La Tercera

Mundos opuestos: la fallida relación de Parra y España

Tarde, pero llega: en ocho días Parra recibe el Premio Cervantes, a 60 años de crear la antipoesía. Hijo de la tradición anglosajon­a, el humor de Parra no ha entrado en la solemne poesía española.

- Roberto Careaga C.

R Era el turno de un portugués. Así se rumoreaba: el que ganaría el Premio Reina Sofía en 2001 vendría de Portugal. Pero un chileno acaparó la atención del jurado y Nicanor Parra se quedó con el galard ó n. Además d e su peso como revolucion­ario en la poesía en español, ganó fuerza con una muestra de sus artefactos que en esos días se podía ver en la Telefónica de Madrid y una postulació­n al premio de 160 páginas sobre los múltiples niveles de su obra. Pero fácil no fue: “Os aseguro que fue complicadí­simo”, recordó la semana pasada Luis Alberto de Cuenca, académico y poeta español que integró el jurado

Hecha de desencuent­ros y coqueteos fallidos, la relación de España con Nicanor Parra hoy atraviesa un momento insuperabl­e: tras la edición de sus Obras completas y algo +, al alero de Galaxia Gutenberg, el autor de Poemas y antipoemas recibirá el próximo 23 de abril el Premio Miguel de Cervantes. Es el galardón más importante de la lengua española y, aunque ya está en las manos de Parra, llegó con retraso: “Debió haberlo ganado hace 25 años”, dice Oscar Hahn, y se escucha el eco de palabras calcadas de Ignacio Echevarría, Niall Binns, Raúl Zurita y varios otros. El ex ministro de Cultura español César Antonio Molina sumó hace tres días: “Queda leerlo, que es lo que hay que hacer con los poetas fundamenta­lmente. Y a él muy pocos lo han leído”.

Base indiscutid­a de la poesía contemporá­nea chilena, Parra tiene fans anglosajo-

R nes del peso de Harold Bloom y, a inicios de los 90, su impacto en Latinoamér­ica se cristalizó al inaugurar el mexicano Premio Juan Rulfo. Con España, las cosas han ido lentas: “No lo han leído. Nunca lo entendiero­n”, dice Zurita, quien hace 12 años estuvo en un seminario en Casa de América, en Madrid, dedicado a Parra y vio lo evidente: la antipoesía no prendía en la Madre Patria. El sarcástico humor parriano es problema, dice Binns, uno de los editores de las obras completas: “Desde Quevedo, la poesía española perdió la comicidad y vivió varios siglos bajo la solemnidad”.

El tonto solemne

La fascinació­n por Francia aún no amainaba entre los escritores chilenos cuando a fines de los 40 Parra partió a Tras viajar a EE.UU., Parra dice admirar a los yippies norteameri­canos. “Son antipoetas en acción”. Inglaterra, donde se desentendi­ó de las clases en Oxford para leer a Eliot, Pound y Dylan Thomas. Volvió en 1951, con la materia prima de la antipoesía. Parra va en otra dirección, desanda el camino de Neruda y apunta al mundo anglosajón. Sospecha de los partidos políticos. Y en los años del boom, miró de reojo la Revolución Cubana y ni se le ocurre fijar residencia en Barcelona. Estrechó lazos con EE.UU.

Lector de Whitman y Shakespear­e, Parra fue el anfitrión en Chile de los poetas Beat Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghet­ti, en 1960. Ese año la editorial de la librería City Light, San Francisco, publica una traducción al inglés de sus antipoemas. En el 66, Parra se declara admirador de los yippies norteameri­canos (“son antipoetas en acción”) y,

1967 En EE.UU., New Directions publica Poems & antipoems. Traducen Ginsberg y W. C. Williams. al año siguiente, editorial New Directions lanza Poems & antipoems, con traduccion­es de Ginsberg y William Carlos Williams, entre otros. Luego vino la controvert­ida taza de té con Pat Nixon.

Recién en 1972 España se sube al carro: editorial Seix Barral publica el libro Antipoemas. Pero no tiene ni de lejos el efecto revolucion­ario que tiene en Chile y Latinoamér­ica. “Los poetas españoles en general no tienen mucha simpatía por el tipo de poesía que hace Parra. No se toman en serio el humor”, dice Hahn. “La poesía española es muy provincian­a, todavía no supera el siglo XIX”, agrega Zurita. Mientras que Molina, el ex ministro de Cultura español, sostuvo el miércoles pasado en Casa de América: “Ese vínculo con la generación Beat y la literatura anglosajon­a apartó a Parra de nuestro ámbito”.

Sucedió así: en 2003, cuando se suponía que el Reina Sofía ya habría populariza­do a Parra en España, Jorge Edwards se sienta en el jurado del Premio Cervantes y postula al antipoeta: “Lo conocían muy poco y se optó por Gonzalo Rojas”, recuerda el novelista, que dos años después volvió a insistir. Nada. Pero del otro lado, Parra rechazó una antología de su obra para editorial Tusquets, curada por el mismo Edwards. La Universida­d de Harvard le dedica un seminario. Oxford lo nombra Honorary Fellow.

El 2011, con Obras completas & algo + mediante, proyecto que en su origen fue impulsado por Roberto Bolaño, llegó el Cervantes para Parra: “Un milagro que se le haya concedido”, dijo el poeta Luis Alberto de Cuenca, mientras que Hahn sospecha que España le dio el premio porque ya era inevitable. “A la poesía española le incomoda la ruptura antipoétic­a”, dice Binns, que encuentra eco en el crítico peruano Julio Ortega, quien adelanta un cambio: “Sospecho que los jóvenes poetas sintonizar­án mejor con un lenguaje de la crisis como el que maneja Parra”.

En la otra vereda, el autor de Obra gruesa no se ha quemado las pestañas por tocar la gloria en España. “Estoy en deuda con la Madre Patria”, dijo cuando ganó el Reina Sofía, pero no viajó a recibir el premio. Cercanos dicen que atesora más el Honorary Fellow de la Universida­d de Oxford. Hoy, el poeta trabaja en Las Cruces un posible discurso para que lo lea su nieto al recibir por él el Cervantes. Lleva varios meses trabajando, ha vuelto a El Quijote y a las novelas de caballería­s. Aunque cuando se enteró del galardón, fiel a su estilo desconcert­ante, en medio de la broma y la absoluta seriedad, le dijo a un amigo estar feliz por “este premio pichiruchi”. Publica Lear, rey & mendigo, su versión en español de El rey Lear, de Shakespear­e.

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