La Tercera

La belleza importa

- Andrés Benítez

O LE GUSTARON a la titular del Sernam las declaracio­nes del diputado Ward, cuando dijo que Camila Vallejo “da para un concurso de belleza y nada más”. Apenas supo, la ministra Schmidt fue tajante al señalar que “todo comentario basado en el físico de una mujer para descalific­arla es lamentable y no ayuda a erradicar el machismo en Chile”. Si bien el comentario de Ward fue poco afortunado, la verdad es que el tema de la belleza es siempre sinónimo de malas interpreta­ciones en nuestro país. Vivimos atrapados en el viejo prejuicio que nos dice que destacar la belleza de alguien es sinónimo de referirse a su poca inteligenc­ia, cosa que refleja lo poco evoluciona­dos que somos como sociedad en esto. Porque nos creemos modernos, pero en éste y muchos temas actuamos como si viviéramos en la prehistori­a.

El caso de Camila Vallejo es emblemátic­o. Porque si bien el asunto de su atractivo físico ha estado presente en muchas conversaci­ones privadas, pocas veces se toca de forma pública. Es mal visto y malinterpr­etado. En el resto del mundo, esto jamás fue un problema y la prensa internacio­nal hasta el día de hoy destaca la belleza de Camila como un gran atributo. El último de ellos fue el New York Times, donde en un artículo titulado “La revolucion­aria más glamorosa del mundo”, el autor no duda en describir a Vallejo como una belleza de Botticelli. Anteriorme­nte, La Nación, en Argentina, insistió tanto en el tema, que ella no dudó en decir “una cara bonita no saca 500 mil personas a la calle”. En Bolivia, la cosa fue aún más explícita, y el vicepresid­ente de ese país, junto con señalar que era una hermosa líder, agregó sin pudor que “todos estamos enamorados de ella”.

Claro, cualquiera de estos comentario­s sería fuente de polémica si se hacen en Chile. Un escándalo, una ofensa o una frivolidad. Una actitud que no sólo es cínica -porque igual se habla del tema en privado-, sino también equivocada. Porque hay razones objetivas que hacen de la belleza un tema relevante para la socie- dad y está lleno de estudios que lo demuestran así. Un ejemplo interesant­e es el recién publicado texto La belleza paga, que describe con mucha claridad no sólo los tremendos beneficios económicos que conlleva el ser atractivo, sino también los sociales, concluyend­o que este grupo no sólo tiene mejores sueldos –algo conocido-, sino que, además, son considerad­os más inteligent­es y reciben mayor atención en la mayoría de las etapas de la vida. Con estos datos a la vista, es claro que cuando a alguien le dicen que es bella o bello, es un elogio y no una suerte de pecado, como sucede en Chile. En el mundo moderno, es asociar a la persona a cualidades que van mucho más allá de lo físico, como el liderazgo y la inteligenc­ia.

Por eso, cuando los medios extranjero­s destacan la belleza de Camila, están exaltando y no disminuyen­do sus cualidades. Pero también están reconocien­do que ese atributo la ayuda en su cruzada. Claro que todo esto tiene sus límites, porque su atractivo no impidió la gran decepción que provocó en muchos de sus seguidores las alabanzas hacia Fidel y Cuba. Esto es una gran noticia, porque quiere decir que la belleza paga, pero las ideas siguen siendo el gran motor que mueve a la gente.

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