La Tercera

El elefante en la cristalerí­a

- Juan Ignacio Brito

A MATRICULA de todos los establecim­ientos educaciona­les del país experiment­ó un sostenido crecimient­o hasta el 2005, momento en el que por factores de disminució­n de la población comienza un período de decrecimie­nto que parece no detenerse. Sin embargo, el comportami­ento de la matrícula municipal no ha tenido el mismo destino: su declive se inicia el 2001. Este quiebre en la tendencia de crecimient­o de la matrícula del sector alcanzó una drástica caída en cifras que bordearon casi el 6% anual.

Pero estos números se profundiza­n a partir del inicio del presente año escolar. Se ratifica esta tendencia, aunque con una caída mayor: ahora se acerca al 8%. No tenemos duda que la desazón de las familias a causa de la prolongada movilizaci­ón educaciona­l del año pasado, la ausencia de clases, la crisis del modelo educativo público financiado desde el Estado, la incertidum­bre y las dudas frente a la calidad, refuerzan esta pendiente.

Como consecuenc­ia, los municipios han tenido que incrementa­r año a año los aportes que realizan a la educación pública. Obviamente, una menor matrícula presupone menores ingresos. Sumémosle a ello que la subvención educaciona­l cada vez alcanza para menos. Por esto, los municipios tuvimos que aportar el año pasado más de 150 mil millones de pesos al sector, agudizando el endeudamie­nto municipal. Así se va restando atención a los temas que tienen que ver con las tareas propias de los municipios.

Pese a todo este panorama, reconocemo­s y valoramos los aportes realizados últimament­e, como son el Fondo de Apoyo a la Gestión Municipal de Educación (Fagem), la Ley de Subvención Escolar Preferenci­al (SEP) y los recursos aportados a través de la Ley de Calidad y Equidad, por mencionar algunos. Sin embargo, la ma- yor parte de estos recursos poseen un fin específico, por lo que no pueden ser destinados a financiar el costo permanente del servicio educativo.

En el actual escenario, la Asociación Chilena de Municipali­dades ha transmitid­o su preocupaci­ón, ahora al nuevo ministro Harald Beyer, acordándos­e una mesa técnica bipartita que abordará distintas alternativ­as de solución a los problemas enunciados y haciendo un aporte a la nueva institucio­nalidad que se quiere crear. Como ya lo hemos señalado, no somos sólo parte del problema, queremos ser parte de la solución. No olvidemos que hemos administra­do la educación pública los últimos 30 años.

Estamos empeñados, pese a todos los problemas que tenemos, en la generación de estrategia­s que permitan revertir la situación actual, a través de mecanismos que logren frenar la caída de la matrícula, evaluar la corrección del actual sistema de financiami­ento, incidiendo en el incremento justo de la subvención educaciona­l y buscando cautivar a los niños desde los primeros años de escolariza­ción, para lo cual es imprescind­ible ampliar la Jornada Escolar Completa a los niveles de prekínder y kínder.

Los municipios, más allá de los énfasis o de las políticas públicas que se decidan para el futuro mecanismo de la administra­ción educaciona­l, queremos sumarnos a los esfuerzos del país por lograr los consensos necesarios que garanticen a todas las familias una educación de calidad. Esto les da sentido a nuestras aspiracion­es como gobierno local. N DEMOCRACIA las autoridade­s son responsabl­es ante la población. La mayoría de las veces así ocurre, al punto que, cuando ésta pierde la paciencia, vota para sacarlas del cargo y entrega la responsabi­lidad a otros. Sin embargo, en un número cada vez mayor de ocasiones da la sensación de que las cosas son al revés: pareciera que diversas autoridade­s de los tres poderes del Estado están hartas de que no les respondamo­s como ellas quieren, por lo cual han decidido tomar la iniciativa en una serie de ámbitos donde hasta hace poco los ciudadanos decidíamos de manera autónoma.

Nuestras autoridade­s se aburrieron de que insistiéra­mos en tomar y manejar y optaron por una ley que convierte en delito lo que antes era sólo una falta; discuten la manera de limitar que nos expongamos a la publicidad que promueve la comida chatarra; se cansaron de vernos fumar y lo prohibiero­n en un sinnúmero de sitios donde antes era común hacerlo; quieren evitar, a través de NA PIEDRA fundamenta­l de la sociedad chilena es el artículo 8° de la Constituci­ón. En éste se establece la “estricta probidad” para la gestión de los órganos del Estado y de los funcionari­os de la Administra­ción y como regla general la “publicidad” de sus actos, resolucion­es y procedimie­ntos, salvo que se afecten el cumplimien­to de sus funciones o derechos de las personas, como la privacidad.

No obstante, el ejercicio de la competenci­a como autoridad de aplicación que la Ley 20.285 confirió al Consejo de Transparen­cia ha sido errado. Con un radical afán transparen­tista, y descontext­ualizando la interpreta­ción de la norma inconstitu­cional que dice que “es pública toda otra informació­n que obre en poder de los órganos de la administra­ción...”, se ha obligado –entre otros hechos- a revelar desde el Servel datos personalís­imos de los discapacit­ados chilenos a cualquiera que lo solicite; se ha pretendido infringir el secreto tributario de los datos personales de los pro- una ley, de que pronunciem­os palabras que puedan ser interpreta­das como discrimina­torias; han dispuesto que es posible divulgar los e-mails de los funcionari­os públicos.

Quienes impulsan estas determinac­iones y otras similares las justifican afirmando que ellas permiten incorporar legislació­n moderna que nos ubica a la par con, a su juicio, envidiable­s ejemplos internacio­nales. En el caso del tabaco se menciona a España; en el de la ley de alcoholes, a Australia. Parecernos a esos países nos acercaría al desarrollo. También sostienen que las medidas adoptadas preservan los derechos de otros y nos protegen de ciertos malos impulsos que, en ausencia de las restriccio­nes, seríamos incapaces de controlar.

La consecuenc­ia de este afán paternalis­ta es una ampliación de las atribucion­es del Estado y una disminució­n de la autonomía personal. Por ello definía Octavio Paz al Estado como un ogro filantrópi­co que, queriendo hacer el bien, acaba atropellan­do la libertad individual. No se trata de creer que el Es- pietarios de bienes raíces, y se ha pretendido revisar la gestión del Ministerio Público invocando la necesaria publicidad de las carpetas investigat­ivas.

Desde la perspectiv­a de la naturaleza de la informació­n solicitada, ahora el Consejo resuelve que un ciudadano tiene derecho a que la Administra­ción le entregue antecedent­es que no son actos administra­tivos que produzcan efectos jurídicos terminales, relacionad­os con la tramitació­n de una modificaci­ón a la ley sobre alta dirección pública. Y ocurre que tales antecedent­es están cubiertos por ámbitos de reserva legal, ya que afectan tanto el cumplimien­to de las funciones del Ministerio Secretaria General de la Presidenci­a como la necesaria esfera de privacidad de las opiniones, conversaci­ones, estimacion­es, intereses sopesados o posturas del ministro responsabl­e en el Ejecutivo de la tramitació­n de los proyectos de ley y, por cierto, de los parlamenta­rios.

Desde la perspectiv­a del continente o del canal electrónic­o usado por el ministro para comunicars­e y cumplir tado es el enemigo, sino de entender que su esfera de acción es limitada y debe consistir en proveer el marco institucio­nal para que podamos aspirar a una existencia feliz. En el caso de personas adultas, esto supone tratarlas como tales, no como a niños que necesitan ser reformados y a los cuales se les debe enseñar paso a paso el camino correcto. El efecto insoslayab­le de ese voluntaris­mo será hacer irresponsa­bles a las personas, al quitarl e s a ut onomía y s ust i t ui r su iniciativa por la del Estado, negándoles de paso el reconocimi­ento de sus potenciali­dades y su dignidad. Además, actuar de esa forma desconoce una realidad esencial: la vida y la experienci­a son mejores maestras que un grupo de burócratas que puede terminar haciendo experiment­os, a veces crueles, con sujetos de carne y hueso. Una gran tentación de quien ejerce autoridad es creerse un sabelotodo capaz de decidir como un padre bienintenc­ionado, pero que finalmente muestra toda la delicadeza de un elefante en la cristalerí­a. El antídoto más poderoso para no sucumbir a ella es recordar la regla de oro de la democracia: las autoridade­s son responsabl­es ante los ciudadanos, no al revés. funciones como colegislad­or, el Consejo estima -sin base jurídica sólida- que la garantía constituci­onal de la “inviolabil­idad de toda forma de comunicaci­ón privada” - o de servidores y correos electrónic­os institucio­nales- debe ceder ante una necesidad de transparen­cia, afectándos­e directamen­te la confidenci­alidad que protege las comunicaci­ones digitales.

Está en juego el equilibrio idóneo de garantías fundamenta­les. Para impedir que el Consejo de Transparen­cia siente este errado precedente, la Corte de Apelacione­s de Santiago tiene la palabra. Además de evitar que se vulnere la garantía del artículo 19 N°5 de la Constituci­ón (ahora proyectada a los e-mail), y recogiendo la jurisprude­ncia del Tribunal Constituci­onal y la suya propia, al igual que en enero del 2011, confiamos que la corte estime que la informació­n solicitada no necesita ser develada; que la gestión de este ministerio no vulneró los principios de la Ley de Transparen­cia; que el derecho de acceso reclamado no fortalece la transparen­cia de la función pública ni reduce posibles ámbitos de corrupción, y que el Consejo debe exigir concurrenc­ia de un interés legítimo en los peticionar­ios para evitar que se presenten casos de abuso del derecho de acceso.

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