Largo de las carreras y diversidad de oferta
Parece adecuado analizar la extensión de las carreras universitarias, considerando a la vez la necesidad de una oferta educacional amplia.
L MINISTRO de Educación ha pedido a los rectores un informe acerca del largo de las carreras universitarias. Este parece representar una seria ineficiencia en la operación del sistema de educación superior, por lo que debe ser analizado para que se corrijan aquellos excesos que la encarecen injustificadamente, sin dejar de considerar la diversidad que debe caracterizar la oferta educacional del país. Es evidente la diferencia que debe existir entre distintas “carreras universitarias” fundadas en disciplinas científicas diferentes, o entre éstas y aquellas basadas en ciencias sociales y humanidades. Sin embargo, en el sistema universitario chileno, tras la denominación de “carrera universitaria”, y aun en torno a una misma área de conocimiento basal, se esconden programas de formación muy disímiles entre universidades en cuanto al énfasis en los fundamentos teóricos, la formalidad con que se presentan los conocimientos, la integración de la base teórica en herramientas prácticas, el acceso a conocimientos complementarios que agreguen capacidades “profesionales” a los estudiantes, etc. En su situación actual, el sistema universitario ofrece, bajo el mismo nombre, carreras de pregrado donde se construyen las bases teóricas del primer nivel de formación para alumnos que aspiran a avanzar hacia estudios de posgrado, y carreras de pregrado donde se minimizan los fundamentos teóricos y se enfatizan técnicas concretas para mejorar la capacidad de generar ingresos de los alumnos. También hay universidades que, bajo la denominación de “carrera universitaria”, ofrecen programas académicamente livianos, que buscan ampliar las posibilidades de jóvenes provenientes de ambientes vulnerables o poco talentosos para enfrentar un programa de alta exigencia. Esta diversidad no es mala en sí misma. Posiblemente, en torno a los diferentes enfoques y niveles de exigencia académica, puedan estructurarse programas de enseñanza que sirvan adecuadamente, y en diferentes condiciones de costo, a los variados propósitos, preferencias y necesidades que puedan tener los estudiantes. El Estado, en su labor normativa y en los apoyos financieros que controla, debe reconocer el aporte que esta variedad de enfoques representa para los estudiantes. Resulta, sin embargo, extraño que esta diversidad de enfoques, calidad o nivel de exigencia no se refleje hoy, entre otros elementos, en mayor dispersión en los aranceles y en la duración de las carreras, por lo cual corresponde el análisis solicitado por el ministro. Una reforma adecuada del sistema de educación superior supone que el Estado adecúe sus mecanismos de acreditación y entrega de información para que esta variedad en la oferta académica –tanto en lo referido a contenido de los estudios como al impacto probable en sus posibilidades laborales- sea percibida por los alumnos. Luego, el Estado debe asegurar que los estudiantes, al optar por una carrera, reflejen en su elección todos los costos sociales (tiempo dedicado al estudio y los recursos del país involucrados) de los programas elegidos. Por ello es valiosa la recomendación de la Comisión de Financiamiento Estudiantil para la Educación Superior, en el sentido de preferir el apoyo estatal vía préstamos en condiciones adecuadas -tal que los estudiantes consideren el costo de los programas elegidos- a las becas y la gratuidad, que pueden sesgar las decisiones en forma inconveniente para el país.