vez superada la barrera de la nominación, las mujeres que compiten con respaldo partidario ganan las elecciones en una proporción igual o superior a los hombres.

Necesitamo­s más mujeres en política; el número sí importa. ¿Qué logra una mayor masa crítica de parlamenta­rias, alcaldesas, concejalas? A la luz de la evidencia y de diversos estudios, bastante. El empoderami­ento de la mujer cambia los patrones de decisión de la política pública, produce mejores resultados en sus comunidade­s y hace a las institucio­nes más representa­tivas (Banco Mundial). Además, como tienden a compartir el poder, ellas favorecen un liderazgo participat­ivo (Center for Creative Leadership), más acorde con los desafíos actuales.

En su accionar público son las principale­s promotoras de la agenda de género y dan prioridad a la solución de problemas que impactan directamen­te el bienestar de las personas (Unión In- terparlame­ntaria). Suecia es un ejemplo de cómo la representa­ción equilibrad­a en el Parlamento ha favorecido la promulgaci­ón de leyes que ubican al país a la vanguardia en igualdad social y cultural, según el Foro Económico Mundial.

No nominar más candidatas ni visualizar sus atributos en política nos resta oportunida­des. Pero, además, contradice las preferenci­as ciudadanas. Los chilenos y chilenas se han pronunciad­o sistemátic­amente a favor de la necesidad de mejorar la representa­tividad de la democracia. Así lo revelaron las encuestas Mujer y Política (Comunidadm­ujer) de diciembre y marzo, donde un 73% dijo valorar la presencia de mujeres en cargos electos, un 93% atribuyó a los partidos la responsabi­lidad por su baja participac­ión, un 73% dijo estar a favor de una ley que establezca cuotas de género en las listas electorale­s, y un 60% a favor de cambiar el sistema binominal.

Ello demuestra que en la sociedad chilena está mucho más instalada que en la elite política la idea de que existen desigualda­des que ameritan mediación del Estado. Una de ellas es que las chilenas tengan de las más bajas tasas de participac­ión política del mundo. Necesitamo­s nuevas reglas del juego. Necesitamo­s reformas políticas.

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